miércoles, 18 de noviembre de 2009

Juan José Saer | propuesta de Marina

Despedida

Hoy nos separas, profundo, y alguien
recorrerá ese millón de pasos que se acunan,
mientras abandonados por un cuerpo feliz
que ahora crece lejano,
sentimos nuestros ojos arder entre unos gestos
delicados, en esta orilla
solitaria, en plena tarde
y en un octubre extremo,
entorpecidos por un doble abandono,
nosotros, prisioneros
de una llanura indiferente,
oh mar que nos induces a gravedad.


Comentario:

Vuelvo al primer autor que propuse en Pan de Humo, no porque sea tan cíclica (o, quiza sí, soy más cíclica de lo que me imagino y ya va siendo hora de que lo reconozca) sino porque este poema se presentó en mí por su propia voluntad; y, como el fin de semana anterior estuvimos juntas Diana y yo, y en éste otra vez la mar océana nos separa, me pareció el momento adecuado para subirlo.

Juan José Saer es un autor fundamental para mí, algo así como un padre literario, algo tan profundo e indisoluble de mi vida que nunca podré mencionarlo como corresponde. Él era esencialmente narrador, pero tenía un cuidado extremo de la lengua, y encaraba toda su obra sin distinción entre géneros, por eso su único libro de poesía publicado en vida, que recoge toda su obra poética, se llama El arte de narrar.

Este poema es una única frase, con una sintaxis compleja, muy saeriana, y me gusta su emoción contenida, su última frase, dónde pone los adjetivos, y su ritmo y su vaivén. Me hace pensar en la gramática alemana, porque cuando era chica me dijeron que en el idioma alemán el verbo está al final de la frase, y me rompía la cabeza pensando cómo sería entenderse en alemán, teniendo que esperar a que la frase llegue a su última palabra para saber de qué se está hablando (¿de ahí vendrá el famoso orden alemán: de que aprenden de chiquitos a esperar el final de lo que están escuchando?). Este poema me hace acordar a eso: cuando llego a la invocación final me veo obligada a ascender de nuevo hasta el comienzo y releerlo completando su sentido.

Este poema se presentó solo pero antes de decidirme a subirlo releí todo el libro de Saer y dudé entre varios otros. Mi solución salomónica fue subir al grupo google no sólo este poema sino varios más (como para obligarme a no seguir proponiéndolo en el futuro), en un único archivo (que también tiene unos enlaces a sitios donde hay mucha información sobre él y, por lo que vi, también pueden bajarse novelas de Saer zipeadas,pero no sé si están completas o no). De los poemas de ese archivo, dedico a Meteco el que se llama "De Polonio a Laertes" y a María Jesús el que se llama " De duelos largos".

5 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

El poema de Saer evoca la experiencia del adiós: los adioses que hemos dado son puntos de referencia en las sendas de nuestra vida. Para mí al menos, son puntos centrales para orientarme en lo que soy. Me conmueve del poema la imagen del ensimismamiento en que nos deja un adiós. Nos quedamos mirando al mar, al suelo o al cielo y ya no pensamos en la persona a la que decimos adiós sino en el lugar desde el que lo hacemos. El espacio se convierte en distancia (o el tiempo, depende de cómo sea el adiós); "sentimos nuestros ojos arder entre unos gestos delicados", nos encontramos en un lugar imposible entre el dolor y el ensimismamiento que produce un afinamiento de la sensibilidad, como si el mundo reclamase en ese momento nuestra atención y al que respondemos con gesto delicado, pues nuestro cuerpo está herido por la separación.
A Marina, lo entiendo, los adioses tienen que ver con el mar. A quienes somos de tierra adentro siempre pienso en estaciones nocturnas, mal iluminadas, con niebla y frío, como son siempre los adioses.
Bello poema: me gusta la idea de que volvamos a los mismos poetas.

Josep E. Corbí dijo...

1. Hablando de despedidas, me gustó la película de título homónimo. Una forma hermosa de conformar el duelo.

2. Hablando del mar. Me gusta la expresión, referida al Mediterráneo, 'Un pont de mar blava' (un puente de de mar azul'). El mar separa o une; entiendo que el océano siempre separa: 'al otro lado del Atlántico'.

3. El mar me despide de todas las cosas, y de mi cuerpo, y de mi voz; para dejarme ser o dejar de ser.

4. Gracias, Marina, por el poema. No sé si mis comentarios toman el poema como excusa o son dos o tres de esos millones de pasos que se acunan.

Nuño dijo...

Doce versos, ni un aditamento más, tiene ya los justos para que nada la ciegue y esta joya brille con su propio fulgor. Esto es lo que el poeta llama satisfacción, el crítico redondez y el lector fascinación.
Como ocurre con poemas de esta índole y muy pocas, poquísimas veces, con poemarios completos, la autoría suele ser doble: la del poeta que escribe y la del lector que reescribe con la tinta de su embeleso.
Reescribo, pues, este poema que leo, esta única frase, como dice Marina, pero de doce versos construídos con la métrica del ebanista, ésa que permite graduar la tensión ("profundo", "extremo",
"indiferente") para consolidar la pieza principal ("gravedad"). Es "el arte de narrar", el arte de saber medir las tensiones, el "cálculo de estructuras". Y no, no puedo dar la vuelta al poema, a mi poema, al del lector, porque si empiezo por esa advocación "oh mar que nos induces a gravedad", esta pieza fundamental deja de serlo, la tensión desaparece y ese "arte de narrar" se convierte en un vano juego de juntar piezas sin emsamblar.
Y, en fin, como lector, no termino mi poema, lo dejo en suspenso para que se siga reescribiendo, recurro a ese poder del traslenguaje, a ese territorio franterizo donde cada palabra hay que volverla a conquistar o a "pronunciar". Porque al final cada uno puede poner su final, porque a qué nos induce el mar cuando canto "oh mar que nos induces a gravedad".
Salud para tod@s.

Mª Jesúsearerine dijo...

El último verso, ahí desplazado, me parece un hallazgo poético que resume en la exclamación la aceptación de la circunstancia, de la distancia, de la separación, aceptación sin duda perturbadora, pero aceptación al fin y al cabo y a la que se suma ese sentimiento de extravío. Lo leo como la expresión de un ahogo.

No sienten igual el que se queda y el que se va. Este último ha de “estar” en el viaje y tener los ojos bien abiertos ante lo que ha de vivir. Para el que permanece, nada hay de aventura “prisioneros de una llanura indiferente”, de vuelta a la rutina.

Conozco a Saer por ti, Marina, (un abrazo grande por el poema que me regalaste) son bastantes los descubrimientos que he hecho gracias a este blog y espero que habrán muchos más.
Con los años las despedidas se vuelven más duras, los adioses son ya casi definitivos. De joven me separaba y aceptaba la separación de los otros con bastante tranquilidad porque las intuía llenas de esperanzas y de sorpresas, siempre era bueno desear conocer qué había al otro lado, o al menos, tener la posibilidad de hacerlo. Eran cambios, encuentros y desencuentros encadenados, sorprendentes, fructíferos unos, otros , terribles. La verdad es que ahora me cuesta más, mucho más, desprenderme de las personas a las que aprecio. De las que quiero, mejor ni os cuento. Aunque siempre disimulo y digo adiós con una sonrisa: he aprendido a proteger a los otros de mis miedos.

gotamarina dijo...

Queridos contertulios: lamento haber estado tan poco participativa en mi propuesta, pero se juntaron varias cosas (una simil gripe el fin de semana y complicaciones familiares antes y despues) que me impidieron estar por aquí; pero quería agradecerles los muy muy hermosos comentarios que han dejado. ¡Gracias! y buenas noches.