miércoles, 13 de mayo de 2009

Marguerite Yourcenar | propuesta de Fernando

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HOSPES COMESQUE

Cuerpo llevando el alma, siempre vanamente
Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar;
Corazón infinito en el cáliz naciente;
Boca que busca el nuevo verbo de besar.

Mares de navegar, fuentes para beber;
Trigo y vino ritual en la mesa mezclados;
Refugio de dulzura el vago adormecer;
Tierra que se despliega en los pasos alados.

Aire que me llenas de espacio y de equilibrio;
Nervios por donde viaja el cóncavo delirio;
Mirada interrumpida en el vasto universo.

Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos.
No puedo no querer la sombra que tenemos,
No apresar con ella el resplandor de un verso.

................Versión de Silvia Barón-Supervielle

Comentario

No quisiera que las preocupaciones filosóficas invadieran la lectura de este hermoso poema de Yourcenar, en particular el rechazo a una idea cartesiana de dualismo mente-cuerpo. Habla para mí este poema de la experiencia de extrañamiento que a veces sentimos, a veces siento, con respecto al cuerpo. Ya sé que somos un cuerpo, pero también nos extrañamos de él, como nos extrañamos de la mente, y nos extrañamos de nuestro mismo ser y de nuestro mismo extrañamiento. Me gusta del poema el ir y venir de la experiencia: alejarse y acercarse, y me parece que en eso consiste la intimidad. Siempre he leído las novelas y diarios de Marguerite Yourcenar como poemas. Casi podría leer este poema como un relato, como una trayectoria corporal. 
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3 comentarios:

Nuño dijo...

Leí en su día "Memorias de Adriano" como la memoria, en auqel tiempo, de todos nosotros. Y ahora me doy cuenta de lo ingratos que a veces podemos ser los lectores que al cerrar las pastas del libro que tanto nos ha gustado es como si cerráramos las puertas de nuestro ser para guardar intacto el placer de aquella lectura y no abrirlas por miedo a su contaminación. Esto me impidió añadir a aquel placer "cerrado", este nuevo que ahora siento motivado por el "Hospes comesque" que mos propone Fernando y los seleccionados en Amediavoz.
Canto convencido con M.Y. "Mares de navegar, fuentes para beber" porque cuando estoy en el mar me asalta siempre la idea del desperdicio (me digo o susurro a mi mujer: tanta vastedad de agua y tan pocos barcos); o si ando por la sierra, camino por ejemplo de Pinedas, me duele ver tan pocas fuentes y cuando descubro alguna bebo para cumplir el rito de saciar la sed y olvidar que son tan pocos sus bebedores porque las fuentes se hicieron para beber.
Canto también, "enternecido", con M.Y. "Cuerpo, compañero, juntos moriremos", sombra y ser, belleza y poesía, última etapa de esa trayectoria a la que se refiere Fernando.
Y en fin, tratar al cuerpo como "hospes" y "comes", como el que hospeda y el hospedado o como compañero o aliado, como algo que se siente limitado y que conviene resituar (esa "Boca que busca el nuevo verbo de besar", bellísima imagen de una ausencia corporal) y el mismo dolerse de su olvido, me animan a hacer de este soneto una lectura muy cercana a la atmósfera cernudiana de "La realidad y el deseo".
Salud para tod@s.

Mª Jesúsearerine dijo...

También mi relación con Yourcenar fue, durante unos años, muy intensa. Sus textos me enseñaban a vivir y a conocer, y este es un placer que pocos autores producen … y la sorpresa en cada palabra, la emoción del descubrimiento.

Aunque la vastedad de su cultura realzaba la vastedad de mi ignorancia y me exigía un esfuerzo suplementario para entender sus textos, no dejé de leerlos con el asombro que siempre me produce el conocimiento. Hoy sigo siendo una ignorante (lo constato con bastante pudor), y me sigo acercando a sus palabras, pero ya de otro modo, con menos veneración y dando más importancia al todo que a la cita.

Leo los versos como una celebración de la carne, del placer que entra por los sentidos y de la fugacidad de nuestro ser reducido a la sombra, extrañamiento de la vida más que del cuerpo.
Es muy bonita tu propuesta, Fernando, y tu lacónico comentario despierta el interés por el extrañamiento que a veces siento por los objetos, por las cosas con las que me relaciono de manera subjetiva, como con la relación que mantengo con mi cuerpo y el de los otros, relación subjetiva donde las haya.
Y ya que he hablado de citas, ahí van dos.
De Fuegos “Por las noches, en los tugurios a donde vamos juntos, tu cuerpo desnudo se parece a un Angel encargado de velar por tu alma”.

¿Cabe mayor subjetividad?

Como dice Brodsky después de los cincuenta, al mirarnos en el espejo, mezclamos metafísica y estética. Es broma…pero creo que comienza a ser verdad.
Besazos a tod@s

Josep E. Corbí dijo...

1. La última estrofa me habla de una despedida, busca reencontrarse con su cuerpo ahora que este desfallece. Esta estrofa me hizo recordar el primer párrafo de *Las memorias de Adriano*, que os transcribo. Se esfuerza Adriano por aceptar su enfermedad, pero el esfuerzo mismo desvela el fracaso de su empeño:

"Querido Marco:

He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un luecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara para morir de una hidropesía de corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iolla, que me atendió durante su ausencia. Es difícil ser emperador ante un médico, y también es difícil conservar la condición de hombre. El ojo de Hermógenes sólo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz.... Amo mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios. Pero ya no cuento, como Hermógenes finge contar, con las virtudes maravillosas de las plantas y la dosis exacta de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente. Este hombre, tan sutil sin embargo, abundó en vagas fórmulas de aliento, demasiado triviales para engañar a nadie. Sabe muy bien cuánto detesto esta clase de impostura, pero no en vano ha ejercido la medicina durante más de treinta años. Perdono a este buen servidor su esfuerzo por disimularme la muerte. Hermógenes es sabio, y tiene también la sabiduría de la prudencia; su probidad excede con mucho a la de un vulgar médico de palacio. Tendré la suerte de ser el mejor atendido de los enfermos. Pero nada puede exceder los límites prescritos; mis piernas hinchadas ya no me sostienen durante las largas ceremonias romanas; me ahogo; y tengo sesenta años."

2. Estos mismos días he tropezado con estos otros versos, esta vez de Emily Dickinson:

But no Gratitude
like the Grace -of Death

(pero no hay gratitud
como la gracia de la muerte)

A veces, tengo la sensación de comprenderlos y de que, en ellos, se da la aceptación cuya búsqueda Yourcenar tan bellamente nos describe en su novela, así como el reconocimiento del propio cuerpo que en la última estrofa del poema es algo más que una idea, pero menos que una encarnación.