..Fabril templo secretoAquel liviano e inmortal vestido
que con mis manos resurrectas
yo arrugaba feliz contra tu carne
guárdalo para siempre en la penumbra
de tus baúles donde nadie pueda
verlo tocarlo olerlo nadie
excepto el tiempo que nos aniquila
Guarda el vestido aquel pordiós consérvalo!
Caerán a nuestros pies como pájaros muertos
nuestra alegría y nuestra juventud
La renuncia y los años darán con todo en la ruina
Pero el vestido aquel que duele
aquella cosa incomparable, el cuenco aquel
de tu calor y de tu olor, que dure,
que dure mucho, que nos sobreviva
Guarda el vestido aquel pordiós consérvalo!
Y que cuando tus deudos hurguen entre las sobras
apasionadas y oscuras de tu vida
nada comprendan de esa tela perpleja
todo lo ignoren de esa cosa suave agazapada
Y que sólo una especie de nostalgia increíble
sin nombre ya y sin nadie y sin sitio
y este poema clandestino y maltrecho
cuenten lo que allí había en el trapo sagrado
..........................................Félix GrandeComentario:
La más sutil posesión del amor es el recuerdo (¿su victoria?) y si no dura el gozo, lo que contuvo el olor y la forma puede durar, enigmático para los profanos, un poco más. El poema tal vez exprese esa necesidad de que, con todo, algo perdure un poco más allá del placer, alguna forma (testigo) de lo que fue, aunque nadie entienda lo que allí había. Ese deseo (tras el deseo) de una huella que dé testimonio de la carne fugaz, de que perviva el enigma de lo que en su momento enigma de la carne fuera. Algo que sea, de alguna manera, siempre del amante y sólo suyo, que desde la penumbra de los baúles, nadie pueda verlo, tocarlo, olerlo. Deshacerse de ese vestido, de esa tela perpleja, sería, siento al releer el poema, deshacerse del último hilo que nos une a una intensa experiencia, la de la carne perpleja, la del temblor de amar y el asombro de ser amado. Tal vez la única victoria frente al vértigo del tiempo y la vocación de ruina de toda experiencia no sea sino la voluntad de no entender y aceptar, o el infantil empeño de que el calor de la amada que quedó en la tela no sea percibido-entendido por nadie más.
En este poema son muchas las evocaciones que me nacen al releerlo y varios los simbolismos: la memoria como un trapo incomprensible que hallarán en un baúl, la carne asimilada al vestido como cuenco o recipiente de su olor (frasco de esencias), la extraña posesión imposible (otros amantes tendrás pero que nadie huela ese vestido de mi memoria), las manos que acogieron la misma forma del vestido, esas manos tantas veces resurrectas, la desesperada imploración a la amada para que no deje que se pierda el vestido aquel, la perplejidad aquella, etc. Pero me quedo con una evocación más imaginaria: seamos ahora los deudos que hurgan en los baúles de la fallecida, saquemos de su penumbra viejas cartas, fotografías, objetos y, allí al fondo, cuidadosamente doblado, el vestido agazapado. Nos llamará la atención su olor, hecho un poco de baúl, un poco de tiempo y un poco de olvido. Después lo extenderemos y no podremos evitar imaginar un cuerpo dentro (el hueco de la ausencia)… una sensación extraña nos acompañará el resto del día y nunca sabremos de la sensación primera que, atrás en el tiempo inició la cadena que llega hasta esta, cómo llamarla, ¿una especie de nostalgia increíble?
(Me habla mi amada de la crueldad (¿profanación?) de que los objetos nos sobrevivan y añado un último pensamiento sobre cómo algunos objetos (el vestido, el poema) pueden ser eslabones de contagio en una cadena que transmite sentimientos, algo parecido dice Platón sobre los poemas y los rapsodas en el Ion.)
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