miércoles, 9 de diciembre de 2009

Alfonso Carreño | propuesta de Meteco Diletante

Desmontaje

La ceremonia estricta de la vida
va desprendiendo cuerpo.

A sosegados pasos
retira candelabros vigorosos
y descuelga tapices.

Fiestas de monte y sala se clausuran,
juegos de caña y de sortija cumplen
vísperas en jolgorio: y la obscena
boca letal de la celebración
apacigua las risas con que antes
rociaba el silencio.



Igual que en casi todos los poemas que me gustan, quizás éste sólo tenga una asociación de palabras brillante, “desprendiendo cuerpo”, pero que, también como siempre, eso basta para que el poema ocupe durante bastante tiempo un lugar en la conciencia arrojando luces y sentidos a otras ideas.

Lo leí en unos días en los que observaba las señales que mi cuerpo empieza a mostrar por el paso del tiempo. Desde la idea de cambio (que el cuerpo cambie) aquello no era muy preocupante, pero la palabra “desprendimiento” añadió un matiz dramático a ese suceso, una cierta ansiedad se coló en mi vida. Como llamada por el nuevo contenido se presentó una frase olvidada de Proust, una reflexión sobre los ancianos empequeñecidos: enanos en el mundo y gigantes en el tiempo. Parece que persistimos en durar a cambio de ofrecer un doloroso espectáculo de engorde y derribo, como el baile final de la novela.

Pero detrás de ese baile macabro, el poema hace surgir otros aspectos de la vida, el dramatismo se equilibra con ecos alegres y una celebración, obscena, como no puede ser de otra forma, de la vida. Me recuerda a la Voluntad de Schopenhauer, que se devora a sí misma porque no hay nada externo a ella, pero aquí con la indicación contraria a la santidad, la de hacerle una jugarreta a la vida y reintegrarle la menor parte posible después de haber disfrutado de ella. Hay en este poema enseñanzas y un equilibrio que me hacen estar pegado a él.

Saludos.

6 comentarios:

Nuño dijo...

Junto a San Pedro del Pinatar en el verano de hace cuatro un poeta autodidacta, hoy ya muerto, me habló con afecto de A.C.y se alegró de que tuviera su libro de Adonais; no recordaba entonces el título y hoy anda el poemario lejos de mí, en el pueblo. Ahora la propuesta de Meteco me lo resucita y bien merece esta vuelta.

En cuanto al poema me gusta por el equilibrio conseguido entre forma y fondo, fruto de la maestría poética de A.C. (Es cierto que cojea el penúltimo verso, pero si te ayudas de la declamación puede pasar desapercibido). Me llama la atención la severidad de su lenguaje, ese limpiar y despreciar lo que no interesa. Consigue así un poema redondo. Un texto que en una lectura caprichosa me ha evocado reminiscencias eclesiásticas: ceremonia, desprendimiento, pasos sosegados, clausura, cumplir vísperas, celebración, rociar (el desvestimiento de la ascesis, camino del éxtasis). Un buen trago para el que no lo espera.
Salud para tod@s.

Josep E. Corbí dijo...

'Huésped de la materia' es el título del libro al que el poema pertenece y que Toni me facilitó una tarde que no olvido. A pesar de sus resonancias platónicas, no dejo de sentir que el poeta consigue en ocasiones el sortilegio de hacernos sentir cuerpo. El uso de un lenguaje en el que abundan los adjetivos rotundos ('estricta', 'vigorosos', 'obscena') parece conducirnos hacia una abstracción desencarnada y, sin embargo, la ausencia de artículos genera en mí una violencia mansa que hace que me sienta materia habitada, casero de una masía.
Los versos con los que inicia el poemario alimentan esta lectura:

Estoy siendo la verdad de mi cuerpo,/la vida de mi cuerpo,/su simiente de olvido,/su santuario.

En cuanto al ir desprendiendo cuerpo, ¿qué te he de decir, mi querido Toni? Es una experiencia cotidiana que a veces tiñe y a veces da sabor a mi vida.

meteco diletante dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
meteco diletante dijo...

Con el lenguaje me pasa como con algunas películas de misterio, o miedo, a lo Hichtcok o alguien de su escuela, películas en las que un personaje encantador, o adorable, o amable, como una ancianita buena, o un hombre respetable y generoso, un familiar o un amigo, de repente se torna borroso, y cuando eso sucede el miedo que produce es de un grado mayor que el que provoca cualquier objeto o personaje clásico de terror.

Se desprenden cosas, de las montañas, hay personas desprendidas, las asociaciones a esta palabra eran del orden de lo sublime en el mundo natural o de lo bueno en lo personal, y de repente esa palabra era el signo de mi lenta desaparición. Fue como ver a la abuelita buena con una pistola en la mano.

Y por otra parte, aprovechando la locuacidad que me da estar con el desayuno en la cama, viendo el frío de la mañana desde una habitación caldeada, creo que acabo de entender que lo que me atrae de la poesía, aunque lo he sugerido muchas veces de otra forma, tiene su mejor expresión en la carta séptima de Platón, cuando habla de frotar los los nombres y las ideas de las cosas hasta que surge un chispazo, y eso era "saber" la cosa. Algo así parece que siento cada vez que el lenguaje pega un fogonazo al juntarse dos cosas que normalmente no suelen estarlo.

gotamarina dijo...

Leí la propuesta en su momento y lo que más se quedó en mi cabeza estos días es lo de "desprendiendo cuerpo", porque el comentario de Meteco había enfocado todas las luces hacia eso, y porque por mi parte también estoy últimamente admitiendo las huellas del paso del tiempo en mi propio cuerpo.

Lo de "desprender cuerpo" parece tan directo y evidente si pensamos en los pelos que se nos caen y ya no vuelven a crecer como antes, en la vista que ya no puede ver bien ni lejos ni cerca, y menos que menos lejos y cerca al mismo tiempo, en los huesos que crujen como muebles viejos (supongo que los muebles viejos crujen tanto como mis huesos, pero nunca pude comprobarlo). Lo de "desprendiendo cuerpo" también me disparó imágenes fantásticas de seres mutantes que emanan de sus cuerpos fragmentos corporales que siguen viviendo por su cuenta... una imagen un poco horrorosa así que dejémosla de lado.

Pero ahora cuando volví a leer el poema para agregar mi comentario, me quedé prendada de la boca final y todo lo que me sugiere: que las fiestas que se están acabando tenían como objetivo borrar el silencio, y que ahora, al acabarse las fiestas, nos reencontramos con el silencio. Y me gusta esta imagen. Por supuesto, según cómo nos imaginemos ese silencio perenne que sobrevivió a todo lo que vivimos (como si lo que vivimos, las fiestas a las que concurrimos yendo de una a otra, no hubieran sido más que distracciones que nos desconectaban del silencio), la imagen puede ser angustiante o apaciguadora. A mí en este momento me atrae, es un silencio lleno, el silencio de quien calla porque siente que hablar es en vano, no porque no tenga nada que decir.

Toni: me gustó mucho el símil del lenguaje y las chispas.

Beatriz dijo...

Se supone que yo pertenezco a un grupo de investigación que se llama Cuerpo y textualidad, (digo lo de "supone" porque son muchas las cosas trabadas en esa pertenencia, pero no tocan aquí) trabajamos los vínculos entre cuerpo y lenguaje, sus metáforas, sus asociaciones, sus maneras de hacerse carne en la letra. Me ha entusiasmado el poema porque ese "desprenderse" me lleva muy lejos, tanto en la cadena asociativa como en la vital. No conocía el poema, ni el poemario y correré a buscarlo... Pero, ante todo, me han encantado vuestros comentarios, ese Pepo que acepta el desprendimiento con tan buen talante o ese Meteco que reflexiona sobre su propio desprenderse me llenan de ternura, a veces en los retazos de vuestros comentarios se asoma el yo-cuerpo de cada uno y eso es lo que más me gusta del blog. Yo os diré en compensación que no me siento "desprendida" en lo corporal para nada, todo lo contrario, lo que siento que se desprenden son capas de un yo que cada vez se acerca más a un yo-cuerpo. Como si pelara una cebolla para llegar al centro, y ese centro es radicalmente corporal. Lo cual me llena de sorpresa!!!