miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vicente Aleixandre | propuesta de Jesús

SOY EL DESTINO

Sí, te he querido como nunca.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte está próxima
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?

Yo no quiero leer en los libros una verdad que poco a poco sube como un agua,
renuncio a ese espejo que dondequiera las montañas ofrecen,
pelada roca donde se refleja mi frente
cruzada por unos pájaros cuyo sentido ignoro.

No quiero asomarme a los ríos donde los peces colorados con el rubor de vivir,
embisten a las orillas límites de su anhelo,
ríos de los que unas voces inefables se alzan,
signos que no comprendo echado entre los juncos.

No quiero, no; renuncio a tragar ese polvo, esa tierra dolorosa, esa arena mordida,
esa seguridad de vivir con que la carne comulga
cuando comprende que el mundo y este cuerpo
ruedan como ese signo que el celeste ojo no entiende.
No quiero no, clamar, alzar la lengua
proyectarla como esa piedra que se estrella en la frente
que quiebra los cristales de esos inmensos cielos
tras los que nadie escucha el rumor de la vida.

Quiero vivir, vivir como la hierba dura,
como el cierzo o la nieve, como el carbón vigilante,
como el futuro de un niño que todavía no nace,
como el contacto de los amantes cuando la luna los ignora.

Soy la música que bajo tantos cabellos
hace el mundo en su vuelo misterioso,
pájaro de inocencia que con sangre en las alas
va a morir en un pecho oprimido.

Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.

Soy el caballo que enciende su crin contra el pelado viento,
soy el león torturado por su propia melena,
la gacela que teme al río indiferente,
el avasallador tigre que despuebla la selva,
el diminuto escarabajo que también brilla en el día.

Nadie puede ignorar la presencia del que vive,
del que en pie en medio de las flechas gritadas,
muestra su pecho transparente que no impide mirar,
que nunca será cristal a pesar de su claridad,
porque si acercáis vuestras manos, podréis sentir la sangre.

(Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor).


Comentario


Se me escaparon horas y días, y olvidé este reducto de vida, de palpitante cadencia, de destilada esencia, que es este espacio de poemas compartidos. Os propongo de nuevo un clásico, a quien siento olvidado y que llenó muchas de mis horas juveniles. En él, el poema reclama más poema, cada metáfora conduce a otra metáfora, y las palabras nos arrastran en un torbellino de naturaleza y vida. Poco más: me pareció apropiado para aquellos que como yo, a veces, como sin querer, ya no escuchan el rumor de la vida.

4 comentarios:

Nuño dijo...

Dentro de muy pocos días se cumplen los veinticinco años de la muerte del poeta. Me alegra que Jesús nos alerte de ese acontecimiento y nos anime a convertir este blog en un homenaje sentido, al menos para mí. Y me alegra también que haya elegido una muestra de ese poemario porque coincide con el gusto generalizado de todos los que se unieron públicamente a las exequias de aquellos días: "La muerte del autor de ´La destrucción o el
amor´". Hace ya más de un año en este blog se propuso un poema de V.A. y recuerdo lo que entonces confesé: me hice lector de poesía con el libro "Sombra del paraíso" para mí su obra cumbre y un antecedente de "Don de la ebriedad" de otro ya conocido aquí y ya difunto, C.R.

Creo que Jesús, aunque lo niegue, lo mismo que el poeta ("Nadie puede ignorar la presencia del que vive"), sí que escucha "el rumor de la vida" porque la elección que hace del poema es la que mejor define "la vida" de "La destrucción o el amor", "la vida" que da sentido y unidad y potestad a todo el poemario. "Una visión cósmica" del mundo como una única sustancia universal en la que el hombre se funde y se disipa ("que el mundo y este cuerpo/rueda..."), una idea que no se halla muy lejana a la filosofía zen; el amor como una forma de destrucción y el morir como un acto amoroso ("...amar es sólo olvidar la vida" y toda la estrofa "Soy el destino... rumorosa y total"); la exaltación vitalista de claro ascendiente romántico ("rumor de la vida", "presencia del que vive", ese "clamar" aleixandrino, ese grito del "Quiero vivir, vivir..."); el irrracionlismo de raíz surrealista ("cerrar los ojos a lo oscuro presente", "unos pájaros cuyo sentido ignoro", "Pájaro de inocencia")); y en fin, ese sentimiento elegíaco ("tierra dolorosa" y ese bellísimo verso " que nunca será cristal a pesar de su claridad") que anuncia ya lo que será el poemario "Sombra del paraíso". Todo ello, pues es precisamente "la vida" que nos presenta este libro, "la vida" del libro que se lo merezca.
Perdón por el exceso y salud para tod@s.

Josep E. Corbí dijo...

Me fascina la primera estrofa. Me gustaría tan solo ser fiel en mi vida a lo que en ella se transmite y que se expresa de múltiples maneras a través del resto del poema. Esa conciencia de la muerte que se olvida en el amar, pero que si olvidásamos olvidarla de ese modo, estaríamos ya al otra lado de la muerte. Cerrar los ojos como la única manera de abrirlos, concentrarse en los límites de otro un cuerpo para transcender la muerte a través de algo más que su olvido y, sin embargo, seguir muriendo.
Y me fascina también la inconsistencia de las últimas palabras del comentario de Jesús: "como yo, a veces, como sin querer, ya no escuchan el rumor de la vida". Me parece que el 'ya' cancela la atenuación que se busca con el 'a veces', pero no sé cuál de las dos expresiones expresa un esfuerzo de la conciencia y cuál un desliz provocado por la fuerza de lo que más hondamente siente. En cualquier caso, gracias y a ver cuánto tardo esta vez en olvidarme.

Beatriz dijo...

A mi me pasa como a Pepo, la primera estrofa y su mensaje vital me parecen de gran poder, como un conjuro. Lo que me sucede con Aleixandre es que, por una parte, lo estudié tanto que no puedo dejar de recitar un "tema" cada vez que lo leo y esa sensación me molesta. El contexto vital en que uno se acerca a la literatura acaba mediatizándola!!!. Pero, por otro lado, su palabra está siempre tan viva, tiene tanta fuerza, se desata tanto, que siempre me da un subidón cuando lo leo, aunque hable de la muerte...

Fernando Broncano dijo...

Leo el poema como si tocase algo sagrado: con Aleixandre me pasa en general, pero con este poema, más. No haber estudiado literatura, como Bea tiene la ventaja de que mantienes por más tiempo la sorpresa al leer, y también los mitos. Es el poema de una vida examinada, que afirma y niega en un proyecto de existencia ante el que me siento subyugado, más por la fuerza de las metáforas que por el proyecto en sí. Labios, muerte,cuerpos, libros, montañas, agua, rocas,ríos, pájaros, peces, polvo, piedra, cristal, luna, hierba, juncos, carbón, cierzo, nieve, niño, amante, destino, música, cabellos, crin, caballos, león, gacela, tigre, escarabajo, selva, flecha, pecho, mano, sangre. Una vida que se disuelve en el. Me inundan de vida tantos nombre en un solo poema, como si la voluntad de vida fuese un viaje por un paisaje de signos.