miércoles, 28 de enero de 2009

Claudio Rodríguez | propuesta de Josep

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¡Dejad de respirar y que os respire
la tierra, que os incendie en sus pulmones
maravillosos! Mire
quien mire, ¿no verá en las estaciones
un rastro como de aire que se alienta?
Sería natural aquí la muerte.
No se tendría en cuenta
como la luz, como el espacio. ¡Muerte
con sólo respirar! Fuera de día
ahora y me quedaría sin sentido
en estos campos, y respiraría
hondo como estos árboles, sin ruido.
Por eso la mañana aún es vuelo
creciente y alto sobre
los montes, y un impulso a ras del suelo
que antes de que se efunda de que cobre
forma ya es surco para el nuevo grano.

........................Claudio Rodríguez, Conjuros (1958)

.........Comentario

Soy hijo del asma, el asma no me deja respirar, siempre tengo miedo del asma, me vacuno un mes tras otro y nunca sano, ¿por qué? ¿Por qué no sé respirar? Lo imagino, trato de curarme lentamente, nadie lo entiende, todo el mundo dice que es una enfermedad, que es psico-física, y ¿qué es lo psico-físico?, yo sí que lo sé, pero es lento el descubrir, no sé si habrá tiempo, no importa que no haya tiempo, al fin y al cabo, lo que cuenta es respirar, tratar de respirar, ahogarse, saber por qué uno se ahoga, recuperar el resuello, alguna noche dormir sereno.
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miércoles, 21 de enero de 2009

Ángel González | propuesta de María Jesús

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NADA ES LO MISMO

La lágrima fue dicha.

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

nada es lo mismo.

Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

...............................................Ángel González

.....Comentario

Saludos ,
Veréis, tenía un texto preparado y me ha pasado lo mismo que a Bea, se me cruzó otro un poco más cálido para comentar: También creo, como tú, Bea, que en los poemas hay ecos que a veces oímos, palabras que adquieren de pronto una luz diferente, aunque antes ya las hubiéramos escuchado, y es entonces cuando el poema cobra vida y nos elige.
El poeta no ofrece su fórmula para vencer en no importa qué batallas, ni en qué historias perdidas: “silencio y sonreíd” .Después de todo . Y ese “deseo hondo, compacto como un grano de simiente” puede ser tan trascendental o práctico como queramos. Me recuerdan a otras palabras de Joan Brossa, igualmente sintéticas y animosas: “para ser feliç, mortal, camina sempre i oblida”. Y este andar hacia alguna-ninguna parte ha de ser resuelto, no nos pase lo que decía José A. Goytisolo a Gil de Biedma que
“te pondrás a pensar
a pensar a pensar
y eso no es bueno nunca.
Nos hacen falta nuevas palabras."

Un abrazo.
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miércoles, 14 de enero de 2009

Giménez Caballero | propuesta de Meteco

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........................... YO


J´aimerais n´avoir jamais commencé

Este comienzo de un poema de André Bretón fue mi comienzo.


Un espíritu –que yo tanto respetaba- me empujó a tal comienzo con este estímulo:

-Usted es un introvertido –me dijo seriamente-.

Hay que dejarle solo, a ver


A ver ¿qué? ¿Esto?

Ahí va, espíritu amigo, mi primera cosecha de introversiones. Que usted presagió, oráculo manual de mi destino poético.


¡Que bien me hicieron sus palabras! El bien de las definiciones inmutables.


Hasta tal momento yo no había sabido que yo estaba en mi propio yo vertido. Dentro del estuche de mí mismo.


Hasta tal momento yo no había sabido justificar mi vida lealmente, conforme a ley interna, inajenable.


Hasta tal momento yo no había sabido cauterizar con gozo mi pena constante de “no poder mirar nunca de fuera, hacia fuera, por fuera”, de no ser un extraversado.


Hasta tal momento yo no había sabido salir por las puertas de mi ánimo, pasearme en mi torno, contemplar mi aparencialidad, y tornar –todo alborozo y confianza- (molusco a su caparazón) a mi yo cotidiano y hermético.


¡Yo! ¡Yo en yo! ¡En mí!

¡Qué dos palabras mágicas, yo y !

Pronombres por nombres sustituyentes; palabras en substitución de substancias, en alusión de esencias, de inmanencias…

¡Yo! Pero ¿cuál era mi yo para yo estar inmerso en él y sin poderme sacar de mí?

¿Era, a caso, mi yo una estrella en un pozo? ¿Un arroyo en sima? ¿Un mineral en subsuelo?

¿Cómo llegar a él?

.......................................E. Giménez Caballero.

.......................................Extracto de Yo, inspector de alcantarillas


Comentario


He escogido este poema de Giménez Caballero como una especie de homenaje a esas palabras, al propio texto. Siempre me ha quedado pendiente una revisión de la obra de este autor, las cosas académicas lo han impedido. Como dato general sólo puedo colocarle una etiqueta que circula, la de escritor surrealista o de vanguardias, o la de ideólogo fascista. Arrojaba sus escritos como cubos de agua desde "La Gaceta Literaria". Por lo tanto tengo una idea de él a través de fragmentos leídos. Con mucha dificultad pude fotocopiarme dos libros de él, uno de ellos "Yo, inspector de alcantarillas". Este fue el primer poema que me hizo considerar a la poesía como una herramienta muy potente, no sólo estética, sino cognitiva. Entonces estaba muy liado con lo del mundo exterior e interior, con el yo; en Descartes, Kant, Fitche...leía ensayos y el yo siempre se me escapaba. Coincidió que ese año hice "Teoría de Vanguardias" y por propia iniciativa me interesé por autores de vanguardia española y encontré a este autor. Cuando lo leí, como él mismo dice, vi la aparencialidad del yo, en unas líneas se lograba algo que no había conseguido algunos cientos de páginas de ensayo, y eso era además de ver algo, saber algo más. Desde entonces el género poesía fue algo a perseguir.


Que esté entusiasmado con estas líneas no quiere decir que lo esté con la idea del Yo como morada feliz, el mismo Caballero ofrece una imagen que resta entusiasmo a esa idea, y algún tiempo de introversión personal la confirma. El yo me parece más algo a superar que algo que habitar, lo que uno encuentra ahí, muchas veces es eso, una alcantarilla.


"Recuerdo cuando un día, loco de no poder emerger a tierra, fui ante el neurópata famoso en la ciudad lejana, y me colgó del pecho la Medalla de Sufrimientos por el Yo, la cruz de santa Histeria.

-Toma -me dijo-, invalido del mundo exterior, joven pocero de entrañas. "

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miércoles, 7 de enero de 2009

Félix Grande | propuesta de Gonzalo

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Fabril templo secreto


Aquel liviano e inmortal vestido
que con mis manos resurrectas
yo arrugaba feliz contra tu carne
guárdalo para siempre en la penumbra
de tus baúles donde nadie pueda
verlo tocarlo olerlo nadie
excepto el tiempo que nos aniquila
Guarda el vestido aquel pordiós consérvalo!

Caerán a nuestros pies como pájaros muertos
nuestra alegría y nuestra juventud
La renuncia y los años darán con todo en la ruina
Pero el vestido aquel que duele
aquella cosa incomparable, el cuenco aquel
de tu calor y de tu olor, que dure,
que dure mucho, que nos sobreviva
Guarda el vestido aquel pordiós consérvalo!

Y que cuando tus deudos hurguen entre las sobras
apasionadas y oscuras de tu vida
nada comprendan de esa tela perpleja
todo lo ignoren de esa cosa suave agazapada
Y que sólo una especie de nostalgia increíble
sin nombre ya y sin nadie y sin sitio
y este poema clandestino y maltrecho
cuenten lo que allí había en el trapo sagrado

..........................................Félix Grande


Comentario:

La más sutil posesión del amor es el recuerdo (¿su victoria?) y si no dura el gozo, lo que contuvo el olor y la forma puede durar, enigmático para los profanos, un poco más. El poema tal vez exprese esa necesidad de que, con todo, algo perdure un poco más allá del placer, alguna forma (testigo) de lo que fue, aunque nadie entienda lo que allí había. Ese deseo (tras el deseo) de una huella que dé testimonio de la carne fugaz, de que perviva el enigma de lo que en su momento enigma de la carne fuera. Algo que sea, de alguna manera, siempre del amante y sólo suyo, que desde la penumbra de los baúles, nadie pueda verlo, tocarlo, olerlo. Deshacerse de ese vestido, de esa tela perpleja, sería, siento al releer el poema, deshacerse del último hilo que nos une a una intensa experiencia, la de la carne perpleja, la del temblor de amar y el asombro de ser amado. Tal vez la única victoria frente al vértigo del tiempo y la vocación de ruina de toda experiencia no sea sino la voluntad de no entender y aceptar, o el infantil empeño de que el calor de la amada que quedó en la tela no sea percibido-entendido por nadie más.

En este poema son muchas las evocaciones que me nacen al releerlo y varios los simbolismos: la memoria como un trapo incomprensible que hallarán en un baúl, la carne asimilada al vestido como cuenco o recipiente de su olor (frasco de esencias), la extraña posesión imposible (otros amantes tendrás pero que nadie huela ese vestido de mi memoria), las manos que acogieron la misma forma del vestido, esas manos tantas veces resurrectas, la desesperada imploración a la amada para que no deje que se pierda el vestido aquel, la perplejidad aquella, etc. Pero me quedo con una evocación más imaginaria: seamos ahora los deudos que hurgan en los baúles de la fallecida, saquemos de su penumbra viejas cartas, fotografías, objetos y, allí al fondo, cuidadosamente doblado, el vestido agazapado. Nos llamará la atención su olor, hecho un poco de baúl, un poco de tiempo y un poco de olvido. Después lo extenderemos y no podremos evitar imaginar un cuerpo dentro (el hueco de la ausencia)… una sensación extraña nos acompañará el resto del día y nunca sabremos de la sensación primera que, atrás en el tiempo inició la cadena que llega hasta esta, cómo llamarla, ¿una especie de nostalgia increíble?

(Me habla mi amada de la crueldad (¿profanación?) de que los objetos nos sobrevivan y añado un último pensamiento sobre cómo algunos objetos (el vestido, el poema) pueden ser eslabones de contagio en una cadena que transmite sentimientos, algo parecido dice Platón sobre los poemas y los rapsodas en el Ion.)
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