Yo dejo mi palabra en el aire sin llaves y sin velos.
Porque ella no es un arca de codicia, ni una mujer
coqueta que trata de parecer más hermosa de lo que es.
Yo dejo mi palabra en al aire, para que todos la vean, la
palpen, la estrujen o la expriman.
Nada hay en ella que no sea yo misma; pero en ceñirla
como cilicio y no como manto pudiera estar toda mi
ciencia.
Poemas sin nombre, Dulce María Loynaz
Busca sólo en el centro de tu pecho
Ese lugar o nido preparado
Para mecer al sueño de la vida
La dulce sien del hijo o del amante
Ese lugar o abismo en que está escrito
El sagrado secreto que escuchaste
Dentro del seno donde amaneciste.
Poesía completa, Rosa Chacel
En principio había pensado en otro poema para este mi inicio en pan de humo, pero al hilo de la lectura de Valente y de las reflexiones de Pepo y Fernando sobre la escritura he decidido escoger estos versos de dos de mis autoras fetiche: Rosa Chacel y Dulce María Loynaz, con ellas comparto un sentido de las cosas, unas mismas búsquedas y por eso las cito de manera supersticiosa cada vez que algún evento académico (tesis, concursos…) me obliga a justificar mi relación con mi trabajo, que es la literatura, pero también con mi vida, que es la literatura, pues soy incapaz de pensar en mis clases, mis textos o mis lecturas si no es de manera autobiográfica, poniéndome yo toda cada vez, reescribiéndome continuamente. Rosa Chacel no es una gran poeta, al menos en verso, sí es extraordinariamente buena narradora, aunque en ella poesía/novela son dos cosas que se confunden. Sin embargo, estos versos tomados de un poema muy extenso son para mi la llave de su mundo y en gran medida del mío, tener la capacidad de “mecer el sueño de la vida” o de acercarse a ese “sagrado secreto”, no es fácil, pues montones de estímulos nos lo ocultan cada vez, pero su búsqueda es para mi una constante y me la recuerdo miles de veces cada día. Tiene que ver con esa capacidad de pensar y sentir al que uno ama, mientras se está ocupado en otra cosa, de contemplar la belleza de una puesta de sol en plena Diagonal, cargada de bolsas y rodeada de coches, de saborear la frescura de un comentario de un alumno absolutamente desubicado, que no entendió nada, pero que se implica con lo que ha leído o escuchado y lo convierte en estímulo de vida… con el deseo de hacer a los demás la vida fácil y de demostrarles mi amor, de ser feliz y de vivir cada instante desde lo sencillo, olvidando el ruido continuo de otro mundo que me avasalla, pero que sé que no es el mío. Dice una de “mis monjas” al describir su experiencia mística “conocí lo mínimo”, desde ahí, desde ese lugar que es “la dulce sien del hijo o del amante” construyo y pienso mi vida.
En ella tiene una importancia decisiva la escritura y ahí es donde me identifico con Dulce María Loynaz, en una palabra donde “no hay nada que sea yo misma” (me cuesta llegar a ella, pero la persigo, la academia me confunde a veces, aunque cada vez menos) y que todos puedan palpar y tocar, pues sin contacto no hay vida, la caricia es también una constante en dos autoras y un lema para mi. Pero sobre todo lo que me gusta de los versos de la cubana es la idea de manto frente a cilicio, de algo que se clava en la piel y que es auténtico, que no se puede quitar cuando uno quiera como el manto que se deja caer. Sólo espero que todo este rollo que os he escrito os incite a leerlas, sobre todo a Chacel.