.
Recreado en tu centro, inteligencia,
yo te siento latirme, rodearme
abiertas ya tus alas
sobre este campo frío que es el hombre.
Recreado en tu centro
siento la piedra, canto
y apoyado en lo triste voy descubriendo la vida.
........
Este islote curtido, este cuerpo,
esta carne precisa, que me salva
de tanta mar amarga
...........(Extractos de Huésped en la materia)
..........Comentario
Cuando llegué a la filosofía lo hice con unas preguntas concretas en la cabeza (ignoraba lo que era la filosofía académica y su imposibilidad de responder a nada). La única condición que impuse a las respuestas era que tenían que venir del monismo, de la materia, mi anterior mundo religioso era una pura escombrera. Quince años después ya tengo las respuestas que buscaba, incluso con el sentimiento de certeza, si sigo con la filosofía es por otras cosas: nuevas curiosidades que me han ido surgiendo, entretenimiento personal, intento de mejorarme, por la belleza de determinados argumentos, la estética de ciertas reflexiones, el placer que proporciona aclarar nebulosas…pero aquello inicial quedó satisfecho.
En el último congreso en el que participé activamente, se homenajeaba a Alfonso Carreño, poeta que desconocía. Estaba su hijo y algunos de sus amigos en vida, se repartieron algunos poemas y asistí a dos ponencias sobre él. Los poemas que cito son de un libro que se llama Huésped en la materia, libro prácticamente imposible de hallar, así que no puedo titular los poemas ni situarlos en el conjunto del libro, sólo tengo fragmentos en hojas que se repartieron. Quizás A. Carreño sea dualista-realista (yo me definiría como dualista-ficción), no he leído suficiente de él, pero una de las cosas que he comprobado durante estos años es, que aún siendo yo monista, la escritura dualista describe bien la experiencia del “yo”, mejor que la monista. Vale, reduzcamos todo a la nada, a la materia, da igual, sea lo que sea el “yo”, en su materialidad, en su finitud, tiene cualidades que hacen que podamos hablar de esa región de materia, del yo, de forma dualista con pleno sentido. Que se destruye la máquina y se destruye el fantasma, bien, pero mientras la máquina funcionaba había un fantasma, o la máquina funcionaba como si cualitativamente hubiera en ella un fantasma.
Heine, después de leer a Hegel, hablaba del “panteísmo sensualista”, situado en el medio de la conciencia faústica. Si materia y espíritu eran lo mismo, tanto daba rendir culto al espíritu como a la materia. Me parece que los extractos que tengo de A.C giran sobre ese punto, sobre la necesidad de seguir pensando y actuando de forma dual, de recibir las alegrías del cuerpo y habitar la aridez del espíritu, aunque éste muera. Quizás, el espíritu sea la única cosa de la que se ha dicho, que por morir, no existe.
.
Hace 15 horas
9 comentarios:
Por no alargar el comentario adjunto al poema, no he solucionado los saltos que hay entre el yo y el espíritu, como si fueran la misma cosa, cuando en filosofía hay que aclarar y precisar esos conceptos cuando se utilizan. Si me he definido como dualista-ficción, quiere decir que sólo me comprometo con la realidad del yo, entendido como unidad de apercepción o lógica, una supervenencia priveligiada de la materia. Cuando me refiero al yo como espíritu, señalo la misma entidad pero añadiéndole gran parte de las propiedades que se han atribuido al espíritu tradicionalmente, como la moralidad y la estética; está sería la parte ficción.
No sé si he arreglado algo con esto, pero entendía que una larga exposición que ajustara todos los conceptos academicamente estaba fuera de lugar aquí. Esto no arregla mucho más, pero al menos detalla un poco esos saltos.
saludos
Si pudiera considerar el "extracto" que nos ofrece Meteco como esencia, al estilo de los perfumes, me sentiría satisfecho con estos diez versos que nos presenta de ese "misterioso" A.C. Pero como suele suceder cuando aplicas en el dorso de tu mano la simple evaporación de una esencia y ya te sientes enganchado al perfume, pues así me pasa ahora con A.C. que necesito algo más que el extracto, que lo poco es demasiado poco y el hormiguillo que ahora siento sé que me obligaráa buscar remedio.
Como del poemario "Huésped en la materia" (título que me encanta), lo ignoro todo, me perdonará Meteco que fantasee un poco sobre la ambigüedad o cierta incertidumbre que me provoca el título. ¿Se declara A.C. ajeno a la materia, ajeno a la poesía? ¿Se siente A.C. como persona alojada en casa ajena, es decir, extraño a la materia, a la fisicidad de su cuerpo? ¿O quizás se comporta como cuando se dice "ser uno huésped en su casa" que en este caso sería como decir que A.C. "para poco en casa", que para poco en la materia, que no le importa nada ésta?
Y pienso que esta ambigüedad en el título se aprecia también en el fragmento del primer poema: ese "canto" del quinto verso puede tomarse como la definición de esa piedra, su redondez o como la acción de cantar, que es la posible opción que a mí me gusta.
Y del mínimo extracto final me sorprende la sabiduría constructiva de los tres versos: la fuerza con que empieza, "Este islote curtido" y con la que termina, "de tanta mar amarga". Hay mucha reflexión y muy poco "milagro" en esta escritura. El milagro está en que con tan poco se me hace tanto.
Salud para tod@s.
Hola! no sé nada sobre este poeta,y como de momento parece que mis contertulios tampoco lo conocen, les cuento que encontré en la web un artículo dedicado a él que parece ser muy completo, donde principalmente se habla de este libro que menciona Meteco. El link es
http://www.um.es/tonosdigital/znum10/secciones/Perfil-molina.htm
No leí el artículo completo sino por encima, deteniéndome en los fragmentos de poemas de Carreño, y encontré versos que me gustan mucho:
Tu savia va por mi adentro
quebrantando soledades.
Qué impecables realidades
enlazadas, sin un centro
común al fugaz encuentro
posible de lo que bulle.
El ser que te sé, diluye
mi soledad en compaña
y tímidamente empaña
la unidad que me construye.
otro:
Esfuerzo que contra la pena se hace el poeta,
paseando en un atardecer por Granada
Por qué penar? Hay clamor
de atardecer en el cielo.
Está el agua en un desvelo
constante, sugeridor.
Y yo en vela, vencedor
de la sinrazón del sueño,
construyo abril con empeño
de palabras bien concisas.
Y así, con voces, con brisas,
Abril me despeja el ceño.
otro:
Vuelan por mi cerebro desconcertados pájaros
con las plumas mojadas en antaños
que estremecen mi vivo. Horas rotas
construyen lo que tengo, archivados
sucesos me delatan, rostros
ciegos me miran. Desde entonces
el alma se acrecienta
de cuerpo y envejece
ese febril conjunto en que me heredo
cada noche a mí mismo.
Este último tal vez sea el que más tiene que ver con lo que plantea Meteco. No soy filósofa, lo poco que sé del problema mente-cuerpo siempre me desconcertó, me intimida hablar de esto ante audiencia tan especializada, y encima tengo ahora demasiado sueño para adentrarme en un tema tan complejoasí que seré breve: en resumen mi desorientación tiene que ver con un par de cosas: entiendo la incomodidad que provoca en el pensamiento moderno el dualismo, pero el monismo me resulta demasiado reduccionista, siento que descuida los dos aspectos de un mismo fenómeno difícil de aprehender: niega la existencia del espíritu pero tampoco se ocupa adecuadamente del cuerpo (como señaló Fernando en su blog hoy, o ayer). Puedo vivir suponiendo que lo que llamamos espíritu es una ilusión del lenguaje y que lo que existe es algo analizable por la ciencia ¿? pero hace falta algo que describa cosas que sentimos y nunca son dichas, algo que podría ser el concepto de energía (que sí acepta la ciencia) pero en un sentido amplio, todavía no completamente explorado. Además, y tal vez a esto se refiere Meteco con su dualismo-ficción, me parece que estamos absolutamente condicionados por nuestro lenguaje, y los idiomas que conozco están estructurados de tal forma que a veces para expresar lo que sentimos caemos en moldes que no son los adecuados, pero son los únicos de los que disponemos, por ejemplo: si digo "mi cuerpo", ¿no suena a que ahí hay dualismo encerrado? Porque ¿quien soy "yo" que dice "mi" como si se tratara de algo "ajeno", como si pudiera hacerse una división entre quien dice y lo que es dicho? Pero ¿cómo cuernos se habla de uno mismo en tanto unidad corporal-espiritual en las lenguas romances? Yo no encontré la solución (tampoco la busque demasiado) pero por lo poco que leí me da la impresión de que Carreño intentó algo por ese lado, y supongo que eso es lo que atrae a Meteco ("el alma se acrecienta
de cuerpo y envejece ese febril conjunto en que me heredo cada noche a mí mismo"). Si hay alguna salida para esta "trampa" del lenguaje obviamente tiene que ser a través de la poesía. Me gusta Carreño, tiene algo en el uso de la lengua que me atrae, una cadencia que me lleva, imágenes que me capturan.
No conocía el link que ha puesto Marina, me sorprende la coincidencia de los fragmentos que he puesto. Tal vez hay una selección clásica (todo lo clásica que pueda ser con un casi desconocido)de sus poemas o fragmentos entre sus estudiosos o amigos, pues coincide mucho las citas de esa página con los fragmentos que yo tengo.
Comparto las sensaciones de Nuño al leer estos fragmentos, ha sido deliciosa su forma de describirlas en términos de esencia. He localizado el libro de "Huésped en la materia" en la biblioteca de Magisterio. Espero ir pronto para fotocopiarlo. De todas formas, es lo que tiene el fragmento, como el pequeño trocito de amarillo en "Vista de Delf" de Vermeer, o la frase de Vinteuil en "À la recherche", tiene que bastar por sí mismo.
No sé mucho de A.C pero puedo imaginar mucho de él después de conocer a sus amigos, especialmente a Chema y a Antonio, con quienes compartí una de las mejores cenas que recuerdo. Fue uno de esos congresos fracasados que tanto me gustan, cuatro días en los que cenamos y comimos juntos los ponentes, que éramos los mismos que los oyentes, excepto el sábado que se llenó. Después de disfrutar tanto con sus amigos, me quedó una pequeña frustración por no haberlo conocido.
Gracias a Gotamarina por ese link esclarecedor que ha roto ese "misterio" y me ha permitido descubrir una "historia" que veo que se repite muy frecuentemente: todavía hay muchos desvanes con muchos tesoros que descubrir.
1. La relación entre el cuerpo y lo que los sesudos han dado en llamar 'inteligencia', me obsesiona desde hace tiempo. Y tengo una sensibilidad desmesurada entre lo que percibo como trampas de la llamada inteligencia para consagrar la escisión de la que a un tiempo esta se lamenta y hace gala.
2. El poema de Alfonso Carreño me remitió desde el primer momento al de Guillermo Carnero, publicado a principios de mayo y sobre un asunto semejante. Aquel me fascinó por su honestidad y creo que también por la sensación que tuve de que, por fin y a trompicones, había traspasado la barrera que nos arrincona en un cuarto oscuro, alejados de nuestros deseos, y en el que nos lamemos las heridas y nos regodeamos en el consuelo de la supuesta lucidez e inteligencia.
3. Alfonso Carreño lo intenta en algún sentido, pero la dureza de su ritmo muestra que el título de su libro es cierto. Su cuerpo es un islote perdido, él dice que le salva, pero yo no acabo de creérmelo. Llamar 'precisa' a la carne, adjetivo de la inteligencia, como si el poeta no hubiese perdido la capacidad de reconocer los adjetivos, y muchos, que el cuerpo merece. Y el primer poema lo siento como una inteligencia que intenta sentirse, pero el hombre 'es un campo frío', en su "sentro siento la piedra'. 'Apoyado en lo triste voy descubriendo la vida', es parece a lo más que el poeta puede aspirar.
4. Algunos de los comentarios han leído estas dificultades del poeta como dificultades metafísicas y, por tanto, irrebasables. Ese es uno de los edificios de la llamada inteligencia. Para evitar el miedo a exponerse a la vida y la vitalidad del cuerpo presenta los barrotes tras los que se agazapa (pues existe la percepción de los barrotes) como metafísicamente irrebasables y el miedo como lucidez y valentía. No es esa mi visión: la escisión entre la mente y el cuerpo no es más que miedo. Un miedo poderoso ha ser castigado por los desmanes a los que, según dicen, nos conducirá el cuerpo, siempre maldito y desacreditado como puro espasmo, carente de inteligencia.
Hoy he ido a por algunos libros a la biblioteca y me hice con "Huésped en la materia". Una de las sorpresas es que antes de ser editado, los poemas fueron leídos y analizados, entre otros, por Antonio Domínguez Rey, con quien también he compartido algunas veladas y sobremesas, tanto aquí en Valencia como en Rianxo.
Otra sorpresa ha sido los versos que cita para iniciar el poemario, de Quevedo:
"Esta lágrima ardiente con que miro
el negro cerco que rodea a mis ojos,
Naturaleza es, no sentimiento."
La otra ha sido ojear muy por encima la "Teoría del color" de Goethe, libro que he sacado para leer este verano con motivo de mi tesis y que en un principio nada tenía que ver con la relación mente-cuerpo. Con sólo una ojeada se puede ver que también en esta obra está en el centro la relación mente-cuerpo.
saludos.
Un coemntario muy rápido porque aunque he abierto varias veces el blog con intención de decir algo, no sabía ( y no lo sé aún) el qué.
Me gusta la concisión, es una dimensión que habíamos explotado poco, salvo en algún haiku,
me gusta menos la primera parte, más filosófica que la segunda, más poética, en realidad pegan mal los dos fragmentos, uno de la mente y otro del cuerpo, como si repitieran el dualismo.
Me gusta la idea de un cuerpo como un islote curtido: la unión de figuras, una geológica, otra epidérmica, me inquieta y sorprende, y la idea del cuerpo como refugio me anima (últimamente estoy trabajando sobre lo contrario, sobre la distancia del cuerpo propio)
Un abrazo a todos que quisiera fresco desde este Madrid acalorado
“Apoyado en lo triste voy descubriendo la vida”. Y no se puede deducir de estas palabras que la vida sea triste: del choque de estos dos términos parece emerger un impulso poderoso que queda potenciado por el descubrimiento. La vida. Nos marcan más los golpes certeros del infortunio que las risas locas de los instantes de felicidad. Creo que es así, y después de esos golpes… envejecemos, nuestro cuerpo por una parte, nuestros sentimientos, nuestra inteligencia por otra. Cada uno a un ritmo distinto, anarquía en nuestro puzle corporal.
Un viejo de noventa años me dijo un día que a los sentimientos no les salen arrugas, y él festejaba la vida buscando cada día el roce de su novia de parecida edad, y se sentía celoso si ella bailaba con otro. Me reí entonces, ahora ya no.
Si alguna vez el cuerpo y la mente viajan juntos seguramente será en esa edad próxima a los dieciocho, en la que todos somos un poco más Ulises que Penélopes. Después el viaje se complica.
Un islote curtido. Bueno, quizá resulte mejor que ser islita frágil, al menos da la impresión que ha salido vencedor de mil tormentas, aunque islote me suene a náufrago y sienta un escalofrío al asociarlo con esta palabra.
Los versos de Quevedo, fascinantes.
Abrazos calurosos y sentidos.
Publicar un comentario