Hace 18 horas
miércoles, 10 de junio de 2009
Martín Prieto | propuesta de Marina
El resto
Por las hendijas de la persiana
entra la luz del amanecer para destacar
en la penumbra sensible, sobre la mesa,
el par de tazas que usamos anoche
y quedaron sin lavar.
Echo, en una, un chorro de café
y no sé nada, no pienso nada, sigo dormido,
hasta que apoyo la boca
en el borde de la porcelana
y reconozco ahí un resto de saliva
seco ya y todavía perfumado
que concentra, sobre mi cabeza,
toda la presión del universo.
Martín Prieto es argentino, como yo, y tiene más o menos mi edad (4 años más que yo, a esta altura del partido cuatro años no son nada). Además fue (o es, no tengo noticias actualizadas) colaborador permanente desde sus inicios y durante muchos años de Diario de Poesía, una publicación de crítica y divulgación literaria dedicada a poesía que yo leí, devoré, y coleccioné durante muchos años, y de la cual una de las cosas que más me gustaban era "La columna de Martín Prieto". Lo conocí en persona en la presentación de su libro La música antes (que se abre con este poema), me acerqué para que me firme su libro y a cambio darle uno mío, lo cual abrió un pequeño intercambio de cartas y elogios (que él dió por terminado semanas después con un "Acá se acaba todo"). Es obvio que mi relación con su obra no es la misma que la que tengo con la mayoría de los autores, ya que habitualmente a los autores no los conozco en persona ni comparto con ellos tantos datos vivenciales. Con Martín me siento cercana (por eso me sale llamarlo por su nombre y no por su apellido) tanto en vivencias como en escritura: me parece entender por qué escribe como escribe. Muchas veces siento con sus poemas que parece que ahí no pasa nada, pero justo en el marco, en el borde, en lo que apenas es dicho o sólo es sugerido, hay algo que a mí me emociona.
Con este poema en particular me pasa que en una columna de Diario de Poesía (la del número 20 de la Primavera de 1991) describía su gestación y evolución. Era un texto en el que narraba el encuentro con una mujer, y luego cómo nació el poema y cómo lo fue modificando. Era un texto muy bello; estuve tratando de recuperarlo para compartirlo con ustedes pero de momento no lo encontré. Quiere decir que tengo recuerdos de este poema que no vienen sólo del poema y que lo completan, y por eso dudé si elegir éste u otro, pero ganó éste. De él me gusta que la luz guíe el comienzo del poema, una luz que me emociona y que también siento "cinematográfica", como si guiara nuestra mirada hacia donde el poeta/director quiere; me gusta el choque entre la percepción adormilada del comienzo del día, el típico (al menos en mi caso) momento del día en que seguiríamos en la cama pero nos levantamos como autómatas para ir a trabajar, el choque digo entre esa infrapercepción y de golpe la percepción de algo mínimo pero tan enorme que nos transforma.
Por esas cosas del cerebro, que asocia aunque uno no se lo pida, y una vez establecida una conexión es difícil que no vuelva a recaer, la cuestión de la saliva "seca ya y todavía perfumada" me hace pensar en esta canción de Jorge Mautner que canta Caetano Veloso, que les dejo de yapa:
Na minha boca eu sinto
a saliva que já secou
de tanto esperar aquele beijo
ai aquele beijo que nunca chegou.
Você é uma loucura em minha vida
você é uma navalha pra os meus olhos
Você é o estandarte da agonía
que tem a lua e o sol do meio-día.
(Si alguien quiere la letra completa, se la envío, es un poema super hermoso también, pero no tengo traducción castellana como para proponerlo en Pan de Humo).
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8 comentarios:
Marina, no sé muy bien por qué me gusta tanto este poema. La primera vez que lo leí me sorprendió el encuentro con 'un resto de saliva seco' y no puedo dejar de ver en ese imagen el centro del poema. Parece que todo se dirige al encuentro del narrador con ese resto de saliva seco en el borde de porcelana. A partir de ese instante, se despierta el mundo y pesa sobre la cabeza resacosa del poeta.
Me parece, con todo, que lo que más me gusta es la capacidad de despertar sensaciones poéticas a partir de una narración casi prosaica. Lo atribuyo a los quiebros en los versos y a la abudancia de signos de puntuación que actúan como sacudidas emocionales que te despiertan como se va despertando el poeta. Y también a la introducción de alguna imagen muy viva, como 'penumbra sensible', pero que no llama la atención sobre sí misma, sino que parece que ha estado ahí desde siempre, entre nosotros.
Coincido contigo en el carácter casi cinematográfico del poema por el papel que juegan la luz, la rendija y la penumbra en las sensaciones que genera el poema.
Gracias por tu propuesta.
Hola Pepo, muchas gracias por tu comentario, siento que te pasa con el poema lo mismo que a mí, lo describiste casi con las mismas palabras que usaría yo, porque aunque no lo mencioné en mi comentario, yo también disfruto con que pueda surgir lo poético a partir de una narración tan prosaica, a partir de un lenguaje tan común, con algún toque especial que sin embargo no desentona, como la "penumbra sensible" que a mí también me gusta mucho; y también pienso que parte del efecto se basa en el quiebre de los versos y la puntuación.
Y también siento que lo que destaca es el encuentro con la saliva, eso es el centro del poema, el "resto" del título, el resto de saliva, el resto del universo, etc. Será por eso que siempre asocio este poema con la canción que canta Caetano, donde este fragmento sobre la saliva para mi es genial por la contraposición entre una saliva seca (como en el poema de Prieto) pero en la propia boca; además del recurso de Caetano de introducir un pequeño silencio justo cuando la saliva se seca de esperar un beso, como si la saliva seca en nuestra boca por desamor fuera el silencio absoluto, la ausencia total, el vacío perfecto. En Prieto es la saliva de ella la que está seca en la boca de él, señalando su ausencia. Seca pero perfumada, en ese resto ella está condensada. Ya no recuerdo exactamente el texto genético del poema pero me quedó la sensación de que poeta y mujer habían estado juntos a la noche en un encuentro que empezó amoroso, o él esperaba amoroso, y ella esquiva pero no renuente finalmente se le escapó; no sé si lo recuerdo a lo imagino a partir de pensar que si él reconoce su perfume en un resto de saliva en una taza, es que anteriormente tuvo la oportunidad de sentir el perfume de esa saliva en forma más directa, y si la saliva de otro llega casi hasta tu nariz, es que también habrá llegado su boca, y así ese beso que no sabemos si ocurrió o no, el poema nunca lo expresa pero está implícito.
Tanta imagen poética con la saliva me sorprende porque, confieso, no es un humor corporal que me atraiga demasiado, parece que da más de sí, al menos literariamente, cuando se seca que cuando está húmeda. O no, qué sé yo.
"La luz del amanecer", "un resto de saliva/ seco y todavía perfumado" y "sobre mi cabeza,/ toda la presión del universo", mimbres maestros estos sobre los que descansa toda la urdimbre artesana de este cesto poético. Se gradúa sabiamente el tiempo, más allá de lo cinematográfico: el presente de "la luz del amanecer", el pasado del "usamos anoche", el pasado proyectado hacia el presente del "todavía perfumado" y el presente abriéndose al futuro de "toda la presión del universo". Es el tiempo quien hace de música en un poema que parece olvidarse del ritmo, porque hay en el fondo un son y un timbre vivencial (ese encuentro con una mujer que nos revela Marina) que arrebata y hace innecesaria a aquella cadencia al depositar sobre "el resto de saliva" toda la pasión de una noche de encuentro. Lo que queda de esa noche es un resto, perfumado sí, pero resto, recuerdo ya que tiñe de elegía a todo el poema. "Parece que no pasa nada", dice Marina, "pero hay algo", hay todo lo que podamos pensar de una fugacísima noche de encuentro amoroso. Me recuerda este poema de este poeta, totalmente desconodido para mí, al segundo poema de la propuesta anterior de Bea: el mismo tema, el mismo encuentro, "el resto" en uno y el "miedo a perderse" en el otro, la saliva perfumada y la flor instantánea. En principio es la poesía de algo que no parece poético, pero después de una segunda lectura del texto se alza
una querencia a la que terminas rindiéndote: poesía en fin.
Y decir "hendijas" en vez de rendijas debe agradecerse, por lo menos nosotros a miles de kilómetros de la Argentina de Marina. Y esas tazas que quedaron sin lavar es la metáfora más natural de una larguísima sobremesa.
Salud para tod@s.
Es curioso como este poema, igual que el que propuso Diana tan visceral, me ha obligado durante un rato a pensar en mi corporeidad y la de los otros. En el poema no queda claro de quién es esa saliva, y sin embargo, para mí, todo el poema se va a cargar de una cosa u otra según de quién sea la saliva. De ello haría depender el significado de esa presión que se siente, que es lo misterioso del problema. ¿En qué sentido presiona el universo a través de un resto de saliva?
No puedo dejar de pensar en las masas invisibles de Elías Cannetti. El hombre actual ha sustituido la antigua masa de espíritus y demonios que lo rodeaban por la masa invisible de los gérmenes. En el espacio hay lugares privilegiados para su concentración, y siempre pensamos en la saliva como uno de ellos. En esta última gripe la saliva fue la protagonista.
Después de eso pensaba en la saliva recordando la infancia, lo frecuente que era recurrir a ella para pasar el rato. Recordaba sobre todo las noches de convivencias en las que apelotonados sobre colchones en la habitación, antes de dormir, apagábamos la luz a intervalos de un minuto durante los cuales escupíamos al aire en plena oscuridad. Vuelvo a pensar en la actualidad y me descubro cogiendo las tazas de café en los bares con la izquierda pese a ser diestro, por reducir la posibilidad de un resto de saliva.
Pensando en estas cosas, me pregunto ante qué saliva sentiría presión, si ante la mía o ante la de otro. ¿Hay presión porque hay otro o porque me reencuentro de alguna forma en ese resto? Todo esto me tiene despistado, y sin embargo, como habéis dicho más arriba, sin entenderlo muy bien, tiene algo que consigue seguir atrayendo la atención.
Saludos.
Toda la presión del universo está en un resto del cuerpo de la otra persona. He pensado en esto de ir dejando por ahí restos del cuerpo que son partes de otros, suena así dicho feo, pero no: el poema lo ha convertido en belleza. Cuando lo leí lo primero que me vino a la cabeza era el chiste de que el amor es un intercambio de fluidos. Pero, más allá, el amor es habitar en y entre los restos del otro: sus pelos, su saliva, su olor, ...
Me gusta la estructura narrativa del poema: siente uno la luz del amanecer y los párpados cansados, el cuerpo roto que duda entre la ventana y el grifo de la cocina. Y el amor del descubrimiento de la saliva que hace llegar a la cocina la fuerza cósmica del amor.
Vaya, maravilloso Marina.
Una vez escuché a Caetano en una pequeña carpa a unos metros de distancia, sólo con la guitarra: magnífica evocación de la ternura del poema.
Hola mis queridos contertulios, gracias por los comentarios! Tengo mucho sueño, sólo apunto dos cosas: una para Nuño: me hizo gracia tu comentario sobre la palabra "hendijas", porque estuve a punto de incluir en mi comentario al poema que me gusta mucho esta palabra que me suena a mezcla de "rendijas" y "hendiduras", esto es lo que pienso de la palabra desde hace años, pero por las dudas antes de publicar la propuesta preferí comprobar si existe la palabra o no, y busqué el Diccionario on line de la RAE y resulta que sí existe, está definida como "hendidura pequeña". Tantos años pensando que era un neologismo de Prieto, y no, es una palabra que existe! Por eso me hizo gracia el comentario de Nuño sobre esta palabra, lo entendí como si creyeras que es una palabra común en Argentina aunque a tí te suene nueva... y no. Por otro lado, Nuño, mil gracias por tu comentario, me da la impresión de que al no tener andamiaje bibliográfico sobre el autor en el cual apoyarte, pudiste acercarte al poema más humanamente, y se agradece.
La segunda cosa, para Meteco: nunca se me ocurrió ni dudar que la saliva es de ella (y digo "ella" condicionada por el texto genético del que les hablé, más condicionamientos culturales, porque en el poema es "una otra persona" que tanto puede ser "ella" como "él"); releo el poema a ver si se me escapó algo y sí, nunca se dice que la saliva no es de él, pero si fuera de él para mí el poema se cae, deja de tener sentido, ni lo que expresa ni cómo lo expresa. Para mí la gracia está en ese estar dormido, ir como autómata, reconocer las dos tazas, intentar usar sin lavar la misma que él usó la noche anterior, y de golpe darse cuenta de que no es la que él había usado si no la que ella había usado, y todo lo demás (el resto).
Buenas noches!
Estaba seguro de que para ti no habría duda, y ese "perfumada" me hacía pensar en "ella". Pero seguía pensando en la posibilidad de una "resurrección" personal ante un resto propio (manía de los proustianos).
Por cierto ¿viste las jacarandas? Cuando les caiga la flor todo habrá terminado y una dulce chicharra empezará su canción.
Toni, no hay jacarandás en mi pueblo, ¿me mandarías una foto? me hiciste temblar de emoción pensando que en tu casa ya están florecidos y yo me los estoy perdiendo! Gracias por comentarmelo!
Una resurrección personal ante un resto propio... trato de imaginármelo y me pierdo, y ¿sabés qué? intuyo que ahí hay algo fundamental sobre cómo estoy yo en el mundo y cómo estás vos en el mundo, pero me costaría un montón expresarlo con palabras.
Un abrazo, hermano. Un abrazo virtual, que no agobia ni perturba.
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