jueves, 14 de febrero de 2008

PASOS (Jaime Siles)

Ser como la luz que a nada tiende
y lo acepta sin más y se complace
en esa alegría y ese gozo
no ya de ser sino de transcurrir, de resbalar sin más por un agua sin fondo,
de carecer de centro de atención, de caer
o subir, de no fijarse,
de aprender a perder
la referencia inmóvil
de un punto visible o invisible,
y de ser a la vez
la sucesión continua de esos puntos
y el movimiento del vacío
que es el espacio en cuyo fondo
siempre se produce
esa ceniza de nosotros mismos
que llamamos -y acaso es- la
visión.

Pasos sin tiempo escuchas
pero no, son memoria. Pisas
la nieve intacta:
una forma de estar en la penumbra,
un modo de acceder
-¿a qué, a quién, a ti?-,
una manera de insistir, una vez más,
en la memoria,
de recorrer lo sido otra vez,
de darle vueltas
al líquido de un vaso que se mueve
solo dentro de sí,
que no derrama gotas
cuando en él te sumerges,
que está quieto
sólo en su movimiento,
que se mueve
tan sólo en su redondo transcurrir.
¿Dentro de qué, de quién
está ese vaso?
¿Se mueve en el tiempo,
o es el tiempo el que se mueve
-circular y redondo- dentro de él?
Pisas la nieve intacta. Pasos
sin tiempo escuchas. Pasos
dentro de ti, de él.

(Jaime Siles,
Pasos en la nieve, Barcelona, Tusquets, pp. 17-18)

3 comentarios:

Josep E. Corbí dijo...

Ser como la luz que a nada tiende
y lo acepta sin más y se complace
en esa alegría y ese gozo
no ya de ser sino de transcurrir, de resbalar sin más por un agua sin fondo,
de carecer de centro de atención, de caer

----Es difícil detener en un punto el torrente del poema para hacer un comentario. Los versos se encabalgan con el balanceo de la respiración del lector y le invitan a concentrarse en ella. De ese modo, se acerca el lector la experiencia de vivir su transcurrir. Se diluye así la conciencia de un centro de atención alejado de su ser y se deja impregnar por el reconocimiento de que la luz, cualquier luz, a nada tiende.

o subir, de no fijarse,
de aprender a perder
la referencia inmóvil
de un punto visible o invisible,
y de ser a la vez
la sucesión continua de esos puntos
y el movimiento del vacío
que es el espacio en cuyo fondo
siempre se produce
esa ceniza de nosotros mismos
que llamamos -y acaso es- la visión.

---Aquí la sintaxis del poema nos autoriza a detenernos con una palabra en cursiva que anima a considerarla como el centro de la estrofa y otra que brilla en la oscuridad, 'ceniza'. Y me parece cierto que solo vemos cuando nos hemos desposeído de los 'puntos visibles o invisibles' en los que cifrábamos nuestra identidad y cuyo desmoronamiento parece reducirnos a ceniza. Justo cuando más aniquilados nos sentimos, logramos la visión de nuestro transcurrir como fuente de luz.

Pasos sin tiempo escuchas
pero no, son memoria. Pisas
la nieve intacta:
una forma de estar en la penumbra,
un modo de acceder

---La memoria solo emerge cuando el trasiego del día se extingue y sentimos nuestros pasos ubicados fuera del tiempo. Entonces logramos ser lo que hemos sido y gozamos de la experiencia de reencontrarnos también con lo que ha estado allí siempre y no habíamos visto,
Coincide el sosiego del tiempo con la sensación de una penumbra que nos resguarda, como en las casas de los pueblos mediterráneos: a resguardo de la luz es como la vida nos resulta habitable, como podemos atender a nuestro ser sin el temora ser asaltados. Es, pues, la penumbra una puerta de acceso a nuestro ser más íntimo, al que se forma a través del encuentro de la memoria con la luz.

-¿a qué, a quién, a ti?-,
una manera de insistir, una vez más,
en la memoria,
de recorrer lo sido otra vez,
de darle vueltas
al líquido de un vaso que se mueve
solo dentro de sí,
que no derrama gotas
cuando en él te sumerges,
que está quieto
sólo en su movimiento,
que se mueve
tan sólo en su redondo transcurrir.
¿Dentro de qué, de quién
está ese vaso?
¿Se mueve en el tiempo,
o es el tiempo el que se mueve
-circular y redondo- dentro de él?

---En ese reencuentro con el pasado que te permite pisar la nieve intacta del ahora vamos perdiendo conciencia de los hitos del tiempo, del afuera y del adentro, de lo propio y de lo otro, para dejarnos ser en la luz que a nada tiende. Y como tres pasos, los tres últimos versos resumen la visión alcanzada a través del poema y que solo acierta impregnar a quien de algún modo ya es ceniza de sí mismo.

Pisas la nieve intacta. Pasos
sin tiempo escuchas. Pasos
dentro de ti, de él.

(Jaime Siles, Pasos en la nieve, Barcelona, Tusquets, pp. 17-18)

Fernando Broncano dijo...

A mí el poema me parecen dos poemas, uno sobre la luz y el espacio y otro sobre ese sentido virginal de la nieve sin pisar, y no acabo de ver la conexión entre ambas figuras.
Jaime Siles me parece siempre un poeta al que pierde el perfeccionismo, aunque este poema me gusta (más el tono y la cadencia de los versos finales que sugieren los pasos en la nieve), la metafísica de la luz, sin embargo, por las resonancias religiosas que tiene no me acaba de llenar

Josep E. Corbí dijo...

1. Tienes razón. No me había dado cuenta. Son dos poemas, con una temática próxima, pero sin la unidad necesaria.

2. Este poema me gusta muchos otros de Siles donde se ven las costuras del perfeccionista.

3. Tal vez su contenido sea, en el fondo, demasiado idílico porque uno no acaba nunca de dejarse llevar.

4. He sentido los tintes religiosos a los que apuntas. Por ejemplo, en la palabra 'ceniza'. He llegado a pensar que tal vez me sentía a gusto con ella porque necesitaba reconciliarme con mi educación religiosa. Parece que necesito hacerme perdonar mi ateísmo.

5. Fernando, como ves, tu comentario me ha ayudado a ver aspectos que estaban semi-enterrados en mi experiencia de la lectura del poema. Muchas gracias