miércoles, 13 de enero de 2010

Garcilaso de la Vega / Propuesta de Fernando

Garcilaso de la Vega, Soneto XV


Si quejas y lamentos pueden tanto
que enfrentaron el curso de los ríos
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto

Si convirtieron a escuchar su llanto
los fieros tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida en miserias y lágrimas pasada
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debería ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora por otra cosa.



Comentario.

Me gusta de este poema la invitación a leerlo varias veces para entender, primero, la anécdota que parece originarlo: la habitual de la poesía cortesana, el amor no correspondido. Pero me gusta más el enigma que plantea sobre el paradójico lugar de las expresiones de dolor. No el dolor, sino su expresión, dice el poeta, es el Orfeo de nuestra existencia, capaz de bajar a los reinos del espanto y truncar el curso de la historia. Y sin embargo, cuando necesitamos que nuestra queja surta efecto se vuelve inofensiva e impotente. Es parte de la condición humana esta paradoja.

6 comentarios:

Beatriz dijo...

Qué queréis que os diga!!! Adoro los sonetos, los he propuesto más de una vez... para mi suponen remontarse a una época en la que imagino a la poesía por la calle, donde la gente discutía haciendo versos!!! Los siglos de Oro me parecen un tiempo increíble. Como dice Fernando éste se presta a ser leído varias veces para descubrir su enigma, pero es que esa es la condición de todo buen soneto, revelar un silogismo, una paradoja, que toque el centro de la condición humana. No siempre se consigue pero cuando lo hacen Garcilaso, Gongora, Quevedo... a mi "me pone" y me ayuda a creer en la literatura en estos tiempos en que tengo la sensación de que nadie sabe ya muy bien qué cosa sea...

meteco diletante dijo...

Ya he manifestado mi adhesión a los sonetos, a su rima, en otras ocasiones. También por su posibilidad de no sólo albergar enigmas, sino de proporcionar elementos estructurales suficientes como para proporcionar la clave de su desvelamiento.

Garcilaso anticipa en muchas cosas a la lírica barroca, sobre todo en que el lenguaje deja de ser medio, herramienta, y pasa a ser forma del autor que escribe. Según lo utilice hablamos de un autor u otro, lo veo como una especie de proto-giro lingüístico. Es realmente instructivo ver como los autores góticos se diluían en sus obras, viendo en ellas al pueblo que les da realidad, y sin embargo en el renacimiento una obra de arte empieza a hablar de un determinado individuo, según utilice de una forma u otra el medio en el que se expresa. En este soneto se puede apreciar muy bien esta nueva forma de concebir el lenguaje.

Me ha entretenido sobremanera el increíble hipérbaton del primer terceto, que ordenaría sintácticamente en prosa como sigue: ¿Por qué un corazón endurecido conmigo no ablandará mi trabajosa vida pasada en miserias y lágrimas? No deja de apabullarme el logro de que después de tal alteración de la sintaxis el terceto siga siendo, no sólo inteligible, sino que añada además un rasgo del autor.

Fernando Broncano dijo...

Toni, quizá me equivoque, pero yo lo leo al revés: el sujeto mi trabajosa vida pasada en lágrimas, el objeto es el corazón endurecido y lo que se pregunta es por qué es incapaz de ablandarlo cuando el dolor mueve montañas, ¿no?

meteco diletante dijo...

Tienes razón, se lee mejor como dices: ¿por qué no hablandará mi trabajosa vida pasada en miserias y lágrimas un corazón conmigo endurecido? Sobre todo porque cuadra más con el sentido general del soneto que apuntabas, el de la sorpresa de que sus lamentos y quejas no logran el efecto deseado.

Josep E. Corbí dijo...

Después de leer este soneto, lo que más me apetece es permanecer en silencio y dejar que resuene en esta pacífica mañana de domingo, como lo ha hecho con algún sobresalto desde el miércoles pasado.

De la forma poco sé decir, aunque no puede deslindarla del modo en que me zarandea; pero me siento incapaz de decir algo con un poco de sentido.

En cuanto al contenido, me inquietan sobre todo los dos últimos tercetos. El primero de ellos, en el que las lágrimas y el dolor no son expresión de un corazón sensible, como habitualmente se considera, sino el sudor de 'un corazón conmigo endurecido' (¡qué hermoso el 'conmigo'!). Parece aquí el poeta más oprimido por su incapacidad de sentir que por las circunstancias que le hacen padecer miserias y llorar.

En cuanto al segundo terceto, me ha hecho pensar en Simone Weil, en el papel de las ficciones reconfortantes, en el temor a mirar el dolor de frente y la tendencia a desviar su objeto (también en Freud, claro). Llorar desnudamente por lo perdido no deja espacio para el consuelo ni propio ni ajeno. Es un golpe duro y seco, difícil de habitar, aparentemente esquivo a la esperanza y, en cambio, el único lugar en el que el llanto puede macerar la carne y hacer que sienta de nuevo (o por primera vez) el latido de las cosas que por su mero existir son bellas, como Toni decía de Ruskin.

No puede aplicarse la leyenda de Ruskin a todas las cosas (me vinieron en seguida a la cabeza los horrores de los que es capaz la especie humana y, por tanto, casi cada uno de nosotros), pero sí que hay cosas, muchas cosas, de las que es verdadero lo que dice Ruskin. Recuerdo a Lanzman preguntando en Treblinka, un día de primavera: '¿y había entonces días tan hermosos como este?'

Nuño dijo...

Después de aquella simple explicación de "un soneto me manda hacer..." nuestro Lope, con fina ironía, nos daba las claves para quitarnos el miedo y animarnos a meternos en la caverna de la geometría formal y orfebre de esta combinación métrica. Un mandato con más "aprieto" del que nuestro "fénix" pretendía hacernos creer. Siempre he interpretado al soneto como el canon de cuarzo de la poética: aparte de sus reglas formales, más o menos simples, pero siempre explícitas, hay un componente latente y silenciado que como "hilos de Ariadna" nos permiten liberarnos con éxito de esa caverna. Y éstos son precisamente los que otorgan la redondez del soneto. La redondez, armonía y serenidad del que nos presenta Fernando. Siempre me ha parecido tramposa la mudez aparente de la poesía presente: no hay apenas presencia del soneto, presencia explícita, pública, pero estoy seguro que la escritura "en cámara" debe ser considerable porque el soneto es escuela y catecismo que se esconde en la mesita para tenerlo siempre cerca.

En fin, para terminar, sólo quiero señalar dos aspectos que me encantan, aparte de los ya señalados, el "sombríos" y los "peñascos fríos": la construcción tan hermosa, puro plateresco, donde el adjetivo se desgaja del sustantivo y adquiere casi esta cualidad haciendo más sencilla esta complicada sintaxis; y esos "peñascos fríos" que icónicamente me remiten a esa pintura de finales del gótico y principios del renacimiento con paisajes, la mayoría de las veces inventados, llenos de idílicos valles y de peñascos fabulosos. Pintura que sin duda conoció el poeta.
Yo creo que nos merecemos el gozo de este soneto de Garcilaso.
Salud paa tod@s.