miércoles, 20 de mayo de 2009

Clara Janés | propuesta de Nuño

.Cuando en mí te despliegas como ave

Cuando en mí te despliegas  como ave
y abarcas hasta mis cabellos,
¿cómo puedo ser aire,
nube de pronto,
de pronto lluvia
y torrente
y derribarte?
¿Cómo desvanecerme
cuando después clarea?
                  Creciente fértil  (1989)

ANTES de que irrumpa la luz
y su inquieto diálogo con las sombras
pueble los valles del reposo,
amurallo la niebla y el silencio
y me amurallo en él
para que el amor crezca,
sólo doy paso al canto de los pájaros.

OH MONTE, qué sucede,
mi soledad está llena,
todo es belleza creada por mis ojos,
todo es de luz,
presente en el inmóvil punto.
Oh monte,
un verso inesperado me acomete:
no existe el mar.

OCULTO amado,
agua de lluvia,
aliento que mi tierra vivifica,
fuego y aura
desbordando en mis gestos, 
nada más necesito,
teofanía es mi transparencia, 
Clara, Clara es mi nombre, 
cada día crece mi amor.
                (Rosas de fuego, 1996)

.........Comentario
Quise, durante unos días, huir del “mundanal ruido” y me refugié en mi camáldula de Morille con la intención de refrescarme y sosegarme con la poesía  de  Clara Janés Nadal. No tardé mucho en convencerme de que, al lado de la poeta,  se echaba en falta la  presencia Juan de la Cruz y de  Frederic Mompou. Así que convoqué a cada uno de ellos, con sus “abalorios” distintivos (C. J., con sus poemarios posteriores al 1979; J.de la C., con su “Cántico espiritual”; y  F.M., con su ciclo para piano “Música callada”)  y yo, como  anfitrión, sin más “abalorio”  propio que  el de procurar buscar las cuentecillas que se repetían en los “abalorios” de los tres convocados, con el deseo de mostrar  el hilo de los más leve, aquello que hace que cada uno se parezca al otro y, sin embargo, sea cada cual dueño de aplicarlos a su aire, porque la virtud del “abalorio” no reside en la cuentecillas en sí, sino en  la disposición de su  diseño.  
Los tres recurren a la regla de la pobreza en el adorno, al uso casi aforístico del lenguaje, lejos de todo discurso (J.de la C.y la austeridad léxica; F.M. y la música con las notas menos posibles; y C.J., que expurga el diccionario y desciende al suyo propio, que depura la sintaxis y algunos signos de puntuación y que se inclina por un abanico, cada vez más cerrado, de términos lingüísticos: silencio en fin y levedad).
Pero el diseño de esas cuentecillas, el tono y el timbre, el sentimiento sobre la razón, nos hace temblar, nos subyuga y conmueve, cerramos los ojos para disfrutar de esa “música callada” o para recordar el silencio de esa “poesía callada”: eso que dice ”la música callada,/la soledad sonora,/la cena que recrea  y enamora”(J.de la C.); “¿Cómo desvanecerme/cuando después clarea?”, o  “Sólo doy paso al canto de los pájaros”, o  también  “Oh monte, qué sucede,/mi soledad está llena” (C.J.).
“Clara es mi nombre”,  canta la poeta y nada hay de vacuo en esta “a-clara-ción”, sino más bien la marca, el sello, el exlibris muy personal de C.J.. Lo que “clarea” en  estos poemas es esa definitiva claridad y transparencia, trémula levedad a la que ha llegado en su última etapa, fruto de la depuración, de la renuncia, de la intensa reflexión poética y de su decidido “caminar hacia Oriente” como “pasajera del amor”. Al modo de C. Rodríguez, la poesía  es un don, nunca gratuito y, más allá de la belleza formal de las palabras, una  inesperada revelación que te obliga a volver a cantar con C.J.
Perdón por tanto. Espero que lo disfrutéis.
.

5 comentarios:

Josep E. Corbí dijo...

"amurallo la niebla y el silencio/ y me amurallo en él/ para que el amor crezca / sólo doy paso al canto de los pájaros"

De una de las paredes de la habitación donde estudio cuelga, una foto del Monasterio de Poblet con los campos nevados. Murallas y silencio. No creo que pase el canto de los pájaros. Está allí la foto para recordarme una forma de silencio amurallada y doliente.

A su lado una reproducción de 'Mujer en azul leyendo una carta' de Vermeer. La carta que la mujer lee, el mapa que cuelga de la pared, la vida que crece en su seno, miran hacia fuera:

"Oh monte,/ un verso inesperado me acomete:/ no existe el mar"

La habitación sin ventanas, la mirada atenta y reposada sobre la carta, habla del eco del mundo en el interior de la mujer y de la levedad de ese contacto, en el que se concentra toda nuestra existencia al tiempo que se desvela como apenas nada:

"¿Cómo desvanecerme/ cuando después clarea?"

La foto del Monasterio me dice de dónde vengo, la de Vermeer hacia dónde quiero ir. Mi paso por los montes es, en cambio, solo incertidumbre:

"Antes de que irrumpa la luz/ y su inquieto diálogo con las sombras/ pueble los valles del reposo



El cuadro de Vermeer lo teneis aquí
flickr.com/photos/87591432@N00/119306235/

Y una foto de las murallas del Monasterio de Poblet
www.flickr.com/photos/alisal/3448022607/
Eliminar marco

Fernando Broncano dijo...

Tiene Clara Janés la belleza de la mujer madura que tenía también Susan Sontag, y que no es sino la transparencia en la piel de un mundo interior al que te gustaría asomarte para abismarte en él. Tiene razón Jesús en que hay que leerla teniendo al lado a Juan de la Cruz o la poesía mística o la poesía medieval árabe. Sus versos están llenos de mirlos, de bosques y de aires, siempre son formas simbólicas de ver el mundo que te ofrecen ascender a una realidad que ignoras si tienes la paciencia y la atención necesaria.
Ave, cabellos, nube, lluvia, torrente, luz, sombras, valles, pájaros, murallas, monte, mar, agua de lluvia, fuego, aura: en pocos versos está toda la belleza de las mañanas.
El cielo debe ser que Clara Janés te despierte leyéndote un poema.

Mª Jesúsearerine dijo...

Me agrada la sencillez de estos versos, el bucolismo que rodea la emoción, el léxico preciso que subraya la levedad del instante. Su lectura me provoca bienestar, la voz sin estridencias de C.J. me llega intima y tranquila.

"Todo es belleza creada por mis ojos,
todo es de luz"
Esta mañana ha llovido, una pequeña tormenta ha envuelto el aire en gris, y los colores vivos de las flores -rojos, amarillos, rosa, verdes - se han recortado sobre ese fondo. Diez minutos en los que mis sentidos se han llenado de belleza sin ser mis ojos los que la creaban: algo hermoso del mundo ha venido a mí. A veces sucede que el impulso nos llega desde fuera y no es solo un estado de ánimo el que nos permite ver.
Si Juan de la Cruz está presente, como dice Nuño desde su amado Morille, la delicadeza en la elección de la naturaleza que nos transcribe me recuerda aquella forma en que Sei Shônagon captaba la belleza y la unía al sentimiento o lo provocaba : la sola enumeración de palabras como aire, nube, lluvia, torrente, valles en reposo, canto de los pájaros… puede evocar y hacernos sentir la plenitud que todos ansiamos. Ya lo ha comentado Fernando antes con mucho acierto.
C.J oculta a su amado sabiamente y escapa del elogio romántico del otro. Me parece un acierto poético y personal. También la elección, Nuño.
Que disfrutéis allá donde estéis,ya veo que sois muy andariegos.
Y un hermoso comentario, Pepo, íntimo y lúcido.

Con mis mejores y afectuosos deseos.

Beatriz dijo...

Me sabe mal no tener más tiempo para el blog últimamente, pero la vida académica me tiene superada, una de las cosas que más añoro es poder volver a ejercer una mirada de las cosas sencillas como la propuesta por Clara Janés, una escritora que siempre me conforta. Así que quería dar las gracias a Nuño por permitirme que la recuerde en este tiempo de caos laboral, aunque sólo sea leyéndola en horizontal, y a todos los que habési completado sus palabras con las vuestras. Afortundamente mi estrés tiene fecha de conclusión, así que guardaré estás palabras para recrearme en ellas másadelante.

meteco diletante dijo...

Las propuestas de Nuño siempre me platean una exigencia extra, un esfuerzo para hallarme entre los elementos de sus poemas propuestos, para sentir una emoción rodeado de imágenes tan etéreas. Hoy ese esfuerzo ha dado sus frutos, sobre todo, con la tercera estrofa: "mi soledad está llena..."

La segunda estrofa me ha hecho pensar en determinados momentos de la naturaleza, donde todo parece confabularse para señalar ese momento como único. Me ha recordado mucho al "Rayo verde" y a "La hora azul", de Eric Rommer, dos momentos en la naturaleza, uno al atardecer y otro al amanecer, en los que durante un breve instante todo se silencia.

Como Beatriz, me hallo en un mes difícil y me cuesta encontrar el comentario sin que una voz me reclame para hacer otras cosas. Llega el mes donde todo se decide, junio, y es difícil contener la cabeza en nada. Me quedé con ganas de comentar la semana pasada el poema de Fernando, me gustó mucho y el tema del dualismo-monismo es algo recurrente en mi pensar, me hubiera gustado comentarlo pero en medio del trajín de estudios y trabajos no hallé las palabras. También me quedo ahora con las ganas de comentar el cuadro de Vermeer, la tremenda belleza de ese cuadro, anticipándose dos siglos a cuadros como los de Wishtler en las composiciones de color.

Espero que pronto llegue el tiempo de la chicharra y el grillo para diponer de más tranquilidad de lectura, para arrastrame de tumbona en tumbona con un buen libro y los poemas semanales de pan de humo.

Un saludo.