miércoles, 30 de diciembre de 2009

Charles Bukowski | propuesta de Josep

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A SMILE TO REMEMBER

we had goldfish and they circled around and around
in the bowl on the table near the heavy drapes
covering the picture window and
my mother, always smiling, wanting us all
to be happy, told me, "be happy Henry!"
and she was right: it's better to be happy if you
can
but my father continued to beat her and me several times a week while
raging inside his 6-foot-two frame because he couldn't
understand what was attacking him from within.

my mother, poor fish,
wanting to be happy, beaten two or three times a
week, telling me to be happy: "Henry, smile!
why don't you ever smile?"

and then she would smile, to show me how, and it was the
saddest smile I ever saw

one day the goldfish died, all five of them,
they floated on the water, on their sides, their
eyes still open,
and when my father got home he threw them to the cat
there on the kitchen floor and we watched as my mother
smiled


UNA SONRISA PARA RECORDAR

teníamos peces dorados y daban vueltas y vueltas
en la pecera sobre la mesa, junto a las cortinas pesadas
que cubrían el dibujo de la ventana y
mi madre, siempre sonriendo, queriendo que todos
fuéramos felices, decía: “sé feliz, Enrique”
y tenía razón: es mejor ser feliz si
puedes
pero mi padre seguía golpeándonos a ella y a mí varias veces a la semana mientras
el odio crecía dentro de su metro ochenta de estatura porque no podía
comprender lo que le atacaba desde dentro.

mi madre, pobre pez,
queriendo ser feliz, golpeada dos o tres veces
a la semana, diciéndome que fuese feliz: 'Enrique, ¡sonríe!
¿porqué nunca sonríes?”

y entonces ella sonreía, para mostrarme el modo, y era la
sonrisa más triste que jamás he visto

un día los peces murieron, los cinco
flotaban en el agua, de costado, sus
ojos aún abiertos,
y cuando mi padre llegó a casa, se los tiró al gato
allí sobre el suelo de la cocina y me quede mirando como mi madre
sonreía



.....Comentario

He descubierto a Charles Bukowski recientemente, pero, desde entonces, lo visito a menudo. No he leído sus novelas, pero algunos dicen que sus poemas son prosaicos. Lo parecen, porque su lenguaje es cotidiano y su estilo narrativo y, sin embargo, su lectura despierta en mí el sentido del idioma, como me ocurre con Emily Dickinson, Henry James y John Ruskin. Sus estilos no tienen nada que ver y, sin embargo, encuentro su ritmo penetrante.

La traducción que os propongo parte de una que encontré en internet y cuyo autor no supé localizar. En su versión inicial, la traducción partía los versos en lugares diferentes de los que aparecen en el texto original, añadía puntuaciones innecesarias, introducía las mayúsculas y dejaba escapar un quiebro central de la narración. La tarea de ir restaurando el punto en el que se dividen los versos, me ha ayudado a ver su fuerza expresiva; y también el abandono de la puntuación para dejar que sean los versos y la semántica las guía únicas del lector.

Querría haber propuesto este poema la semana pasada, pero la programación tiene su ritmo y debe respetarse; porque me parece que contribuye a entender la lógica de una fiesta tan invasiva como la Navidad y que deja tantos despojos en el alma de los que tenemos una sonrisa que recordar.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Jorge Riechmann | propuesta de Javier

De ti

Me pierdo.
Me encuentro en las yemas de tus dedos.
Me pierdo.
Me encuentro en la sed clara de tu pelo.
Me pierdo.
Me encuentro en el mediodía de tu cuerpo.
Me pierdo.


Toco el mundo solamente en tu piel
(fragmento)

Está aquí. Arráncate
la piel para asomarte
al río más profundo.

Hermosa, hermosa, hermosa, engalanada
solamente con su fugacidad.

Toda la luz del mundo
excava esta caricia,
revienta en este fruto.


Comentario

Últimamente tenía muy olvidado pan de humo. Mientras había otro pan cociéndose en el horno, el que ahora está crujiente a nuestra mesa. Su olor y su sabor embelesan. Y llegado el momento de comparecer ante el foro, de tan absorto y apresurado que ando llego tarde a la cita. Gracias, Marina, por echarme una mano.
Este par de poemas (el segundo, un fragmento) de Jorge Riechmann son sensuales y eróticos. Con creces. Mi lectura de esas palabras y sus ritmos es condescendiente. También con creces. Los transfigura o -el término es horroroso- “resignifica” para forzarles a decir y entonar lo que yo busco o a que me ayuden a entender lo que yo siento. El caso es que les pido que me canten y hablen de la ampliación de la experiencia, del abrirse del otro con el puro tacto e incluso del vaciamiento propio ante ese sentir. Al cabo me los apropio como nanas. Tal vez sea la división del trabajo de la oxitocina lo que disculpe esa apropiación.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

José Emilio Pacheco | propuesta de María Jesús

La gota

La gota es un modelo de concisión:
todo el universo
encerrado en un punto de agua.

La gota representa el diluvio y la sed.
Es el vasto Amazonas y el gran Océano.

La gota estuvo allí en el principio del mundo.
Es el espejo, el abismo,
la casa de la vida y la fluidez de la muerte.

Para abreviar, la gota está poblada de seres
que se combaten, se exterminan, se acoplan.
No pueden salir de ella,
gritan en vano.

Preguntan como todos:
¿de qué se trata,
hasta cuándo,
qué mal hicimos
para estar prisioneros de nuestra gota?

Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.



Hace ya algunas semanas hablábamos en este blog del agua y de su poder. Entonces leí este poema y lo guardé : aportaba otros matices, y me agradaba la rapidez de las secuencias , la sucesión de las ideas. La metáfora final me parece muy lograda y también la combinación de los antónimos: brizna/cósmica y luz/noche. Así que creo que le llegó la hora de asomarse a este espacio que compartimos. Que disfrutéis de las vacaciones y hasta pronto.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Alfonso Carreño | propuesta de Meteco Diletante

Desmontaje

La ceremonia estricta de la vida
va desprendiendo cuerpo.

A sosegados pasos
retira candelabros vigorosos
y descuelga tapices.

Fiestas de monte y sala se clausuran,
juegos de caña y de sortija cumplen
vísperas en jolgorio: y la obscena
boca letal de la celebración
apacigua las risas con que antes
rociaba el silencio.



Igual que en casi todos los poemas que me gustan, quizás éste sólo tenga una asociación de palabras brillante, “desprendiendo cuerpo”, pero que, también como siempre, eso basta para que el poema ocupe durante bastante tiempo un lugar en la conciencia arrojando luces y sentidos a otras ideas.

Lo leí en unos días en los que observaba las señales que mi cuerpo empieza a mostrar por el paso del tiempo. Desde la idea de cambio (que el cuerpo cambie) aquello no era muy preocupante, pero la palabra “desprendimiento” añadió un matiz dramático a ese suceso, una cierta ansiedad se coló en mi vida. Como llamada por el nuevo contenido se presentó una frase olvidada de Proust, una reflexión sobre los ancianos empequeñecidos: enanos en el mundo y gigantes en el tiempo. Parece que persistimos en durar a cambio de ofrecer un doloroso espectáculo de engorde y derribo, como el baile final de la novela.

Pero detrás de ese baile macabro, el poema hace surgir otros aspectos de la vida, el dramatismo se equilibra con ecos alegres y una celebración, obscena, como no puede ser de otra forma, de la vida. Me recuerda a la Voluntad de Schopenhauer, que se devora a sí misma porque no hay nada externo a ella, pero aquí con la indicación contraria a la santidad, la de hacerle una jugarreta a la vida y reintegrarle la menor parte posible después de haber disfrutado de ella. Hay en este poema enseñanzas y un equilibrio que me hacen estar pegado a él.

Saludos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vicente Aleixandre | propuesta de Jesús

SOY EL DESTINO

Sí, te he querido como nunca.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte está próxima
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?

Yo no quiero leer en los libros una verdad que poco a poco sube como un agua,
renuncio a ese espejo que dondequiera las montañas ofrecen,
pelada roca donde se refleja mi frente
cruzada por unos pájaros cuyo sentido ignoro.

No quiero asomarme a los ríos donde los peces colorados con el rubor de vivir,
embisten a las orillas límites de su anhelo,
ríos de los que unas voces inefables se alzan,
signos que no comprendo echado entre los juncos.

No quiero, no; renuncio a tragar ese polvo, esa tierra dolorosa, esa arena mordida,
esa seguridad de vivir con que la carne comulga
cuando comprende que el mundo y este cuerpo
ruedan como ese signo que el celeste ojo no entiende.
No quiero no, clamar, alzar la lengua
proyectarla como esa piedra que se estrella en la frente
que quiebra los cristales de esos inmensos cielos
tras los que nadie escucha el rumor de la vida.

Quiero vivir, vivir como la hierba dura,
como el cierzo o la nieve, como el carbón vigilante,
como el futuro de un niño que todavía no nace,
como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora.

Soy la música que bajo tantos cabellos
hace el mundo en su vuelo misterioso,
pájaro de inocencia que con sangre en las alas
va a morir en un pecho oprimido.

Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.

Soy el caballo que enciende su crin contra el pelado viento,
soy el león torturado por su propia melena,
la gacela que teme al río indiferente,
el avasallador tigre que despuebla la selva,
el diminuto escarabajo que también brilla en el día.

Nadie puede ignorar la presencia del que vive,
del que en pie en medio de las flechas gritadas,
muestra su pecho transparente que no impide mirar,
que nunca será cristal a pesar de su claridad,
porque si acercáis vuestras manos, podréis sentir la sangre.

(Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor).


Comentario


Se me escaparon horas y días, y olvidé este reducto de vida, de palpitante cadencia, de destilada esencia, que es este espacio de poemas compartidos. Os propongo de nuevo un clásico, a quien siento olvidado y que llenó muchas de mis horas juveniles. En él, el poema reclama más poema, cada metáfora conduce a otra metáfora, y las palabras nos arrastran en un torbellino de naturaleza y vida. Poco más: me pareció apropiado para aquellos que como yo, a veces, como sin querer, ya no escuchan el rumor de la vida.