miércoles, 27 de mayo de 2009

Dionisio Cañas | propuesta de Gonzalo

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Un esqueleto escribe sus memorias

TODO empieza a tener
...........................un extraño sentido verdadero.
Todo lo que antes era oscuro
...........................ahora posee su luz propia
como las piedras en el campo
...........................que crecen debajo de la tierra.
Todo emerge de un pasado
...........................que cansado de estar en el pasado
pide día y pide sol,
...........................y pide que se le despierte
a una hora cualquiera,
...........................como los muertos.


Curioso que sea esta mañana
............................de destrucción y espanto,
cuando como un ahogado
...........................sale de entre los muertos
el sentido verdadero de la vida.
............................Curioso que haya hecho falta
tanto escombro para escribir
............................unas cuantas palabras verdaderas.


¿Podremos algún día
...........................perdonar lo imperdonable?
Hace muy poco las gaviotas
...........................acompañaban tantos barcos
que salían sin miedo
...........................a sus destinos turísticos
Hace muy poco los alegres
...........................pasajeros de la muerte
escribían tarjetas desde aquí:
...........................“la ciudad es hermosa hasta con la niebla”.


Y todo terminó como un fandango
...........................ruidoso y hacia dentro, todo,
hasta nuestros más íntimos
...........................deseos de huir a otra fecha,
sin calendario ni despertador,
...........................hacia un lugar del tiempo
en que escribir no sea
...........................una obscena aventura de poetas.
Supongamos que llueve
...........................y que estamos cansados de escribir,
supongamos también
...........................que es escandaloso
el precio de los cigarrillos,
...........................que aquel hombre y aquella mujer
que tanto amamos
...........................ya no son nuestros amantes
sino una ficción
...........................en el mar de las ficciones.
Supongamos
...........................que nos tocamos el cuerpo y nos decimos,
“esto no es mi cuerpo”,
...........................que nos tocamos los ojos y nos decimos,
“estos sí son mis ojos”;
 ...........................entonces, sólo entonces,
empezamos a viajar entre los muertos.
...........................El paisaje por donde vamos
es hermoso, digamos tropical,
...........................pero también es hermosa la aridez,
digamos de Manhattan.
...........................Así, cada vez más hacia dentro,
nos encontramos,
...........................como el que no quiere la cosa,
con unos cuantos esqueletos fumando
...........................con unas rosas, con abundantes frutos de mar
y con las ganas de llorar entre las gallinas.
...........................Supongamos, pues, que también estamos
cansados de mirar hacia dentro,
...........................que queremos estar junto a nuestra madre un ratito,
que un poquito de amor
...........................sería suficiente para dejar
de llorar todos los recuerdos.
...........................Supongamos, es sólo un suponer,
que hemos sido felices alguna vez,
...........................que no llueve esta tarde,
que estamos cansados de morir,
...........................que aquí no ha pasado nada
y que escribir tiene
...........................un extraño sentido verdadero,
supongamos.

                                                                        


........Comentario
No conozco muchas cosas de Dionisio Cañas (la primera vez que leí su nombre encabezaba un artículo titulado “Fenomenología de los bares de pueblo”) pero este poema que encontré en una revista de poesía siempre me provoca, al leerlo, sensaciones ambivalentes. Ya sabemos que lo que el poema dice es en gran medida obra del lector y cada vez que leo este poema acabo alegremente fatigado. Pues creo que el poema es sobre el cansancio. Mi comentario va a ser un breve intento de leer el poema en voz alta, sin pensarlo demasiado, a borbotones.
Tropiezo al inicio con la extrañeza de lo verdadero, que es un sentimiento. Algo que comienza a despertar ahora, distanciándonos de un pasado con diferente sabor. Ahora los muertos (¿los recuerdos?), como las piedras que crecen debajo de la tierra, piden sol y se despiertan a cualquier hora. Recuerdos o muertos que como un ahogado surgen trayendo el sentido verdadero de la vida. Recuerdo, pasado muerto, que revive sólido, piedra, escombro de la memoria convertido en palabra verdadera. Y el poeta sabe que hace falta mucha experiencia y mucha memoria, tanto escombro, para cuajar unos pocos versos que no sean fraudulentos. 

Se produce una ruptura al preguntarse el poeta si podremos perdonar lo imperdonable. Entiendo que nos habla de la vida-juventud como un viaje turístico que se realiza sin miedo, por ignorancia. Y todo lo que pasó por fuera fue quedando por dentro, todo, también lo que no hicimos, los deseos de huir (y el deseo tal vez de no ser un poeta con mala conciencia: escribir es una obscenidad). 

Si sigo leyendo encuentro que el poeta me describe la realidad con ese irónico “supongamos”: está cansado de escribir y sí, es escandaloso el precio de los cigarrillos, ya lo creo. Vamos a suponer que somos capaces de reconocer que nuestro amor es una ficción en el mar de las ficciones, que sólo quedará recuerdo. Envejecer es esto: no reconocerse en el cuerpo nuestro de cada día pero sí en los ojos que tanto vieron (tanta imagen que ha quedado en la escombrera del recuerdo). Entonces, nos dice el poeta, hemos dejado atrás la juventud, viajamos entre los muertos (entre los recuerdos), ya no hacemos turismo. Entonces se nota el cansancio. Entonces la realidad tiene que ser concebida como un supuesto. Entonces el mundo deviene “paisaje por donde vamos”, una postal, incluso tropical, frente al que tenemos una distancia. Puede ser hermoso, pero también lo es nuestro recuerdo: la aridez (el poeta es manchego) de Manhattan (el poeta vive en Nueva York y le gusta recordarlo al lector). 
Así, hacia dentro, donde sólo hay memoria (ni alma ni conocimiento) se empieza a vivir entre los muertos. Y de los recuerdos emerge el de aquel irrepetible sentirse querido y protegido de un niño junto a su madre. 
Llegado de la mano del poeta a esa lejana semilla cuyo fruto es este cansancio, me sorprende siempre que la leo la pregunta que hace como quien no quiere la cosa: ¿hemos sido felices alguna vez? Supongamos que no ha pasado nada y sigamos escribiendo. (Hay preguntas que es mejor no hacerse). Sigamos escribiendo, sí, seamos obscenos.

Lo más curioso de mi experiencia con este poema es que encuentro versos de los que podría prescindir, pero si eliminase las referencias a la escritura y al cansancio todo el resto perdería sentido para mí. Creo que, sin ser uno de esos poemas que te fulminan el leerlo ( y a pesar del título) es otro de los poemas cuya relectura ha pasado a formar parte de mi escombrera espiritual particular. 
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miércoles, 20 de mayo de 2009

Clara Janés | propuesta de Nuño

.Cuando en mí te despliegas como ave

Cuando en mí te despliegas  como ave
y abarcas hasta mis cabellos,
¿cómo puedo ser aire,
nube de pronto,
de pronto lluvia
y torrente
y derribarte?
¿Cómo desvanecerme
cuando después clarea?
                  Creciente fértil  (1989)

ANTES de que irrumpa la luz
y su inquieto diálogo con las sombras
pueble los valles del reposo,
amurallo la niebla y el silencio
y me amurallo en él
para que el amor crezca,
sólo doy paso al canto de los pájaros.

OH MONTE, qué sucede,
mi soledad está llena,
todo es belleza creada por mis ojos,
todo es de luz,
presente en el inmóvil punto.
Oh monte,
un verso inesperado me acomete:
no existe el mar.

OCULTO amado,
agua de lluvia,
aliento que mi tierra vivifica,
fuego y aura
desbordando en mis gestos, 
nada más necesito,
teofanía es mi transparencia, 
Clara, Clara es mi nombre, 
cada día crece mi amor.
                (Rosas de fuego, 1996)

.........Comentario
Quise, durante unos días, huir del “mundanal ruido” y me refugié en mi camáldula de Morille con la intención de refrescarme y sosegarme con la poesía  de  Clara Janés Nadal. No tardé mucho en convencerme de que, al lado de la poeta,  se echaba en falta la  presencia Juan de la Cruz y de  Frederic Mompou. Así que convoqué a cada uno de ellos, con sus “abalorios” distintivos (C. J., con sus poemarios posteriores al 1979; J.de la C., con su “Cántico espiritual”; y  F.M., con su ciclo para piano “Música callada”)  y yo, como  anfitrión, sin más “abalorio”  propio que  el de procurar buscar las cuentecillas que se repetían en los “abalorios” de los tres convocados, con el deseo de mostrar  el hilo de los más leve, aquello que hace que cada uno se parezca al otro y, sin embargo, sea cada cual dueño de aplicarlos a su aire, porque la virtud del “abalorio” no reside en la cuentecillas en sí, sino en  la disposición de su  diseño.  
Los tres recurren a la regla de la pobreza en el adorno, al uso casi aforístico del lenguaje, lejos de todo discurso (J.de la C.y la austeridad léxica; F.M. y la música con las notas menos posibles; y C.J., que expurga el diccionario y desciende al suyo propio, que depura la sintaxis y algunos signos de puntuación y que se inclina por un abanico, cada vez más cerrado, de términos lingüísticos: silencio en fin y levedad).
Pero el diseño de esas cuentecillas, el tono y el timbre, el sentimiento sobre la razón, nos hace temblar, nos subyuga y conmueve, cerramos los ojos para disfrutar de esa “música callada” o para recordar el silencio de esa “poesía callada”: eso que dice ”la música callada,/la soledad sonora,/la cena que recrea  y enamora”(J.de la C.); “¿Cómo desvanecerme/cuando después clarea?”, o  “Sólo doy paso al canto de los pájaros”, o  también  “Oh monte, qué sucede,/mi soledad está llena” (C.J.).
“Clara es mi nombre”,  canta la poeta y nada hay de vacuo en esta “a-clara-ción”, sino más bien la marca, el sello, el exlibris muy personal de C.J.. Lo que “clarea” en  estos poemas es esa definitiva claridad y transparencia, trémula levedad a la que ha llegado en su última etapa, fruto de la depuración, de la renuncia, de la intensa reflexión poética y de su decidido “caminar hacia Oriente” como “pasajera del amor”. Al modo de C. Rodríguez, la poesía  es un don, nunca gratuito y, más allá de la belleza formal de las palabras, una  inesperada revelación que te obliga a volver a cantar con C.J.
Perdón por tanto. Espero que lo disfrutéis.
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miércoles, 13 de mayo de 2009

Marguerite Yourcenar | propuesta de Fernando

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HOSPES COMESQUE

Cuerpo llevando el alma, siempre vanamente
Vuelvo a pensar en ti y te vuelvo a olvidar;
Corazón infinito en el cáliz naciente;
Boca que busca el nuevo verbo de besar.

Mares de navegar, fuentes para beber;
Trigo y vino ritual en la mesa mezclados;
Refugio de dulzura el vago adormecer;
Tierra que se despliega en los pasos alados.

Aire que me llenas de espacio y de equilibrio;
Nervios por donde viaja el cóncavo delirio;
Mirada interrumpida en el vasto universo.

Cuerpo, compañero, juntos nos moriremos.
No puedo no querer la sombra que tenemos,
No apresar con ella el resplandor de un verso.

................Versión de Silvia Barón-Supervielle

Comentario

No quisiera que las preocupaciones filosóficas invadieran la lectura de este hermoso poema de Yourcenar, en particular el rechazo a una idea cartesiana de dualismo mente-cuerpo. Habla para mí este poema de la experiencia de extrañamiento que a veces sentimos, a veces siento, con respecto al cuerpo. Ya sé que somos un cuerpo, pero también nos extrañamos de él, como nos extrañamos de la mente, y nos extrañamos de nuestro mismo ser y de nuestro mismo extrañamiento. Me gusta del poema el ir y venir de la experiencia: alejarse y acercarse, y me parece que en eso consiste la intimidad. Siempre he leído las novelas y diarios de Marguerite Yourcenar como poemas. Casi podría leer este poema como un relato, como una trayectoria corporal. 
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miércoles, 6 de mayo de 2009

Guillermo Carnero | propuesta de Vicente

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AL FIN A VUESTRAS MANOS HE VENIDO
....................................................................Garcilaso


Cuando era niño, al acabar la clase
salíamos todos juntos al recreo
y yo era el aguafiestas, el torpe, el metepatas
absorto en un rincón imaginando historias,
aventuras y compañías de papel, leyendo un libro.
La edad no me ha librado de vocación tan mísera
ni he sabido adquirir mayor destreza
ante la realidad: extranjero en la sombra
huyendo tras el cristal de un tren nocturno,
ante quien brillan letreros lacerados,
resplandores y rostros y raíles sinónimos.
Después de fracasar con tanto empeño
al fin hasta tus manos he venido
como quien nunca supo del olor de la tierra
en un jardín mojado por la lluvia
ni oyó hincarse en la roca la paz del arcoiris,
acorde de las gamas del pozo de la vista,
silencio en la fragancia de los tibios colores
donde no cabe instante sin milagro.
No me exilies de nuevo al metal transparente
donde la voluntad se engríe y pudre,
al desierto donde se triza el tacto:
No me dejes en un rincón con este libro,
medalla decorosa en el ojal de un muerto.

,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,Guillermo Carnero


.........Comentario

Este es el poema nº dieciséis (de veinticinco) del poemario Verano Inglés  (Barcelona.Tusquets-Nuevos tiempos sagrados.1999). Supone el regreso, tras nueve años de silencio (Divisibilidad infinita 1990), de un "clásico" de los años setenta como ya lo es, también, Pere Gimferrer. 

Me ha costado mucho elegir un solo poema porque es el poemario, el tema escogido (el amor) dialogando con sus "variaciones sobre el mismo tema de siempre" o que mas me ha conmovido. Decía Auden en un verso "solo el tiempo conoce el precio que hemos de pagar." El tiempo ha regalado a Guillermo Carnero un cambio de temperatura poética que transforma una antigua actitud vital elitista, distante y culturalmente exhibicionista en una voz que se sabe y se quiere mas cercana. Resulta  envidiable comprobar que se puede envejecer, poéticamente, muy bien.
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miércoles, 29 de abril de 2009

Antonio Gamoneda | propuesta de Josep

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SIENTO EL AGUA (fragmento)

Me he sentado esta tarde a la orilla del río
mucho tiempo, quizá mucho tiempo,
hasta que mis ojos fluían con el agua
y mi piel era fresca como la piel del río.

Cuando llegó la noche, ya no veía el agua
pero la sentía descender en la sombra.
No escuchaba otro ruido que aquel ruido en la noche;
no sentía en mí más que el sonido del agua.
¡Tantos seres humanos, tan inmensa la tierra,
y este ruido en la noche ha bastado para llenar mi corazón!

........Comentario
Los poemas de este libro, Blues castellanos (1961-66), me llegan de lejos como mi propia infancia y, sin embargo, los siento cerca. Su lectura es, para mí, una extraña mezcla de experiencia y de recuerdo. Cuando leo estos versos, me imagino a Antonio Gamoneda, con su corpachón entero, sentado junto al Duero (¿por qué el Duero? No lo sé; tal vez, porque imagino sus aguas desplazándose lentamente por la vieja Castilla y cruzar Zamora, esa ciudad donde nació Claudio Rodríguez, que emigró a  Inglaterra e 1963, justo cuando se escribían estos versos, y cuyos poemas me acompañan algunas mañanas para rememorar, desde estas tierras verdes aunque pobladas por seres tristes, los paisajes adustos de mi infancia, su intensidad y su dolor) sintiendo el agua y sintiendo la noche. En mi paisaje, no hay agua, lo que llamamos 'río' es un barranco seco donde todavía crecen los tamariscos; por eso, me impresiona el lenguaje de los ríos mansos, aunque no sé muy bien lo que dicen, pero me hablan. Sheffield no tiene río, pero junto a mi casa hay un pequeño estanque donde se refleja el frío y el invierno de los árboles. Cuando me acerco a él, siento miedo, sé que sus aguas me obligarán a un acto de intimidad y así me ocurre día tras día, como un pequeño milagro. Su superficie siempre me parece profunda, será por los reflejos de los árboles o será porque uno resbala por ella hacia un lugar  propio, pero desconocido.
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P.S. Tenía esta propuesta preparada desde hacía tiempo, cuando todavía el frío asolaba estas tierras. Pablo nos propuso hace un par de semanas otro poema del mismo poemario, pero no veo que ese hecho sea razón suficiente para cancelar o postergar una propuesta que ha sabido permanecer viva en mí a través de los meses.


miércoles, 22 de abril de 2009

José Hierro | propuesta de María Jesús

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RESPUESTA
Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. 
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. 
Que tú me entendieras a mí sin palabras 
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde. 
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte, 
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú  no comprendes. 
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, 
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes. 
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. 
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve. 
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma, 
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese. 
Criatura también de alegría quisiera que fueras, 
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte. 
Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas 
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil, 
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, 
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde... 
Si ahora yo te dijera 
que es tu vida esa roca en que rompe la ola, 
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste, 
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha, 
aquel niño que azota la mar con su mano inocente... 
Si yo te dijera estas cosas, amigo, 
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente, 
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos? 
Y ¿cómo saber si me entiendes? 
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos? 
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte? 
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, 
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste? 
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

.........................................José Hierro, Alegría, 1947


.........Comentario

Ando revuelta últimamente. 
Si Hierro habla del “hombre dividido”, sería natural hablar también de “la mujer partía” en mi caso. Dicen que “Alegría” es un libro revuelto y desentonado. No me extraña, anclarse en la realidad y después subir a las cimas más altas del pensamiento neorromántico produce extrañas anomalías. La esencia de la poesía es para Hierro el ser humano, la vida. El sentimiento prevalece sobre las palabras, sobre la estética  “Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses”.  En el poeta las consecuencias  psicológicas de la guerra se perciben en muchos de sus poemas: la expulsión del paraíso produce perplejidad, y añado humildemente que  en otras guerras menores e íntimas, estupor y desasosiego. 
La contraposición de la realidad y los anhelos de felicidad ponen de manifiesto una vez más  nuestra dualidad, razón y vida,  y   la lucha militante por defender a esta última: “Criatura también de alegría quisiera que fueras”.  Ya en los versos de Gamoneda me atrajo fundamentalmente aquel que hablaba de  la mirada limpia de algunos seres humanos. 
A pesar de todo.
 La naturaleza resulta más que pródiga en sus ofrecimientos de belleza, de esa belleza que trastorna el alma y la llena de vientos, solo hay que estar atent@s  y con los sentidos despiertos para aceptar sus dones, pero nada es comparable a la emoción del encuentro con la ingenuidad. Y aunque el conocimiento pueda a veces velarla, creo que cuando surge, nos devuelve, aunque sea por unos instantes, a aquel territorio feliz de flores azules y de noches con luna. 
Ando revuelta y preocupada por mi ingenuidad, cada día más aparente.
¿Podréis, comentaristas, soportar tanto romanticismo?
Con afecto creciente.
Mª Jesús
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miércoles, 15 de abril de 2009

Antonio Gamoneda | propuesta de Pablo Ferri

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INVIERNO

La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,
y yo pienso en el pan y en las miradas
mientras camino sobre la nieve.

Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.

Yo veo el río como acero oscuro
bajar entre la nieve.
Veo el espino: llamear el rojo,
agrio fruto de enero.
Y el robledal, sobre tierra quemada,
resistir en silencio.

Hoy, domingo, la tierra es semejante
a la belleza y la necesidad
de lo que yo más amo.
.............Comentario
Varias cosas me emocionan de este poema. En primer lugar me admira la forma tan natural de relacionar opuestos como la nieve y el pan caliente. Uno de los recuerdos de mi infancia es la sensación de pisar la nieve por primera vez y el ruido mágico que hacía, tan contradictorio con lo que uno esperaba de antemano. Me parece también muy hermosa la forma de hablar de la mirada limpia de algunos seres humanos, la maravillosa mirada que nos regalan los niños, que me regalan mis hijos, o las personas que han permanecido intactas a pesar de todo.
Me fascina la forma en que el poema es un paisaje del alma, la forma en que los lugares van entrando suavemente en nuestras vidas, el modo en que el espacio que habitamos nos configura y nos transforma… siempre que miremos de forma adecuada. Desde que hace unos meses nos vinimos a vivir a la sombra del Montgó, la montaña, como el mar y la luz de aquí se han ido haciendo un espacio que parece imposible ya llenar con cualquier otra cosa. Tiene uno la sensación de vivir siempre en un estado de excepción, en un momento mágico imposible de atrapar.
Este poema tiene, desde mi punto de vista, la virtud de darle la vuelta a muchos de los prejuicios que sobre el mundo nos han inculcado: la supuesta suavidad de la nieve y su tacto como de algodón, la frialdad poco acogedora del invierno... Estamos predestinados a ciertas imágenes que determinan nuestra experiencia del mundo y el poema de Gamoneda, viene a darles la vuelta. Por otro lado el poema es como una celebración de la vida y de la belleza y del amor de las personas que amamos, de la maravilla de la vida como una mañana de invierno, de un largo invierno, frío y acogedor, luminoso y bello.
Un abrazo desde mi pequeño rincón soleado del mundo.
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