miércoles, 18 de marzo de 2009

Matsuo Basho | Propuesta de Marina

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Haiku de las Cuatro Estaciones


Primavera

No pertenece
ni a la noche ni a la mañana
la flor del melón.

……………………….

Desde el fondo de la peonía
de mala gana
sale la abeja.

……………………….

Un leve instante
se retrasa sobre las flores
el claro de luna.

……………………….

Brisa ligera
apenas tiembla
la sombra de la glicina.

……………………….

Al olor del ciruelo
surge el sol
sobre el sendero de montaña.

……………………….

Incluso al día siguiente
de la tormenta
los pimientos son rojos.

……………………….


Verano

Viene a verme aquí
desde el vivero
una voz de sapo.

……………………….

Silencio
la voz de la cigarra
penetra las rocas.

……………………….

Desde la punta de la yerba
tan pronto como cae
emprende vuelo la libélula.

……………………….

Qué fresco este muro
contra las plantas de mis pies
durante la siesta.

……………………….


Otoño

Al oscurecerse el mar
la voz del pato salvaje
apenas es blanca.

……………………….

Nadie emprende
este camino salvo
el crepúsculo de otoño.

……………………….

La tormenta arrecia
la cara de alguien
empapada.

……………………….


Invierno

Nieve matinal
los puerros marcan el nivel
en el huerto.

……………………….

Se ha escondido
en el bosque de bambú
el viento de invierno.

……………………….

Y ahora
vamos a contemplar la nieve
hasta caer agotados.

……………………….

Las ráfagas de invierno
se abisman en los bambúes
y se calman.

……………………….

No olvides nunca
el sabor solitario
del rocío blanco.

……………………….


Traducción de Francisco F. Villalba a partir de varias fuentes japonesas y algunas traducciones al inglés, francés y español.

.........Comentario

La primera vez que supe de la existencia de los haikus (o haikai en el plural japonés) fue a tierna edad leyendo una revista de la UNESCO con artículos sobre caligrafía universal, donde se señalaba que un verso que traducido al castellano sería algo como “En el extremo de la rama florecen los hibiscos” en la caligrafía japonesa está formado por cinco ideogramas que progresivamente van de uno simple, de pocos trazos, hasta uno final muy complejo y de muchos trazos, representando plásticamente lo mismo que dice el verso, y de verdad que mirando los ideogramas daba la impresión de estar viendo una flor abrirse (no tengo ya conmigo, como para poder incluir ahora el ejemplo, ni la revista ni una copia de los ideogramas, aunque los conservé mucho tiempo). Cuento esto como introducción a lo que quiero decir: no siento que les esté ofreciendo ningún haiku real de Matsuo Basho, sino objetos que tienen una relación muy distanciada con los haikus reales. Para apreciar los verdaderos haikus sería necesario saber japonés (y del 1600, no actual), probablemente también imbuirse al menos un poco de la cultura japonesa de la época y la filosofía zen, leerlos de los ideogramas para poder apreciar su calidad plástica, y quién sabe cuántas cosas más. Pero bueno, aún partiendo de la base de que no estamos leyendo realmente a Basho sino unos textos inspirados en sus haikus, estos textos me gustan, me transmiten un estado de contemplación que me gusta mucho, y por eso los propongo. Es semejante a lo que pasó con los poemas de Rumi que propuso Bea: no sé persa, no conozco la cultura de la época, no sé nada sobre Rumi, pero esos poemas me encantaron.
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7 comentarios:

meteco diletante dijo...

Supongo que la hora en la que leo el poema tiene lo suyo, con el sol remontando los pinos, los juegos de sombras y luces del amanecer sobre el huerto de mi vecino, los cantos de los pajarillos y todo eso…no podría haber tenido una mejor coincidencia horaria para leer un poema zen.

Últimamente en el seminario de Hegel tenemos bastante orientalismo, tanto por ser rigurosos con el tema, como porque asiste un chino al seminario que a la mínima que ve una coincidencia nos ilustra con textos chinos, especialmente del Tao De Jing, de Lao Zi. Compruebo que por caminos occidentales llegué a posiciones orientales y desde hace un tiempo me están entrando ganas de acercarme a sus grandes textos, tanto del Tao como del Zen.

Es la primera vez que leo un haiku con atención y tranquilidad. Lo volveré a hacer a lo largo de esta semana, pero de momento, como primer comentario, lo que más me llama la atención, aparte de la “pintura” a trazos que nos ofrece, muy del gusto de Marina y Bob Dylan, me tiene fascinado el uso tan sistemático que hace del hipérbaton. Nunca le vi la gracia a esa figura retórica, me suele molestar bastante cuando la encuentro en la poesía occidental, suelen estar ahí como un ripio con el que te tropiezas. Pero al tener que leer casi todas las estrofas como un hipérbaton, excepto algunas pocas, me he tenido que preguntar si los japoneses piensan así, y como es una pregunta que no me puedo responder me he tenido que preguntar en qué cambia la cosa si se escribe siempre en hipérbaton.

Tengo que decir que me gusta el resultado. Por ejemplo, estos tres:

Desde el fondo de la peonía
de mala gana
sale la abeja.

……………………….

Un leve instante
se retrasa sobre las flores
el claro de luna.

……………………….

Brisa ligera
apenas tiembla
la sombra de la glicina.

Siempre explico sintaxis a mis alumnos insistiendo en la conexión con el mundo, en que el lenguaje tiene esa sintaxis porque en el mundo los hechos se dan en ese orden, los hechos tienen esa estructura (hay que economizar y no liarlos mucho, sé que es más complejo y aquí habría mucho que discutir, la teoría figurativa del lenguaje, Wittgenstein y tutti quanti...). Hay un sujeto que realiza la acción, eso es lo importante, y luego ya se ve sobre qué recae la acción y en que circunstancias se da, de forma que los complementos circunstanciales siempre aparecen como lo más prescindible, lo más accesorio. En este poema, o bajo esta forma de pensar oriental, parece al contrario, lo más importante parece el complemento circunstancial, primero se nos da la imagen, un paisaje, un modo, una característica del tiempo, y en él ocurrirá una acción. Es como si lo importante es que hubiera mundo, circunstacia, y luego si se dan acciones en él y hay sujetos que las realizan, pues mejor o peor, ya no lo sé, ahora me tiene confuso. En fin, seguiré dándole vueltas esta semana.

Saludos.

Fernando Broncano dijo...

No querría irme de largo puente (a los madrileños nos sueltan esta tarde hasta el domingo) sin dejar el leve sentimiento que me provocan los haikai (gracias por la aclaración sintáctica) que nos ha propuesto Marina: me ocurre un complejo proceso de movimientos mentales cuando los leo (me ocurre siempre con un haiku): primero una sorpresa que nace de cómo el poeta subraya un acontecimiento siempre muy entre lo olvidado y lo a mano. Despues viene un quedarse colgado en la dinámica del terceto, el segundo verso es como si te elevara y el tercero te dejase caer en un abismo de emoción. Por fin te quedas cuidando el misterio que el haiku te propone:
No olvides nunca
el sabor solitario
del rocío blanco

Me gustaría llenar algún camino de haikai con los que el paseante se encontrase al cabo de algún tiempo y le convidasen a celebrar el mundo con ese detalle que sólo el haiku consigue.
No soy proclive a las cosas de oriente y occidente: las chinoisseries son construcciones occidentales barrocas, son parte de un imaginario que tenemos, entre otras cosas por el pudor de no haber sido capaces de seguir una senda mística que desapareció dejando mucho hueco. Pero hay en el haiku un detenimiento ante el juego de lo externo y lo interno que no tienen los poemas más voluntariosos que encontramos en la tradición occidental. Estos que propone Marina son bellísimos, aunque no podamos sentir el muy normativizado ritmo japonés, ni gozar de la grafía. Lo que en cierto modo contradice al espíritu del haiku pues libera la emoción de la atadura de la lengua.
En fin, y ahora/vamos a contemplar la nieve/hasta caer agotados.
Gracias Marina.

Nuño dijo...

Tengo un ciruelo asilvestrado en Morille y estos días no puede ya con su flor. Leía esta mañana bajo su copa esa delicia que nos ha regalado Marina y el ciruelo no cesaba de nevar. No pude entonces dejar de pensar qué distinto era el momento en que M.B. sintió el olor de su ciruelo mientras que a mí lo que me maravillaba de mi ciruelo esa su nevar. Y sin embargo, por lo que respecta a la poética del haiku, no creo que se dé esa diferencia porque la identidad de ese modo de estrofa silábica hay que buscarla en el sutil "calambrazo" de mostrar lo más sencillo, lo que hemos hecho costumbre de tanto ver, como algo nuevo, habitado por otra magia. Y así mi ciruelo nieva por primavera y el de M.B. huele tanto que hace nacer al sol. Qué pena no ser poeta y poder cantar como M.B. Y sobre todo qué pena no saber escribir con la grafía japonesa y su sacralidad.
Salud para tod@s.

Beatriz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Beatriz dijo...

Yo Marina poco tengo que decir. Tu propuesta conecta con mi búsqueda constante de la sencillez y la felicidad que se desprende de contemplarla, amo el haiku desde hace mucho tiempo, como también me fascina esa caligrafía que no entiendo. Cada día tengo más chinos en clase, la UAB tiene varias sedes allí, se sientan en primera fila y ver cómo mis palabras se transforman en ideogramas me fascina. Esta mañana he dado un largo paseo en bici, como dice Nuño los árboles están ya en flor y no podía pensar más que en el haiku y si sería capaz de escribir uno...

gotamarina dijo...

Bea, me imaginé que te iba a gustar la propuesta, porque si no es un haiku "poesía de lo mínimo", como decís siempre, no sé dónde la hay! Yo también estuve paseando hoy en bici pero no me dio por la poesía sino por la filosofía en plan amateur. Y después del paseo me tiré a descansar en la hamaca paraguaya colgada entre el cerezo y el olivo y miraba sobre mi cabeza las ramas del cerezo entrelazadas y llenándose de florcitas blancas, y me acordé del ciruelo de Nuño que nieva en primavera, y del camino de haikus de Fernando, y el universo circunstancial y sin sujetos de Meteco... felicidades a todos! y Feliz Primavera!

meteco diletante dijo...

Ya que estamos tan naturalistas, yo también estuve pensando en los haikus durante los paseos por el bosque, y todo me hizo pensar que sí, que así es, que así se habla cuando se contempla la naturaleza, que más que un pensar japonés u oriental la forma del haiku muestra la forma como miramos el mundo natural. Uno se queda mirando un fondo mientras pasea o se sienta bajo un pino, a veces viendo y a veces sin ver, y de repente algo se mueve en ese fondo, una animalillo, insecto, o una sombra, o viene un olor... algo que llama la atención, y con eso se cierra el terceto.

Por el contrario, en la ciudad siempre estamos pendiente de las personas y de lo que hacen, rara vez dejamos la mirada perdida en un lugar para que luego ocurra algo, solemos estar pendientes ya de lo que pasa, pues siempre está pasando algo.

Todo esto que digo es muy ingenuo, la libre reflexión estética en voz alta de la semana (o el hacer ruido de la semana). Conecta un poco con la de la semana pasada, con la del número que da el mar la semana pasada, nunca se puede encontrar un número semejante en la ciudad, sólo el que da lo humano, que no suele ser muy grande, últimamente míseros...con lo de la crisis.

saludos