miércoles, 3 de marzo de 2010

Oscar Wilde / Propuesta de María Jesús

DÉSESPOIR

The seasons send their ruin as they go,
For in the spring the narciss shows its head
Nor withers till the rose has flamed to red,
And in the autumn purple violets blow,
And the slim crocus stirs the winter snow;
Wherefore yon leafless trees will bloom again
And this grey land grow green with summer rain
And send up cowslips for some boy to mow.

But what of live whose bitter hungry sea
Flows at our heels, and gloom of sunless night
Covers the days which never more return?
Ambition, love and all the thoughts that burn
We lose too soon, and only find delight
In withered husks of some dead memory.

Oscar Wilde


DESESPOIR

Toda estación se arruina a medida que pasa.
Asoma en primavera su cabeza el narciso
y se marchita al tiempo que las rosas se encienden;
las purpúreas violetas florecen en otoño,
y los crocus despiertan en la nieve invernal;
por eso aquellos árboles volverán a echar hojas
y esta tierra gris verdeará con las lluvias
y crecerán centellas que segará algún joven.

Pero ¿qué es de esa vida cuyo enconado mar
ondea a nuestros pies, de tenebrosas noches
dominando los días que no han de volver nunca?
Olvidamos muy pronto la ambición, el amor,
toda idea que inflama, y solo hallamos goce
entre las secas vainas de la muerta memoria.




Comentario.

Este poema enlaza con el propuesto la semana pasada, también en él se habla de la memoria: esa tercera vida que solo a algunos les es otorgada. Recordé este poema de Wilde y me gustaría especialmente comentar la segunda estrofa porque la primera nos trae ecos de otros poetas que han tratado la continuación de la vida y el renacer en sus composiciones; la segunda, en cambio, llama más mi atención, porque, cierto que el olvido es un poderoso medicamento que cura todos los excesos, pero ¿qué hacer con la memoria? ¿Cómo gestionar la racionalización de unos hechos que a fuerza de concretarlos ya dudamos de haberlos vivido? Y en cambio, la recreación memorística parece producir, como dice Wilde, un cierto placer, aunque las piezas nunca encajen del todo y se tengan que afinar los bordes para que quepan en el tablero.
Un saludo a todos después de mi prolongada ausencia.

4 comentarios:

Josep E. Corbí dijo...

Bienvenida, María Jesús. Me ocurre como a ti, la primera estrofa me suena a conocida. Un ritmo constante recuerda el oleaje manso del mediterráneo acompañado de una letanía que va desgranando los muchos ciclos que en ese ciclo se evocan y del que nuestra vida -y la vida de cada uno- es uno más, aunque nos duela y no podamos dejar de expresar ese dolor sordo.

En cuanto a la segunda estrofa, los tres primeros versos buscan ya la afirmación contundente, que se desploma, sin concesiones, en los tres últimos, con los que concluye el poema. De esa conclusión, me gusta la 'withered husks' cuya traducción castellana suena mortecina, pues 'husks' son cascarillas y no vainas, mientras que 'withered' no es seco, sino marchito. Sobra a mi entender 'dead', pues detiene el movimiento y me parece menos fiel a los hechos que esa recuerdos que aparecen como 'withered husks' de la vida que nos queda.

También me llama la atención los elementos elementos que se estiman extintos: la ambición, el amor y todos los pensamientos. ¿Habéis visto 'A single man' -está ahora en cartelera-? Sirva esa película de comentario y, mejor aún, 'Wit'.

Fernando Broncano dijo...

¡Qué bello poema, Maria Jesús! confronta el ritmo de la vida, hermoso pero indiferente a lo humano, con el que nuestra vida está configurada por esperanzas, amores, olvidos, miedos, etc. que no caben en la descripción de los tiempos naturales. El poema es desolador, nos remita a la nostalgia más que a la esperanza, y por eso mismo es tan cercano a la experiencia. Oscar Wilde es siempre tan perceptivo de los matices que aquí, tengo que decirlo, llega mucho más hondo que cualquier filósofo.
Ciertamente deja una ambigüedad, por otro lado comprensible, entre un ritmo natural que conduce a la muerte, y la posibilidad de las esperanza: la desesperanza parece nacer precisamente del sabernos seres naturales.

Mi tio Celerino dijo...

Hola a tod@s.
También me pasa a mí con el poema que la segunda estrofa es la que concentra toda mi atención. Imagino que somos los lectores que somos porque todas las lecturas que hemos ido haciendo van condicionando las que hacemos y haremos. Este poema me trae a la memoria, de forma inevitable, el Krapp de Beckett. Krapp le tiene pánico al olvido de sus experiencias porque cree que si se pierden perderá todo aquello que le define como individuo. Se esfuerza por conservarse volcando todo el contenido de sus experiencias en cintas magnetofónicas. El día que cumple 60 (creo) años escucha las cintas que grabó 30 (creo) años antes y no se reconoce en la voz que suena ni en la historia que cuenta. Sus recuerdos no son más que cáscaras secas (gracias Pepo por la corrección de la traducción), los restos del naufragio o, como dice Beckett en otro texto, las cenizas de la experiencia, lo nombrable. La extrañeza llega hasta el punto de tener que buscar en el diccionario la palabra “madre” porque no la reconoce ni recuerda su significado. Krapp se aferra hasta tal punto a la memoria de sus experiencias que acaba impidiendo el olvido creativo que permite la maduración, la superación de lo vivido que abre la posibilidad de nuevas experiencias, la aufhebung fenomenológica de la que habla Hegel. Al final de la jugada, vuelto a su propia vaciedad interior, perdido en su no ser nada, queda mirando al vacío mientras la cinta magnetofónica gira en silencio.
Me recuerda también a Funes el memorioso de Borges y el castigo de una memoria perfecta que no permite el abrazo reparador del olvido, tan necesario para nuestro equilibrio.
Todo esto me lleva a pensar que también la escritura es un intento más o menos desesperado de no perderse y que todo aquello que escribimos, acaba convertido en conchas vacías, en metáforas petrificadas de la experiencia que les dio origen y sentido (Nietzsche dixit). Por eso nos convertimos en seres verbosos a la caza de su propio sentido y tenemos que seguir diciendo para seguir buscando algo tan fugaz.
Comparto con Fernando la sensación de nostalgia y desesperanza que rezuma el poema pero ¡qué dulce desesperanza… y qué humana!
Un saludo

Nuño dijo...

Más que el contenido es el continente lo que me llama la atención y la fórmula de su diseño: una esfera (estrofa) que hace de contenedor del jardin de la naturaleza; y otra esfera donde se posa el limo del desaliento de nuestra vida finita y de la nostalgia del tiempo pasado. Y enlazando esas dos esferas con ese bello broche ("y crecerán centellas que segará algún joven") que estéticamente confronta la naturaleza con la ventura/desventura humana.
Y a pesar de lo que dice O.W. en el poema, su lectura es otra manera más de gozar.
Salud para tod@s.