miércoles, 10 de febrero de 2010

Pablo Makovsky | propuesta de Marina

Hotmail

kokimak22@hotmail.com era uno de los correos
del tío Pedro.
Me divirtió el nombre: el juego
con el que un hombre mayor
advierte el tropezón
en el apellido paterno: uno lleva
ese apellido
como una mentira: ni sus letras son sus letras,
ni es algo conocido
lo que menta.
Y así, mentir y decir
entran en la misma cuenta:
¿quién sabe que el Makov es un río,
que el "s-k-y"
es la última partícula
de una pertenencia?
De repente,
se borra la cárcel, el exilio se borra y la derrota,
la derrota es un anécdota: ahí estaba mi tío,
entre los usuarios de un largo vacío,
algo menos que su nombre, algo menos que el mío,
y algo más que aquel río
que ninguno de los dos conocimos;
algo de eso escuché en ese desatino:
kokimak.
Kokimak,
kokimak.
El día que el tío Pedro murió,
en mi bandeja de correo
había un mensaje de kokimak. Traía
tres archivos adjuntos,
llevaba el asunto
escrito en inglés.
La máquina del cíber de Merlo
donde quise abrirlo
detectó en el mensaje un virus
y ahí quedó el envío,
con sus imágenes ciegas,
con su texto automático;
y el virus guardado y el nombre
del tío Pedro
llamando sin voz, flotando
en la máquina
navegando
una distancia sin materia.



Comentario:

Cambié de año en Buenos Aires, en el centro exacto de un viaje que fue, por muchos motivos diferentes, desde su idea inicial muchos meses antes hasta mucho después de su concreción, complicaciones y angustia. Pero me deparó un reencuentro inesperado: casi al llegar vislumbré al pasar por un kiosko un nuevo ejemplar de Dario de Poesía, aquella publicación que seguí con devoción durante años, como les conté en junio del año pasado, y que no sabía que seguía apareciendo (y todavía no sé si dejó de salir y reapareció, o si jamás dejó de publicar aunque yo no lo supiera).
Como en una leyenda de Bécquer, vi a mi amada al pasar, en un relumbrón de amor a primera vista, pero no pude acercarme a ella, y después, en todos mis días en Buenos Aires, cada vez que pasé cerca de un kiosko (y en Bs As en las zonas céntricas hay más o menos uno por esquina) relojée su interior para volver a encontrarla, sin hallazgo, hasta que, desilusionada, convencida de que la había perdido para siempre, el último día antes de volver a embarcarme la encontré, y, alborozada, la compré.
Quiere decir que recién empecé a leer mi nuevo ejemplar de Diario de Poesía cuando ya estaba en mi hogar actual, inmersa en el mayor ataque de nostalgia familiar que haya vivido en mi vida. Fue entonces que leí este poema y me impactó. No sé nada sobre el autor, así que acá abajo copio las tres líneas que figuran en la revista. La sección donde aparece este poema es una de las típicas secciones autorales de Diario de Poesía, es decir: una página tamaño tabloide completamente dedicada a un autor, que recoge un conjunto de poemas del mismo seleccionados por alguien de la revista, con dos o tres líneas de presentación del autor, y listo. En el caso de Makovsky su sección se titula "El tío Pedro", y todos los poemas recogidos, hablen de lo que hablen, mencionan al tío Pedro, sin que quede explícito por qué era tan importante este personaje (pero todos tenemos algún tío misterioso, lejano y atractivo, que aparece y desaparece, agregando encanto a nuestra familia). Del poema me impactó mucho la imagen del mensaje electrónico que llega cuando su autor ya ha muerto (cosa que, cuando las cartas tenían que viajar meses para llegar a destino, tenía muchas más posibilidades de ocurrir que ahora, pero nunca lo había pensado); y la impotencia del mensaje cercado por el antivirus: las máquinas que deberían servirnos se rebelan y toman decisiones por sí mismas, y nos quedamos sin escuchar el último mensaje que nos habían dedicado, lamentando el vacío.

Pablo Makovsky nació en Paysandú (Uruguay), en 1963; desde 1984 vive en Rosario (Argentina). Publicó el libro de poemas La vida afuera (2000) y, junto con Osvaldo Aguirre, Todos aquí (UNL, 2009), entrevistas y crónicas en el XVI Festival Internacional de Poesía de Rosario (encuentro del que es uno de los organizadores desde 2008). Es diabético, como Michael Corleone.

6 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

Recuerdo que cuando el autor de la novela "El rinoceronte del papa" hacía su marketing por los periódicos (la novela es olvidable) sostuvo una idea que se me ha quedado: "Si tu tienes un rinoceronte y un papa, tienes una novela". Aquí, me parece, ocurre algo parecido: si tienes un tío y un mensaje de internet tienes un poema. Maravilloso. Postpoesía pura. Bueno (tendría que decir mucho sobre la postpoesía pero me lo callo/mallo): Pero sí: hay algo increíblemente intrigante en este poema, como en el cuento de terror en el que se entierra al muerto con el móvil y uno recibe de pronto una llamada con su nombre. Me parece que pertenece a una dimensión de lo poético que tiene que ver con lo maravilloso, un mundo en el que los adultos no entramos o nos resistimos a entrar por miedo a los móviles o a los mensajes.
Marina: muy bueno, nos introduce en una dimensión que no habíamos explorado.

gotamarina dijo...

sí, es algo así: da la impresión de que el mensaje no sólo llegó después de la muerte del tío, sino que fue escrito después de la muerte del tío; no es que el poema lo diga, pero nuestra mente va para ese lado (demasiado Poe en nuestras vidas, tal vez) por eso supongo que me impactó esa imagen. Gracias Fernando por tu comentario!

Josep E. Corbí dijo...

Una dirección de correo (y encima de hotmail) era para mí lo a-poético y, por eso, mi lectura empezó con un golpe. Al principio, pensé que era un error de edición, pero, poco a poco, el golpe fue desvelando algo de su fuerza, esta vez poética, y fue dibujando en mi alma (un tanto maltrecha) una sonrisa y, en realidad, la alegría de una promesa: que el mundo está más lleno de belleza de lo que creía y que ámbitos que, sin querer, enajeno de la poesía, se acercan a ella. Como esa señora (lo oí en la CBC canadiense) que, en el sur de Alemania, estaba sentada ante la pantalla de su ordenador para ver, a través de una webcam, como atardecía en una playa del norte de su país; pero, entre ola y ola, aparecieron unos destellos inesperados; pensó que era alguien que pedía socorro; sintió que debía intervenir y llamó a la policía (la policía alemana; no sé si la española habría acudido) y, en efecto, encontró a un náufrago a quien rescataron sano, salvo y sorprendido. Se desconoce, no obstante, si el náufrago tenía dirección de correo o si saludó a la buena señora a través de la webcam.

gotamarina dijo...

Pepo: ¡qué buena historia! Narrativamente, es perfecta! ¡Gracias! A mí también me pasó como a vos, me sorprendió mucho que se pudiera hacer un poema a partir de una dirección de hotmail (le tengo tirria a hotmail, vaya uno a saber por qué), me alegra que a vos también te haya atrapado el poema después de su comienzo apoético. Y lamento la maltrechez de tu alma, si entendí bien, ojalá sea algo transitorio y pase hoy mismo...

meteco diletante dijo...

Cuando pensaba que ya no había nada que me pudiera impactar en el mundo de las sustituciones, cuando pensaba que mantenía un saber actualizado en casi todo lo que me pudiera surgir dando clases como para estar más tranquilo que unas pascuas, la semana pasada empecé una sustitución de religión para un mes y medio, con trabajos, notas…el pack completo. Hoy es el primer día de varios que puedo aflojar de programar, de estudiar, de leer la Biblia, de ir a misa, etc.

He de agradecer este buen momento pasado leyendo el poema y los comentarios. He disfrutado mucho de esta lectura. También me ha conmovido. Volví a reproducir las emociones de cuando vi un documental sobre Amelia Earhart, la aviadora que intentó dar la vuelta al mundo y desapareció en el Pacífico. Su marido, durante muchos meses, siguió recibiendo las cartas que Amelia le escribió desde los sitios que hacía escala.

También comparto todo lo que decís sobre la agradable sorpresa que causa el hacer poesía con algo a priori tan ajeno a ella como una dirección electrónica. Estamos acostumbrados a que una rosa o una ruina se comporten estéticamente, pero no vemos por qué una dirección electrónica debiera de hacerlo, el autor ha sido muy perspicaz, y muy hábil a la hora de conseguir ese efecto.
Saludos.

Nuño dijo...

Aunque sea, éste, tiempo de tiritar, me reconforta la bocanada de frescura del poema de P.M. que me trae la frescura también de dos corrientes distantes pero "familiares" que, con distinto temple, se reconocen en él, la de B.Brecht y la de P.Celan. Ecos que convendría confrontar con lo que Fernando insinúa en ese logro de "me lo callo, mallo".
Frescura que, soslayando la cuestión de la poetización de la ternimología cíber, reverdece con jovial ironía y resignada y piadosa melancolía (habla casi sin atreverse de la cárcel, del exilio, de la derrota; esa manera de hablar no es más que frescura) un rincón de una memoria personal y hace más llevadera la paradoja de la doble muerte del "tío Pedro". El lenguaje, la construcción, la sintaxis, el sentido del juego léxico (ese magnífico hallazgo de Makov/Kokimak/Makovsky...) y las imágenes son los mimbres con los que se teje ese cesto de frescura.
Salud para tod@s.