miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mario Benedetti -propuesta de María Jesús

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AUSENCIA DE DIOS

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía. 

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.


COMENTARIO

Saludos a todos desde este mi rinconcito repleto de naranjos. Estas son mis primeras palabras en el blog –aunque os he leído a todos con mucho interés y con ganas de aprender- y ando un poco preocupada. Después de la alegría y el relajo veraniego, vuelvo a buscar a  Benedetti, otra vez acudo a él  para notar en mí la expresión del sentimiento auténtico y sincero. “Daría todo por no tener tu corazón en mí”. ¿Puede doler tanto el recuerdo? Santificamos y valoramos tanto la memoria que, a veces, nos olvidamos de que  también “somos” porque aprendemos a olvidar. Olvidar las emociones o transformarlas en una suave cortina de humo que nos permita mirar al futuro sin exclamar “es tarde”. Me conmueven especialmente  estas palabras. “Es tarde”: la negación de la esperanza;  es tarde para vivir porque en mí habita tu recuerdo. Hemos de  olvidar para poder vivir. Y así avanzamos, un tanto perplejos, por los caminos – a veces sendas- de nuestra peregrinación terrenal, porque no hay dioses ni paraísos que puedan aliviar el desconsuelo, solo existe el olvido. Reinventemos la memoria para que el placer nos sobreviva. Que seamos felices y hasta la próxima. 

5 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

En la vida cotidiana, se dice, todas las familias felices son iguales, cada familia destruída es diferente. Lo mismo ocurre con las pérdidas amorosas, se las lleve el tiempo o el desamor. Quizá por eso las poesías que celebran la felicidad del amor sean tan iguales, y tan diferentes las elegías al amor perdido. Con Benedetti me pasa lo que con muchos autores de literatura (¿Rowling, Harry Potter?), oigo demasiado presumir de no leerlo. Quizá porque tiene ese lenguaje aún no demasiado doblado por el esfuerzo de ser literario o provocador y simplemente deja que transparente su experiencia: "después de ese dolor redondo y eficaz, pacientemente agrio, de invencible ternura..." No hay más pretensión que la que tendría una confidencia en un atardecer. Viejo Mario, sobrevive a todos.

Josep E. Corbí dijo...

Debo reconocer que he disfrutado más de los comentarios de María Jesús y de Fernando que del poema mismo. Hay un aspecto del poema que no entiendo. La tercera estrofa parece hablar de que el narrador se ha liberado por fin del vínculo que le asfixiaba. En cambio, la última estrofa sugiere lo contrario. ¿He de interpretarlo simplemente como vaivenes de la emoción, momentos en los que uno cree haberse liberado y, sin embargo, vuelve la pesadilla? Curiosamente, esa tercera estrofa es la que más me conmueve. El hecho de que la liberación se emparente con recuperar la voz de niño. El olvido a través de un recuerdo más íntimo, más profundo, que constituye mitológicamente nuestro estar en el mundo. Esa voz, esa mirada que, cuando éramos niños, queríamos superar para emular a los adultos y, cuando somos adultos, deseamos recuperar y vemos el resto de nuestra vida como extravío por dejar que nuestra vida quede adherida a la de otros, que, a menudo, la enajenan y vacían.

Beatriz dijo...

Escuché una vez recitar a Benedetti, leyó cuentos y poemas suyos, y la verdad es que fue un privilegio, luego se dejo hacer montones de preguntas y me pareció todo un personaje, uno de esos guerreros de la vida, que merece la pena oír. Durante la carrera lo leí mucho, pero es un escritor para mi muy irregular, reconozco haber llorado con cuentos suyos y haberme quedado indiferente con otros de sus textos. De nuevo, me identifico más con la voz de Pepo, este poema me deja un poco fría, también yo disfruté más con los comentarios. Creo que en mi caso es posible que sea por "deformación profesional", el poema se llama "Ausencia de Dios" y la mística es mi tema, después de haber leído a los grandes místicos, aunque esta ausencia pertenezca a otro orden, qué queréis... no me emociono, también me desconcierta ese ir y venir de la voz, pero creo que es al mismo tiempo lo que más me gusta: hay un deseo de liberarse de Dios, pero también una nostalgia, y esa angustia me fascina. Qué le vamos a hacer, yo siempre he pensado que ver a Dios debe ser una gozada!!!

Nuño dijo...

Bienvenida Mª Jesús. Y sea también bienvenido M.B porque siempre le conviene a uno tener un "espejo" a mano para mirarse y reconocerse después de haber leído un libro o unos poemas. (Me sucedía lo mismo hace años con G.Celaya que lo usaba de espejo, aunque con distinto azogue, para encontrarme a mí mismo después de haber frecuentado a otros poetas coetáneos suyos). Espejo de sí mismo, M.B. escribe como si no escribiera, abunda en lo que dice como si lo que dijera fuera lo que se quiere oir, no lo que él quiere oir (esa forma de decir que daría hasta "el mar a veces", es decir no siempre, como entrega para siempre otras cosas), vagabundea por el poema sin miedo a pisarse o a contradecirse, pero nunca viste su escritura con ropa que no sea la suya, esa vestidura que siempre hizo de M.B. un simple y "sin par" paisano. Salud para tod@s.

meteco diletante dijo...

De todas las cosas que uno tiene que oír en la vida, una de las que más me impresionó es la de que el ser humano es el único animal que tiene que olvidar muchas cosas que sabe para poder levantarse por la mañana y pasar un día más o menos aceptable. Tenemos que olvidar que nos atraviesa el vacío, que en un breve lapso de tiempo nos desvaneceremos, que no cumplimos ninguna finalidad, que la mayor parte del tiempo somos falsa conciencia, que sufriremos procesos de dolor intenso a lo largo de nuestra vida, que me puedo volver loco cada día, que...es curioso que haya un ser así en cualquier creación imaginable. Lo extraño es que todo eso que tenía que olvidar cada día es lo que ahora da más sentido a la vida, incluso la absoluta aniquilación de lo que pueda consistir eso que es interpelado cuando digo "yo". El olvido también es lo que permite que ciertos recuerdos se nos impongan como algo externo, como si nos vinieran de fuera, sacudiendo nuestra sensibilidad hasta hacernos sentir un haz de sensaciones que nos devuelve por unas décimas de segundo a un mundo perdido. ¡Es tan necesario!

La muerte de dios también es un tema que siempre me resulta atractivo, aunque no me cuadra el modo de sentir esa pérdida por parte de Benedetti.

saludos.