(Poema original)
TÜBINGEN, JÄNNER
Zur Blindheit über-
redete Augen.
Ihre –“ein
Rätsel ist Rein-
entsprungenes”-, ihre
Erinnerung an
schwimmende Hölderlintürme, möwen-
umschwirrt.
Besuche ertrunkener Schreiner bei
diesen
tauchenden Worten:
Käme,
käme ein Mensch,
käme ein Mensch zur Welt, heute, mit
dem Lichtbart der
Patriarchen: er dürfte,
spräch er von dieser
Zeit, er
dürfte
nur lallen und lallen,
immer-, immer-
zuzu.
(“Pallaksch, pallaksch.”)
TUBINGA, ENERO
(Traducción de José Luis Reina Palazón)
A la ceguera con-
vencidos ojos.
Su –“un
enigma es brotar
puro”- su
recuerdo de
flotantes torres de Hölderlin, de gaviotas
revoloteadas.
Visitas de carpinteros ahogados con
estas
palabras sumergiéndose:
Si viniera,
si viniera un hombre,
si viniera un hombre al mundo, hoy, con
la barba de luz de
los patriarcas: debería,
si hablara de este
tiempo,
debería
sólo balbucir y balbucir,
siempre-, siempre-,
asíasí.
(“Pallaksch, Pallaksch”.)
TUBINGA, ENERO
(Traducción de José Ángel Valente)
A la ceguera per-
suadidos ojos.
Su –“un
enigma es
manantía pureza”- su
recuerdo de
flotantes hölderlinianas torres en
un vuelo circular de gaviotas.
Visitas de carpinteros ahogados con
estas
sumergidas palabras:
Viniera,
viniera un hombre,
viniera un hombre al mundo, hoy, llevando
la luminosa barba de los
patriarcas: debería,
si de este tiempo
hablase, de-
bería
tan sólo balbucir y balbucir
continua, continua-
mente.
(“Pallaksch, Pallaksch.”)
Paul Celan, Die Niemandsrose (la rosa de nadie), 1963.
COMENTARIO:
Siempre me conmocionó este poema porque comienza hablando de la ceguera y acaba en balbuceo. Un poeta habla de otro poeta. Dos cumbres de la poesía alemana: Hölderlin y Celan. Se cuenta que las últimas palabras de Goethe, en el instante previo a su apagamiento, fueron “más luz”. Más claridad, más visión, más razón. Se cuenta que Hölderlin se volvió loco (demencia paranoide). Los primeros versos abren el poema invocando la ceguera para acabar con unos sonidos inarticulados, sin sentido, sin razón. Se cuenta que Hölderlin durante más de tres décadas de soledad vivó la última etapa de su vida encerrado en una torre en Tubinga, aislado del mundo, inmerso en su locura, a orillas del río Neckar. Se cuenta que un carpintero cuidaba al poeta vidente que podía desde su torre observar el eterno fluir del río. Se cuenta que en sus últimos días no brotaban de su boca más palabras que “Pallaksch, Pallaksch”, un balbuceo sin sentido o tal vez un sentido entre paréntesis, como lo escribe Celan, en suspenso.
Mientras Hegel, que de joven quería ser poeta, explica desde su cátedra en Berlín la completa racionalidad del mundo, Hölderlin, que de joven quería ser filósofo, balbucea en su torre.
El poema me hace pensar en una especie de apagamiento del sentido, en un ahogado espanto que no se puede expresar. De ahí ese paréntesis final (inexpresable para la voz), de ahí esos versos que acaban cortando una palabra (y que genialmente vierte Valente). Son elementos que le dan una peculiar cadencia e irrealidad y que nos llevan al mántrico o salmódico descenso a la locura de la segunda mitad: viniera, viniera un hombre, viniera un hombre hoy...
Y en esos versos aparece la luz, en la barba de los patriarcas: si viniera uno de esos sabios debería, si hablase de este tiempo, tan sólo, constantemente, decir lo que dijo Hölderlin, balbuceos. Decir otras palabras, no balbucear, sería mentir. Asíasí.
Y ¿qué puede decir el lenguaje sobre el mundo, sobre la vida? ¿qué dicen esas sumergidas palabras (tauchenden Worten), las palabras finales del poeta, las únicas que podrían decir los sabios?
Pallaksch, tal vez, nombre el silencio, la ausencia de sentido, lo insoportable que necesitamos nombrar para conjurarlo, para que al haber sonido, apariencia de sentido, el silencio, el vacío, desaparezca. De lo que no se puede hablar hay que balbucear. Lo decible o lo indecible ¿qué preferimos? ¿el silencio o el ruido? Sonidos repetitivos, cadenciosos (¿no es la música otro balbuceo que se resiste al sentido?) enclaustrados en torres, en paréntesis, en un cuerpo o en una boca. Palabras que acaban siendo residuos, ecos, ruinas del lenguaje. Pienso en el cuadro de Bruegel, La torre de Babel. Se supone que la escena representa la construcción de la torre, y ya parece una ruina (acabo de terminar un puzzle de mil piezas de ese cuadro y me lo he pasado pipa). Pienso en la torre de Babel como símbolo de la construcción de lenguajes y de sentidos (y también de la confusión de las lenguas y los sentidos). Las palabras, que comenzaron siendo balbuceos y acaban siendo ya ruinas del sentido, son enigmas (y por tanto el lenguaje es más poesía que filosofía) sin desciframiento ni redención. Quieren nombrar lo que no tiene nombre. Las palabras, manejadas por el poeta, muestran el desmoronamiento de la razón. Aunque sin lenguaje no haya racionalidad, tal vez sea el lenguaje la torre en que perdemos la razón. Esa es la fragilidad de las palabras que son nuestro sustento, nuestras sumergidas palabras.
Pallaksch es todo y nada, sí y no, acaso...”Un enigma es brotar puro”, es el verso de Hölderlin que rescata Celan. Me parece oírle decir que la palabras ya no son inocentes, ya no brotan puras. Palabra, lalia, balbucear, balbucear, lallen, lallen, siempre, asíasí, zuzu... babel de balbuceos... El más grande de los poetas alemanes acaba en balbuceo su vida, el espantado poeta construye su torre-poema sobre ese Pallaksch entre paréntesis. En fin, un poeta habla de otro poeta, se balbucean cosas.