miércoles, 25 de marzo de 2009

Chema Madoz | propuesta de Carmen

......Comentario

Tenía en la mente esta fotografía desde que apareció en escena Bertold Brecht y leí vuestros comentarios. Sé que no es exactamente lo mismo porque esta imagen no trata sobre la pátina del tiempo, pero a mi me transmite una alegría similar a la que consigue aquel poema y que algun@s habéis señalado, y me reconcilia secretamente con muchos de mis objetos cotidianos.

Con sus metáforas Chema Madoz reclama un lugar en el mundo para lo aparentemente insignificante. Propicia que reparemos en la inmensa grandeza de cada cosa, del prendedor, de la cerilla, de la escalera. Me fascina que nos presente los objetos que usamos a diario como si nos encontráramos a alguien del trabajo fuera del trabajo. Os recomiendo la página de este gran poeta visual: http://www.chemamadoz.com/gallery1.htm

Cuando me pongo los prendedores me miro en el espejo y sonrío. Ya sé que son otra cosa, ahora son cómplices de mis mañanas. Saludos.

9 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

Un agitado mar de pelo, una tormenta de prendedores, un haiku visual. Chema Madoz aprendió del maestro, Joan Brossa. Una imagen por mil palabras, justo lo inverso de lo que persigue la poesia, una palabra por mil imágenes. Por eso la poesía visual es el espejo oscuro de la poesía. Un amigo de Nuño y mío, Antonio Gómez, otro, o el otro, de los discípulos de Brossa, intenta cultivar ambos géneros a la vez. Sus poesias-objeto (en una de estas propondré una)son objetos-poesías, como las fotografías de Chema Madoz, a quien admiramos tanto hace tanto.
Y sí: los prendedores. Me fascinaban de pequeño, me siguen fascinando, no puedo sino agarrarlos y jugar con ellos, Freud dirá lo que significa. Nunca los pensé como gotas de lluvia o lágrimas sobre el pelo, pero tal vez sean precisamente eso.
Las esculturas de Carmen son también poemas objeto u objetos-poemas. Propongo que cultivemos un poco más la poesía visual/táctil.

Beatriz dijo...

Yo no estoy muy entrenada en la lectura de poesía visual, por eso me encanta que aparezca en el blog porque me invita al descubrimiento!!! En este caso concreto el poema me provoca inquietud... ¿Por qué la lluvia de ganchitos va en sentido inverso? ¿Atacan la cabeza como si fueran Los Pájaros? ¿O salen de ella para ser libres y dejar que la melena flote? Es cierto que el poema me transmite energía vital, pero también me invita a hacerme preguntas, me habla de la mirada como incerteza...

Nuño dijo...

El verano pasado, en un acto del "PAN", nos regaló, Antonio Gómez, al que se refiere Fernando, a los asistentes un objeto-poema: dos relucientes eslabones de una cadena, prendido de uno de los anillos a modo de colgante, como si de una etiqueta se tratara, un telegráfico poema dedicado al compromiso del amor conyugal. Para remediar un "olvido" de mi parte, el autor me permitió prender una copia de su poema, ante la falta de los originales, a dos eslabones, ahora herrumbroso, de una vieja cadena y entregárselo a unos amigos. Y lo que les puse en mano nada tenía que ver con el objeto-poema de A. Gómez: cadena, brillantez y largo compromiso, objetos y memoria que al conjugarse en la acción poética de A.Gómez mostraban un mundo de analogías, metáforas y paradojas. El juego y la magia residía en la intemporalidad del brillo de los eslabones frente a la temporalidad caduca del compromiso. Lo que yo di, en cambio, a mis amigos fue la herrumbre, es decir, la temporalidad junto a la otra temporalidad de la promesa matrimonial. En fin, deshice el "encanto", traicioné la magia y regalé simple calderilla.

Traigo a colación todo esto con la intención de reflexionar un momento sobre dos rasgos que me parecen significativos en la creación visual de Ch.M.: la complejidad y la fragilidad. Dislocar objetos (horquillas, cerillas, escaleras...), sacarlos de su mundo natural y de sus viejas funciones y resituarlos y colocarlos en un nuevo lugar, en un otro orden sujeto al criterio del artista y al juego de las percepciones poéticas previstas y, además, sublimado todo por el objetivo fotográfico: demasiado complejo todo ello. Y en fin, fragilidad porque los cultivadores de esta poesía visual habitan un mundo de fronteras volátiles, donde lo natural parece a veces accidental y la accidental a veces una pérdida irreparable: la fragilidad de los objetos cotidianos al dislocarse reside en la pérdida de su melancolía por una forma de elegía en su nueva residencia; fragilidad que a su vez reafirma la sensación fronteriza del experimento poético del autor. "Lo insignificante" a lo que se refiere Carmen se hace, pues, muy preocupante.

Perdonadme por tanto abuso. Y salud para tod@s.

Josep E. Corbí dijo...

1. Gracias, Carmen, por darnos a conocer los trabajos de Chema Madoz, de los que no tenía noticia. Me han gustado mucho el de la escalera que se apoya en una muleta, el tú cuyo acento es una navaja y el piano que juega con un tablero de ajedrez.

2. En el que tú nos propones, sentí en primer lugar que las horquillas aspiraban a herir el mar, como las bombas lanzadas desde un avión, pero que el mar era invulnerable. También vi una tormenta marina y la zozobra que le acompaña; pero, después, una raya que, en la pantalla del ordenador no acababa de identificar, apareció como un agujero en el centro del círculo y lo que antes parecía una representación plana de la Tierra, se convirtió en un botón. La tormenta que me atemorizaba quedó reducida a un dibujo y la marejada se convirtió en un cabello que deseaba acariciar. Después vi que las horquillas volaban y querían escapar, infructuosas, del mar, del botón o de la tierra; y, en cambio, los cabellos se extendían sin límites y adivinaban un cuerpo agitado, cotidiano, hermoso. ¿Y las nubes del fondo?

meteco diletante dijo...

Pensé que no podría sacarle nada al poema visual, no podía dejar de ver en él un viejo single de vinilo, y más tarde un CD; no lograba pasar a otra imagen más sugerente. Me tomé muy en serio la tesis de que cuando algo es arte, si no se produce ninguna experiencia estética, aunque sea de muy baja densidad, el fallo no está en la obra, sino en el espectador. Así que he vuelto sobre la imagen un poco cada día, hasta que hoy me ha invadido la calidez de unos recuerdos mientras contemplaba la maraña de pelo; valga el ir a un tiempo pasado como experiencia estética.

Cuando llegué a la facultad había estado 11 años trabajando en oficinas con unas compañeras de trabajo que me doblaban la edad, y excepto una, que lució desde siempre un pelo largo, rubio y rizado, el resto de mis compañeras optaban por un pelo corto bastante castigado, supongo que de tanto tinte y tanta peluquería, y sobre todo uniformes, según la moda. Volver a la facultad supuso volver a estar rodeado de pelos largos, frondosos, enmarañados, esponjosos, brillantes, y sobre todo a una infinita variedad. Cuando llegaba somnoliento algunas mañanas a clase, me gustaba sentarme de los últimos, y todavía dudando entre la vigilia y el sueño, me ponía a observar los pelos de mis nuevas compañeras. Era algo que no podía evitar, y hubiera podido pasar horas contemplando la belleza de esos pelos. Me atraían sobremanera los desarreglados castaños, los estratos que formaban en su solaparse unos a otros al azar, los cambios de matiz al coincidir distintas longitudes. Me detenía en los moños atravesados por lápices, de repente un lápiz cualquiera cobraba una nueva apariencia, más bella, y los mechones que no habían conseguido enganchar en el moño caían graciosamente por detrás de las orejas o la nuca. O en los mantos de pelo lacio y negro, siempre tan imperativos y ordenados, los pelirrojos siempre tan excesivos... La luz vigorosa de la mañana obraba en ellos filigranas y arreglos cambiantes, y yo sentía que no podía estar en otro sitio mejor.

La maraña de pelo del poema me ha devuelto por unos instantes a aquellos momentos, volviendo a sentir por un breve momento aquella sensación somnolienta, colmando un momento sin dejar vacío alguno, con la satisfacción de tener conciencia de haber aprovechado la estética de aquellos momentos, agradecido al arte que permite estos bucles de la memoria.

Saludos.

Nuño dijo...

Me alegra, Pepo, que te guste, como me pasa a mí, la propuesta de Carmen. Y para que sigas con ese placer juega a visionar la muestra otra vez, pero con un aumento del 400% en la dirección electrónica que nos da Carmen. Verás lo que descubres.

gotamarina dijo...

me gustó mucho la propuesta, estuve mirando la galería de Chema Madoz y cada fotopoema sugiere miles de interpretaciones, son muy atractivos. Hace unos meses atrás ya no me acuerdo quien me envió un pps con ya no me acuerdo qué texto ilustrado con fotografías de Madoz, me acuerdo que me impactaron muchísimo las fotos: señal que lo bueno sobrevive al medio en que se propaga (le tengo un poco de manía a los pps que abundan por la web, la mayoría no los miro, pero tampoc los borro, porque a veces traen algo bueno). Me gusta mucho el pelo de esta imagen, y los "prendedores" (yo diría "horquillas", para mi los prendedores son esos adornos pequeños que se enganchan en la ropa, en la solapa de un traje por ejemplo) junto con el pelo ondulado me hace acordar a mi abuela Elena, siempre tenía el pelo recogido en un rodete con innumerables horquillas, pero algunas pocas veces en mi vida la vi con el pelo suelto y era ondulado como el de esta imagen, pero gris.
Buenas noches.

Josep E. Corbí dijo...

Muchas gracias, Nuño, por tu sugerencia.

Nuño dijo...

Perdonadme. Me releo y donde acabé diciendo "preocupante", tachadlo y poned "inquietante". Gracias.