miércoles, 15 de octubre de 2008

Charles Baudelaire -propuesta de Jesús

.
.

Le Sept Vieillards


A Victor Hugo


Fourmillante cité, cité pleine de rêves,

Où le spectre en plein jour raccroche le passant!

Les mystères partout coulent comme des sèves

Dans les canaux étroits du colosse puissant.


Un matin, cependant que dans la triste rue

Les maisons, dont la brume allongeait la hauteur,

Simulaient les deux quais d'une rivière accrue,

Et que, décor semblable à l'âme de l'acteur,


Un brouillard sale et jaune inondait tout l'espace,

Je suivais, roidissant mes nerfs comme un héros

Et discutant avec mon âme déjà lasse,

Le faubourg secoué par les lourds tombereaux.


Tout à coup, un vieillard dont les guenilles jaunes

Imitaient la couleur de ce ciel pluvieux,

Et dont l'aspect aurait fait pleuvoir les aumônes,

Sans la méchanceté qui luisait dans ses yeux,


M'apparut. On eût dit sa prunelle trempée

Dans le fiel; son regard aiguisait les frimas,

Et sa barbe à longs poils, roide comme une épée,

Se projetait, pareille à celle de Judas.


II n'était pas voûté, mais cassé, son échine

Faisant avec sa jambe un parfait angle droit,

Si bien que son bâton, parachevant sa mine,

Lui donnait la tournure et le pas maladroit


D'un quadrupède infirme ou d'un juif à trois pattes.

Dans la neige et la boue il allait s'empêtrant,

Comme s'il écrasait des morts sous ses savates,

Hostile à l'univers plutôt qu'indifférent.


Son pareil le suivait: barbe, oeil, dos, bâton, loques,

Nul trait ne distinguait, du même enfer venu,

Ce jumeau centenaire, et ces spectres baroques

Marchaient du même pas vers un but inconnu.


À quel complot infâme étais-je donc en butte,

Ou quel méchant hasard ainsi m'humiliait?

Car je comptai sept fois, de minute en minute,

Ce sinistre vieillard qui se multipliait!


Que celui-là qui rit de mon inquiétude

Et qui n'est pas saisi d'un frisson fraternel

Songe bien que malgré tant de décrépitude

Ces sept monstres hideux avaient l'air éternel!


Aurais-je, sans mourir, contemplé le huitième,

Sosie inexorable, ironique et fatal

Dégoûtant Phénix, fils et père de lui-même?

- Mais je tournai le dos au cortège infernal.


Exaspéré comme un ivrogne qui voit double,

Je rentrai, je fermai ma porte, épouvanté,

Malade et morfondu, l'esprit fiévreux et trouble,

Blessé par le mystère et par l'absurdité!


Vainement ma raison voulait prendre la barre;

La tempête en jouant déroutait ses efforts,

Et mon âme dansait, dansait, vieille gabarre

Sans mâts, sur une mer monstrueuse et sans bords!



Los siete viejos


A Victor Hugo


¡Ciudad hormigueante! ¡Ciudad llena de sueños,

donde el espectro a pleno día atrapa al que pasa!

Por doquier los misterios como la savia fluyen

en las angostas venas del coloso potente.


Una mañana, mientras que en la lúgubre calle

las casas, cuya altura la niebla acrecentaba,

parecían los muelles de un río desbordado,

y, decorado al alma del actor semejante,


una amarilla niebla ensuciaba el espacio,

seguía yo, envarando como un héroe mis nervios,

y discutiendo con mi alma ya fatigada,

el arrabal batido por pesadas carretas.


De pronto a un viejo cuyos amarillos harapos

el color imitaban de ese cielo lluvioso,

y cuyo aspecto habría hecho llover limosnas,

sin la malignidad que en sus ojos brillaba,


pude ver. Se dijera su pupila en la hiel

bañada; su mirada aguzaba la escarcha,

y su barba de largos mechones, cual un sable,

tiesa se proyectaba igual que la de Judas.


Él encorvado no estaba, sino roto; su espina

y su pierna un perfecto ángulo recto hacían,

de forma que el bastón, rematando su facha,

le daban la figura y el paso desmañado


de res coja o judío que tuviera tres patas.

En la nieve y el lodo marchaba tropezando,

cual si bajo sus botas fuese aplastando muertos,

hostil al universo, más bien que indiferente.


Otro igual: bastón, barba, mirada, espalda, andrajos,

de un mismo hades salido, exacto, tras de él iba,

centenario gemelo, y estas sombras barrocas

a la par caminaban hacia un fin ignorado.


¿De qué infame complot era entonces yo el blanco,

o qué maligno azar me humillaba de tal modo?

¡Pues conté siete veces, de minuto en minuto,

este viejo siniestro que se multiplicaba!


Que quien se haya reído de mi desasosiego,

y de un temblor fraterno no se haya estremecido,

piense que un aire eterno, a pesar de su tanta

ruina, estos siete monstruos repugnantes tenían.


¿Hubiera, sin morirme, contemplado al octavo,

inexorable Sosias, irónico y funesto,

Fénix que ya aburría, hijo y padre de él mismo?

- Pero volví la espalda al cortejo infernal.


Exasperado como un ebrio que ve doble

volví a casa, cerré con espanto mi puerta,

enfermo y aterido, febril mi alma turbada,

¡por el misterio herida y por la absurdidez!


En vano mi razón el timón procuraba;

la tempestad jugando confundía su esfuerzo,

¡y mi al ma bailaba, bailaba, vieja barca,

desmantelada en una mar monstruosa y sin límites!


(Traducción de Luis Martínez de Merlo)



Dejo caer de nuevo mi escasa experiencia poética para acompañar los versos que desgranáis semana a semana. Entre los pocos versos que se vienen a mi mente una vez tras otra está el que abre este poema de los "Cuadros parisinos" incluidos en Las flores del mal de Baudelaire. Poco puedo decir de él o de las estrofas que siguen, más que recordar el juego incesante e infinito en que se mueve la poesía creadora, entre la palabra significada y la desconcertante imaginación. ¡Cuántas veces no me he imaginado arrastrado por la visión alucinatoria en el choque sensorial del mundo urbano! Las historias están, en ese cuerpo a veces putrefacto y sórdido, siempre en ciernes, a punto de clarear entre nubes o nieblas de ensoñación. No anegarse en la desbocada imaginación es el ejercicio del poeta que crea mundos fecundos en la experiencia vivida de todos.


(Perdonaréis sin duda la traducción que, en ocasiones, por ser más fiel al verso deja de ser fiel a la palabra. No me he atrevido a mi propia lectura).

.

3 comentarios:

Nuño dijo...

Gracias, Jesús, por recordarnos que no venimos de la nada y de que siempre debemos dar gracias, sino a Dios o al Diablo, uno de los protagonistas de "Las flores del mal", sí al menos a aquéllos que nos regalaron unos "andadores"(¿no es acaso un "don" al estilo de Claudio R.?) para poder llegar aquí, a este blog y poder agradecer como es debido este presente que disfrutamos y que en parte de allí procede. Y gracias también por darme motivo para retomar una cuestión que quedó aparcada en aquella ya vieja propuesta del mes de agosto sobre un poema de Eduardo Hervás: el temadel "malditismo" en la producción poética. La apelación "poetas malditos" la acuñó P. Verlaine, discípulo y colega de C.B, a finales del XIX más como un modelo de clasificación elitista que como una definición moral. Pero C.B. sufrió antes el estigma del repudio social entrando de lleno en los efectos que ocasiona ese otro "malditismo" de que echan mano frecuentemente los poderes establecidos para defender su modelo cultural: censura,exilio interior o destierro. Es cierto que con la modernidad poética (C.B., no nos olvidemos, fue el primer autor que utilizó esta expresión ya en el 1859) la obra bodeleriana interesa a todo Europa y con ello se desprende y queda en el olvido aquel estigma del "malditismo". Pero como bien sabemos en estos momentos, olvidar no es lo mismo que borrar y cuenta nueva. Y así hacia los años ochenta del XX aquí, en esta Salamanca culta, una revista poética rechazó la publicación de unos poemas (dos sonetos, uno de C.B. y otro de P.Verlaine)traducidos por primera vez al castellano; esto quiere decir que la oferta era una verdadera primicia y, qué coincidencia, el autor era Aníbal Núñez que, como siempre hacía según su natural, regalaba lo que tenía a cambio de recibir el desprecio más cruel: sentirse "maldito" en su ciudad: maldito él y malditos todavía C.B y P.V. Lo que con esta sangrante anécdota quiere aclarar es que son dos los "malditismos" a los que me refiero: el "maldistismo" moral y el "malditismo" de pose, elitista e ineresado subrepticiamente.

Tienes razón, Jesús, en tus dudas sobre el modelo de traducción: es más bello "sans mâts" o "sin mástiles" que "desmanteladas", pero si deseo echar mano del castellano prefiero que respete el ritmo métrico (esos hermosos alejandrinos) del original aunque se sacrifique el significado.

En cuanto al poema en sí, la narratividad sobre la que se construye el mismo, en estos momentos tan alejados de esta querencia, hace que el texto apenas me conmueva. Pero si nos calzamos las antiparras que se llevaban en la segunda mitad del XIX, e incluso, en algunos casos, las de ahora mismo, no cabe duda de que me encanta encontrar estas expresiones: "vieja barca" (por su atmósfera simbólica), "judío que tueviera tres patas" (ay, ese antisemistismo de la Francia napoleónica), "ciudad hormigueante", "lúgubre calle" (como una réplica contra una ciudad a la que no quería así a pesar de la bohemia que siempre ejerció por el Barrio Latino).

En fín, como durante una semana estaré fuera y no pueda quizás volver a intervenir en este blog, estoy seguro quedará bien a las claras lo que representa para todos nosotros C.B. Salud para tod@s.

Josep E. Corbí dijo...

1. Hoy me he despertado temprano, demasiado temprano, y me he sentado a leer el poema que Jesús nos proponía. Me ha ocurrido como a Nuño, leía a Baudelaire y me sentía agradecido, al tiempo que sus versos apenas me emocionaban. Encuentro en ellos un exceso de narrativo, una mezcla de imágenes renovadoras e imágenes trilladas, que me impede disfrutar del mismo. Y, no obstante, seguía sintiéndome agradecido, sentía que él nos invitó a mirar aspectos de nosotros mismos que creíamos ajenos a lo real: esos aspectos que seguimos considerando oscuros, malditos, y que relegamos a los suburbios, a los portales de las ciudades, a los tanatorios, a los hospitales, al interior de los pisos. Gracias a él puedo reconocerme, verme en ese portal tirado después de una borrachera, harapiento, con el rostro deforme por la enfermedad. Y comprender que, al menos, estoy cerca de mí y de los otros que saben algo de esas partes aún llamadas oscuras.

2. Y el malditismo, como dice Nuño, sigue presente. Muchos de los que escribimos en este textos hemos, o seguimos siendo, en grados diferentes malditos y encontramos en Baudelaire una voz, alguien que se atrevió a decir lo que nos esforzamos tanto en ocultar que logramos olvidar ese esfuerzo.

3. Después leí el comentario de Jesús, cómo le conmovían los cuatro primeros versos. Y, entonces, me conmoví. Las estrofas que siguen desdibujan su encanto, pero si dejamos que floten esos versos en nosotros, no dejan de crecer las mil formas en las ciudades nos resultan misteriosas, pobladas de sombras que se desplazan -como en los cuadros del equipo Crónica-, cada una con su pesar y cada una en el centro de un universo en el que no hay cabida para la interlocución, sino solo para mirar.

Fernando Broncano dijo...

La lectura de poesía es un ejercicio extraño: uno se asoma a una experiencia otra, que ha sido encriptada en un lenguaje hecho de elecciones personales del poeta y a veces resuenan las entrañas propias y a veces no. A mí me ocurre con poetas grandes, por ejemplo con Goethe, al que vuelvo de vez en cuando a ver si esta vez logro captar algo y sólo veo palabras. Con Baudelaire me ocurre lo mismo, en general me ocurre con todo lo que suene a dandismo, me parecen ejercicios de egolatría. Lo que ocurre es que su lenguaje es hermoso, sus metáforas poderosas, su acento noble. Me ocurre como lo que canta Serrat: me gusta todo de tí, pero tu no, pero tu no. Volveré a intentarlo.