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Qué sutil paradoja desearte y tenerte. Qué fiesta de
-----los signos el ángel y su espada.
Acércate que tengo morado un corazón para tu boca y
-----ofréceme el bocado salobre de tu carne, ese himno que
-----crece detrás de las vasijas tal vez porque la edad no ha
-----transcurrido en vano.
Ahora somos más sabios porque estamos sedientos y sabemos
-----subirnos al lomo de la fiebre. Y sabemos abrir la seda
-----de la noche con el alfanje bruñido de la despedida.”
---------------------------------María Rosal, Tregua (2001)
COMENTARIO
Hola a todos. Disculpad mi silencio hasta ahora, en cuanto comience el curso tendré más fácil el acceso a la red y me enredaré más con vosotros. He querido estrenarme con un libro que tengo releidísimo y del cual prefería otros poemas. Pero me fascina leer un breve poema que hace tiempo no me dijo mucho y que, andando la vida, cuando algo ha cambiado en uno mismo, pueda llegar a decirme tantas cosas. Por eso hoy no me interesa María Rosal (de la que poco sé) ni su libro, sino esa experiencia lectora en la que nuestras andanzas y quebrantos determinan la lectura de unas breves líneas. Sólo os diré que, veinte años después, disfruto una correspondida pasión por la que fue mi primera novia. ¿Puedo decir que este poema es mío? Hace veinte años leía mucho a Rilke, el de los ángeles terribles. Y he necesitado releer estos sencillos versos para saber que la edad no ha transcurrido en vano. Los versos son los mismos pero nosotros ahora somos más sabios. ¿Puedo decir que este poema es mío?
Por otra parte no os hablo de uno de mis libros preferidos, pero agradezco a Tregua la sencillez salmódica con que esparce las vísceras por la mesa, el enfrentamiento a la ruina del amor y la perduración del deseo, todo ello, percibo, escribiéndolo sin red y con una cadencia hipnotizante y poco artificiosa.
Es un placer leeros cada semana desde mi páramo alicantino. En septiembre seguiré sonando.
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Hace 1 semana