miércoles, 14 de octubre de 2009

Emily Dickinson | propuesta de Josep

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THERE'S a certain Slant of light,
Winter Afternoons -
That oppresses, like Heft
of Cathedral Tunes -

Heavenly Hurt, it gives us -
We can find no scar,
But internal difference,
Where the Meanings, are -

None may teach it - Any -
'Tis the Seal Despair -
An imperial affliction
Sent us of the Air -

When it comes, the Landscape listens -
Shadows -hold their breath -
When it goes, 'tis like the Distance
On the look of Death

***

CIERTAS inclinaciones de la luz
en las tardes de invierno
nos abruman lo mismo
que la música en una catedral.

Herida de lo alto,
no deja cicatriz.
Lo alterado está dentro,
donde mora el sentido.

Nadie puede explicarla.
Es sello de la angustia.
Soberana aflicción
que nos llega del aire.

Cuando se acerca, hasta el paisaje atiende,
y las sombras contienen el aliento.
Cuando se marcha, es como la distancia
en un rostro de muerte.

Comentario

Me cuesta entrar en la poesía en anglosajona, pero Emily Dickinson es una puerta que siempre he encontrado abierta. Ha crecido mi disfrute de sus versos durante los últimos meses, en los que La soledad sonora (edición de sus poesías completas en la editorial Pre-textos, a cargo de Lorenzo Oliván), me ha acompañado a través de los paisajes nocturnos del invierno inglés. Disfruto, en primer lugar, de su ritmo; tan contenido, como su melancolía; tan intenso, como su afán por discernir y hermanarse con lo que siente; y, en segundo lugar, de la sutileza de su experiencia.
El poema parte de un encuentro con el paisaje 'a certain Slant of light' (¡cuántas experiencias de la luz tardía recogidas en esta modesta expresión! En Nueva Inglaterra -donde vivía Emily Dickinson- también atardece temprano cuando se queda el invierno -'Winter afternoons'-) que despierta en ella una experiencia opresiva de lo Otro que es el Otro, cuya expresión es, paradójicamente, un medio igualmente ligero: la música. Esa ligereza agudiza la herida, mas logra que no quede marca, de manera que lo Otro no pueda ser acusado. Los dos últimos versos de la tercera estrofa parecen resumir el estado del alma: “An imperial affliction/sent us of the Air'. Imperial, tanto por la forma de la aflicción como por su origen (lo Otro es el Otro, por quien se erigen catedrales); ligero, por el modo en que se genera, a pesar de su gravedad, la aflicción: a través del aire, como antes surgía de la luz y se extendía con la música. El alma regresa, en la última estrofa, al paisaje. En él se siente escuchada; encuentra un perspectiva compartida desde la que mirar a lo Otro como un enemigo compartido. Sienten pavor ante él; su presencia hace que la respiración se contenga. El poema no es propiamente una descripción de este proceso, sino el ejercicio mediante el que mismo se lleva a cabo y cuya lectura en algún grado reproduce. El poema consigue transformar 'a certain Slant of light', que al principio le oprime como expresión del Otro, en un paisaje tan asustado como ella misma, pero con quien escucha.
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7 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

Observo en los últimos meses que nuestro entusiasmo en los comentarios ha bajado y sospecho que es como todo en la vida: los hábitos nos vuelven al torrente de los trabajos y los días que nos absorbe. No importa: queda la belleza de los poemas que nos roza cuando abrimos el blog aunque solamente sea por la nostalgia de los momentos más plenos.
Emily Dikinson, es, siempre, una estrella de la noche, una llamada desde la oscuridad, un recuerdo de la vinculación con el mundo a través de la poesía.
Tiene razón Pepo (un invierno en Nueva Inglaterra se siente en las inclinaciones de la luz, que comienzan a las 3 o las 4 de la tarde y hacen que el paisaje se estremezca por la intensidad del color). El poema me ha llevado a aquellos melancólicos atardeceres volviendo de la biblioteca bajo los mapples y los olmos, helado, con la luz intensa, anaranjada en la espalda, el suelo húmedo, sonoro por las hojas caídas, atravesando calles victorianas. Cada lugar nos hace con la misma fuerza que los momentos. La soberana aflicción que nos llega del aire es, nada más, el lazo con el que la memonia nos ata al mundo.

meteco diletante dijo...

Aún tengo bastante recientes los cambios de luz en Inglaterra, las puestas de sol, los días nublados, los de tormenta. Lancaster estaba al norte y en verano la puesta de sol era eterna. Allí hice amistad con Brian, un ex profesor de arquitectura jubilado que estaba haciendo una tesis sobre Ruskin, y como el hombre, igual que yo, no tenía nada que hacer allí por las tardes (era de Derby) siempre me proponía excursiones por los parajes de alrededor. Una vez fuimos a ver el atardecer a Morecambe, donde se encuentra una de las mayores bahías de Inglaterra que quedan sin agua por las mareas. Los dos hechos al mismo tiempo, el de un atardecer muy prolongado en el tiempo, junto con la inundación de la bahía a esa hora de la tarde-noche, produce una sensación en el ánimo difícil de olvidar.

Otro día fuimos a Nock-End, un pueblo que realmente era un “final”. Allí parecía que ibas a morir, y al coger el ferry para cruzar una ría sentías estar en la barca de Caronte mientras al contemplar los tonos grises del tarquín, el barro, el agua y el cielo.

El poema me recuerda todo esto. Me llevé allí la “Teoría de los colores” de Goethe para relacionarla con los cuadros de Turner y no podía más que asentir mientras lo iba leyendo, la fortuna quiso que leyera el libro adecuado en el lugar adecuado, siempre es una feliz conjunción. La relación que hace Josep entre música y ánimo, vista y ánimo, era una constante. Otra casualidad fue coincidir con un ensayo de un coro en la iglesia del castillo. Goethe solía pintar una habitación entera del mismo color, de forma que pudiera extraer la sensación que imprimía en el alma. Inglaterra es un país que proporciona espacios monocromos, donde la atmósfera a veces se excede y notas como te oprime. ¡Las dos últimas estrofas, son tan precisas¡

Por último, ya que lo tengo guardado en el ordenador, pongo los párrafos segundo y cuarto del Prefacio de de Goethe:

“Los colores son actos de la luz; actos y sufrimientos. En este sentido cabe esperar que nos ilustren sobre la naturaleza de la misma. Si bien los colores y la luz guardan entre sí relaciones exactísimas, tanto aquellos como ésta pertenecen en un todo a la Naturaleza; pues a través de ellos la Naturaleza quiere manifestarse particularmente al sentido de la vista.

Toda la Naturaleza se revela asimismo a otro sentido. Cuando se cierran los ojos y se aguza el oído, desde el más leve hálito hasta el ruido más ensordecedor desde el sonido más simple hasta la armonía suprema…habla la Naturaleza revelando su existencia, su fuerza, su vida y sus situaciones…”

Si a esto le aplicamos la ley de semejanza necesaria ya hemos montado la montaña del idealismo a la que tanto me gusta subir.

gotamarina dijo...

en mi caso no es que me falte entusiasmo por comentar, sino, en este caso concreto, que me cuesta encontrar qué decir. Vengo rumiando mi posible comentario y habia llegado sólo a la frase inicial, algo así como "disfruto con poema, traducción y comentario pero... " y a continuación enumerar mis limitaciones. Ahora que leí el comentario de Fernando y casi inmediatamente después el de Meteco veo algo más claro: me quedó en la cabeza que los tres comentarios (incluyo también a Pepo) participan de la experiencia directa de lo que describe el poema, la luz septentrional y la opresión del alma que genera. Nunca estuve tan al norte, y si busco latitudes semejantes podría haber encontrado algo así en la Patagonia, pero no tengo este recuerdo, vaya uno a saber por qué (tal vez sí existe esta misma inclinación de la luz, pero cuando yo me aventuré por la Patagonia era lo suficientemente joven como para estar inmunizada a su opresión? no lo sé; sé que los mejores cielos de mi vida los vi en la Patagonia, pero no recuerdo esta sensación; tal vez tenga que ver c)on la vegetación de cada lugar?.
La cuestión es que me parece notorio que los comentarios remitan tanto a la experiencia física que sugiere el poema, leyéndolos me sentí impregnada por estas sensaciones; pero el poema en sí me resulta difícil porque no sé tanto inglés como para apreciarlo en su idioma original, y la traducción me hace sentir cosas diferentes a las que me transmite el ritmo sonoro del poema, que sí me llega.
En definitiva, lo que siento es que por mis limitaciones me quedo un poco fuera de mi propuesta, pero por supuesto es muy hermosa y disfrutable.
Buenas noches!

Nuño dijo...

De nuevo en esta ventana, saludos para todos. Me perdí la anterior propuesta a pesar de intentar visitarla, sin éxito, cerca de la más pura geometría del Chott el- Jerid. Como señala Fernando, esta ventana parece que se está entornando: la apretada agenda de cada uno oxida sus goznes y cada vez se cierra más y cuesta más abrirla.
Nunca me había acercado a E.D. por lo de la lengua a la que se refiere Gotamarina y, ante todo, por la cronología. He visitado "A media voz" y me he curado de la cronológía, aunque lo de la lengua sigue siendo mi tormento y que, a mi edad, claro, no es el único.
El poema en cuestión, en castellano, resiste perenne la lluvia de este más de siglo y medio que ha pasado y lo leo ahora con la misma emoción, creo, de los contemporáneos de su escritura. Una construcción tan sobria, tan comedida, tan atenta a lo esencial del acontecimiento poético y tan desprendida de la hojarasca gratuita, hace que me sienta sorprendido en mis lecturas cuando me da por pensar, a veces, que el texto en el que estoy es el cable que me lleva a sentir la misma luz que iluminaba y cantaba hace más de siglo y medio. La luz que abruma a E.D. es la misma que conmueve a Pepo, a Fernando, a Meteco y a Gotamarina, como si de aquella luz viniera esta luz ahora en el paisaje, su paisaje, en que cada uno está. Es muy curiosa y misteriosa la función de la mirada en este caso: no concretamos la singularidad del paisaje, sabemos que la hay, pero es la luz y todo lo demás no importa o queda oculto en el ámbito de las sombras. Luz del atardecer que "abruma", que "angustia", que "aflige" a E.D. y que a mí, en mi paisaje, muy distinto al de la poeta, también me sucede. El final del poema me cura de mi vergüenza (la de haber tardado en acercarme a E.D.): ese "marcharse", esa "distancia" y ese "rostro de muerte", reduplican ese lugar del final, haciendo memorable la sobriedad y el descarnamiento de todo el texto.
Salud para tod@s.

Mª Jesúsearerine dijo...

Llevo días pensando en el poema y en vuestros comentarios. Me resulta agradable evadirme de vez en cuando y centrar mi pensamiento en el análisis de una forma de expresión tan sutil como la propuesta, me gusta vuestra mirada sobre las cosas del mundo y vuestra voz. Pero si se acaban los rumores y desaparece el deseo del encuentro, agradeceré el haber coincidido con vosotros aunque sea fugazmente, como fugaz es la emoción que se desprende del poema de Dickinson.

Hacen temblar al alma algunos momentos en los que la belleza resulta abrumadora y doliente. Leo el poema una y otra vez tratando de poner palabras a lo que yo siento al leer la expresión armónica, precisa y compleja de E.D. Y mi lectura no es totalmente coincidente con otras propuestas: no conecta con mi pasado, no es aquí la memoria la que me une a mi presente, sino que la lectura me proyecta hacia un futuro cierto y vacio que estremece hasta las vísceras. Tanto esplendor queda en nada. Y con esa sensación de plenitud y vacio conformamos algún@s una existencia, una forma de estar y de mirar que no siempre nos deja tranquil@s.

Me ha gustado mucho el poema: soporta una y otra lectura sin perder la capacidad de producir un sentimiento a veces difícil de transmitir. Las experiencias que contáis, los lugares que evocáis refuerzan el significado del poema, y agradezco ese tono intimo que refuerza al de E.D.

Un placer compartir estos instantes con vosotros.

gotamarina dijo...

Me sorprendió el tono de despedida de varios comentarios de esta propuesta, y no puedo dejar de protestar. No veo dónde está manifiesto el desgano ni por qué vaticinar la desaparición de nada. Los que comentamos con frecuencia somos siempre los mismos, y los que comentan poco o nunca de todas formas hacen sus propuestas religiosamente cuando les toca, demostrando interés, dedicación y ganas de que esto funcione. Es cierto que hay propuestas que provocan más comentarios que otras, es cierto que a veces los comentarios inciales provocan respuestas o aclaraciones y se da una especie de diálogo, mientras que otras veces los comentarios iniciales quedan en sí mismos y no hay más, pero no porque algunas semanas se dé más de una cosa que de otra veo campo para pronosticar cierres.
Ya que estamos, podemos replantearnos en conjunto o individualmente qué queremos de Pan de humo. Por ejemplo: pretender que cada semana encontremos un poema fulgurante que nos ilumine o estremezca de emoción, o bien pretender que cada semana se genere un debate apasionado sobre poesía, creo que es pretender mucho. Con que cada semana nos encontremos con un poema que está bien y descubramos nuevos puntos de vista que no habíamos sospechado gracias a los comentarios de los demás, y de vez en cuando encontrar algo suculento, yo creo que ya está bien.
Pero bueno, esta es mi opinión, y si la mayoría piensa que la rutina deteriora el encuentro, podemos darnos unas vacaciones, suspender actividades por un tiempo, si así quieren, y retomar cuando haya consenso para eso. No es lo que tengo ganas, prefiero continuar cada miércoles.

gotamarina dijo...

Incluso en los días soleados puedo sentirme melancólica.
Porque en los días soleados de invierno
incluso al mediodía
la luz cae oblícua
y no hay nada más melancólico que un reflejo oblícuo en los ojos.