miércoles, 12 de marzo de 2008

Angel Valente (la propuesta de José Albelda)

ESCRIBIR es como la segregación de las resinas; no es acto,

sino lenta formación natural. Musgo, humedad, arcillas,

limo, fenómenos del fondo, y no del sueño o de los sueños,

sino de los barros oscuros donde las figuras de los sueños

fermentan. Escribir no es hacer, sino aposentarse, estar.



***



XII


Moluscos lentos,

sembrada estás de mar, adentro

de ti hay mar: moluscos del beber

en ti el mar

para que nunca en ti

tuvieran fin las aguas.



***



EL SOL inextinguible en el descenso

a la noche de todo lo creado.


Del útero,

en el resplandeciente cielo de los santos,

y antes que la luz de la mañana

y el sol del antedía, te engendré.


(Prima missa in nativitate)



J.A. Valente; obra poética 2, Alianza literaria…


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Ya que hay precedentes en Pan de humo, ofrezco tres poemas de Valente. Ya sé que hay truco: no se debe alterar el orden de los poemas que el autor ha dispuesto, pues también es poesía su ritmo. Pero valga la licencia para poder lanzar unas pocas ideas que así se ilustran mejor.


Me apetecía comenzar con uno que nos acercara a las claves de Valente, claves que se amplían en Cinco fragmentos para Antoni Tàpies, para quien quiera entrar más en ello. Desde el inicio apunta a la lentitud y al vacío que recibe –esto es un clásico-, pero también recoge algunos de los elementos básicos, generatrices, de su poesía; entre ellos, la luz, el agua, la tierra, y sus múltiples presentaciones y recombinaciones. Y la renuncia a vuelos fatuos.


Luego he optado por dos poemas de extensión intermedia. No los más breves, aquellos que nos impactan como flecha certera –ese sentimiento que se ha descrito en otros comentarios-; ni los más largos, con mayor complejidad narrativa. Sin extenderme, admiro cómo habla de lo humano a través de sus claves, tan versátiles. Fascinación si se entra de verdad en el poema, e intensidad. Palabras peligrosas cuando se refieren a poesía, pero me arriesgo a usarlas. Entre la flecha y lo extenso, la compresión del sentido.



6 comentarios:

Josep E. Corbí dijo...

Me identifico de manera inmediata con la descripción que Valente hace de la escritura que supongo poética. Hace un tiempo habría pensado que todo en su texto es metáfora o, incluso peor, habría pensado que eran ganas de generar imágenes entre oscuras y seductoras. Ahora, sin embargo, lo percibo como una descripción cuidadosa y evocadora del modo en que siento mi cuerpo cuando la escritura poética le da forma. En él, como en mí, la poesía no habla de los sueños sino "de los barros oscuros donde las figuras de los sueños fermentan". Es una lenta formación natural de la arcilla que somos (o el musgo o el limo). Arcilla a la que nos empeñamos en dar una forma concreta y cocerla para que perdure. Y eso nos duele porque nos violenta al no amoldarse al curso de nuestro sentir, que encuentra mejor acomodo en materiales como el musgo o la arcilla húmeda y maleable. La poesía nos ayuda a vencer el miedo de romper la vasija, a recuperar el contacto con la arcilla y solo darle la forma que nos hace sentirnos vivos, dejándola que siga abierta, disponible. De todos modos, el contacto con la arcilla es sentido como sucio y oscuro. Los temores acechan, aunque la escritura, al darles transitoriamente forma, los pacifica.

Josep E. Corbí dijo...

Por cierto, leo el primero de los poemas en la misma clave que el texto introductorio, aunque ahora use otros elementos para evocar la experiencia: moluscos, agua, mar. En el molusco encontramos la parte blanda y el caparazón, la arcilla maleable y la vasija cocida. Nuestro ser está, en gran medida, compuesto por ingredientes de esa misma naturaleza. Es necesario el movimiento del agua marina, que puede ser la escritura poética, para mantenerlas unidas.

Tengo la clara sensación de que el ritmo del poema, junto con sus elementos semánticos, nos hace sentir en el propio cuerpo ese ir y venir de las aguas entre la coraza y lo tierno que tanto nos vivifica.

Fernando Broncano dijo...

Maravillosas elecciones. Yo tengo con Valente extrañas relaciones de cercanía y distancia. Esel gran renovador de la poesía ibérica contemporánea. Sus poemas me llegan de una manera que no lo hacen ninguno de los poemas de la poesía de la experiencia (por abrir un debate tonto, de tribus). Veo en ellos lo esencial, el producto del alambique: musgos, tierra, olores y sabores de lo que llega adentro. Pero también veo un poco, un tanto, no sé como decirlo, de pose de poeta oficial, como el cura que se pone místico para hacer el sermón. Perdonad lo brusco. Veo, cierto, la reivindicación de lo sagrado para todos, no sólo para los religiosos, pero no acabo de distinguir en el el queje de la voz y la profundidad del verso. Decía Camarón que cantar flamenco es quejar la voz, y es cierto también para la poesía, pero lo que sale es la voz de Camarón, que cuando uno la compara con el grito ancestral y herido sale un punto de artificial.
Pese a ello me emociona el tercer poema:
EL SOL inextinguible en el descenso
a la noche de todo lo creado.
Me parecen dos versos misteriosos que me abruman por lo que hay en ellos de tensión entre movimiento, luz y oscuridad.
Reconozco en el a un genio, es un límite del lenguaje, y, sin embargo, no sé, estoy por lo imperfecto. Sospecho que entre Tapies y él hay una diferencia que tiene que ver con algo profundo de la experiencia poética.

gotamarina dijo...

me gustan mucho los poemas que suben todos, pero además me gustan mucho los comentarios. A veces son más poéticos que los poemas. Además me resulta muy gratificante y estimulante entrar cada noche en pan de humo y fijarme qué hay de nuevo, limpia el agobio de la jornada laboral, me revive y me devuelve a mí misma. Me alegro por participar en esta tertulia. Gracias a todos por hacerla real.

Josep E. Corbí dijo...

Es ciertamente el tercer poema el que más me zarandea y emociona de un modo que me resulta difícil describir. Veo en él ecos del 'Cántico espiritual'. Como a Fernando, me incomoda ligeramente la perfección de sus imágenes por temor, quizá, a que no sea hijo del sentimiento desbrozado sino del oficio o, al menos, a que este último tenga más peso del conveniente para acercarnos a lo sagrado y acabe convirtiendo el poema en un rito que nos corrompe.

Beatriz dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dicen Pepo y Fernando en los últimos comentarios, a mi en Valente, al menos en el que describe su proceso de escritura, me falta "duende". He leído muchos versos de reflexión meta-poética que me parecen más auténticos. Desde el "quiero escribir, pero me sale espuma" de Vallejo, pasando por "No soy un intelectual escribo con el cuerpo" de Clarice, " el chorro de sangre es la poesía" de Silvia Plath, "Voy a agarrar un martillo para golpear el silencio" de Westphalen..." en todos hay una fisicidad, una fuerza, que se define muy bien con esa imagen del falmenco que cita Fernando, y que yo no encuentro en Valente, un poeta que a mi siempre me crea un efecto muy parabásico. Al menos mi experiencia de la escritura es muy física... y si se acerca a algo de lo dicho en estos versos de Valente es a esa llegada de la luz, que se produce tras el vaciado de escribir. Sin embargo, también en esto Valente se me queda corto... me parece impostado.