miércoles, 16 de julio de 2008

Paul Celan -propuesta de Nuño


I

ÁLAMO TEMBLÓN, tu follaje es blanco en lo oscuro.
El cabello de mi madre nunca llegó a ser blanco.

Diente de león, tan verde es la Ucrania.
Mi rubia madre nunca volvió a casa.

Nube de lluvia, ¿te demoras en los pozos?
Mi dulce madre llora por todos.

Estrella redonda, tú enroscas la cola dorada.
El corazón de mi madre fue herido con plomo.

Puerta de roble, ¿quién te sacó de los goznes?
Mi tierna madre no puede venir.

(De Amapola y memoria, 1952)



II

UNA ESTRELLA DE MADERA, azul
hecha de pequeños rombos. Hoy, por la
más joven de nuestras manos.

La palabra, mientras
precipitas sal de la noche, la mirada
vuelve a buscar la antelia:

-una estrella, ponla,
pon la estrella en la noche.

(-En la mía, en
la mía.)
(De Reja del lenguaje, 1959)
(Traducción: J.L. Reina Palazón)




Francamente me ha resultado angustiosa la elección de dos poemas para presentar dignamente a un poeta que arrastró durante toda su existencia el estigma del recuerdo y la culpa de haber seguido viviendo. He optado por intentar recoger los dos signos que, a mi entender, definen el mundo poético de Celan y los he encontrado no en su producción poemática sino en las reflexiones discursivas a las que tuvo que acudir para proporcionar piadosamente algunas pistas para la interpretación de su obra: “herido de realidad y en busca de realidad” y “escribir en las cenizas del lenguaje”. Los dos poemas propuestos encajan precisamente en cada uno de estos dos postulados.
En el primero, la doble herida de la pérdida humana y de la culpa de su supervivencia, lejos del juego poético, se convierte a través de la imagen de su madre en la lacerante realidad de la historia europea que tuvo que vivir (nazismo, guerra, estalinismo, holocausto y, ya francés, antisemitismo encubierto en la posguerra alemana). En estos momentos, Celan, “el poeta del holocausto” lo es más por su significado biográfico que por la propia temática de sus poemas. Y sin embargo, en este libro “Amapola y memoria” se codifican ya los dos puntales de su mundo poético: olvido (amapola) y memoria. Y en el segundo, en un ejercicio siempre al borde del silencio, Celan “desde las cenizas” nos muestra el camino de cómo escribir después de Auschwitz: después del Holocausto, de la catástrofe, nos queda el lenguaje, “sus cenizas”, es cierto, pero también la dramática tarea de reconstruir la lengua para hablar. Una reconstrucción que aboca, a veces al hermetismo, pero que seduce por la precisión de la lengua, por el misterio de sus neologismos, por la convulsión de la sintaxis, por la fragmentación formal, la alusión interna de los versos y las continuas citas que incluye en ellos. Pero hay mucho más y sé que cada lo encontrará con su propia lectura.

3 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

Benjamin reinvirtió para siempre la relación entre muerte y belleza: donde el ideal romántico de belleza se pensaba como una negación de la muerte, en su relectura de Las afinidades electivas de Goethe mostró lo contrario, cómo el personaje femenino es a la vez el anuncio de la muerte y la exaltación de la belleza. La muerte y la belleza (la muerte y la doncella) son temas esencialmente barrocos: nuestra era lo es. No es el coraje, sostiene Benjamin, la superación del miedo, sino la forma de convivir. Me parece una noción que explica muy bien a Celan y a su capacidad de convertir la memoria en belleza. De los dos poemas, el segundo me parece un ejemplo ilustrativo: el estigma convertido en signo de orgullo, la estrella infame en seña de identidad. Si la poesía es una forma de conocimiento es porque transfigura la experiencia y, como el duelo, la elabora. Esta destrucción de la sintaxis que hace Celan es su gran lección en un tiempo de mensajes planos y de subjetividades televisivas. Bravo, Jesús/Nuño: "-una estrella, ponla /pon la estrella en la noche." Por mí.

Beatriz dijo...

Me gusta mucho esa especie de "memoria franciscana", ese estar de la madre en todas partes, en cada latido de la naturaleza que nos rodea, también el contraste vida/muerte, creo que es una manera muy poderosa de hacer memoria de una experiencia difícilmente trasmisible y dolorosa en el recuerdo, de constatar que hay personas y acontecimientos que para uno nunca mueren. Este es un tema que a mi me preocupa mucho, como a menudo se triviliaza la memoria, sobre todo en el cine y en cierta narrativa. La gente de mi generación, y ya no digo de las siguientes, miramos la Guerra Civil o el nacismo como muy lejanos y es pavoroso si te paras a pensar que está a un tiempo tan breve históricamente hablando de nosotros. Sin embargo, creo que muchas veces las políticas de la memoria no son las correctas y nos hacen alejarnos más... Sin embargo Celan consigue transmitirme con poderosa fuerza.

Josep E. Corbí dijo...

1. Gracias Jesús/Nuño por los poemas y los comentarios. Gracias Fernando y Bea, por vuestras palabras. He estado alejado de la poesía por una semana, absurdos imperativos de un tipo de vida que cada vez es menos mío, y regreso con ganas. En los ratos que podía, leía los poemas de Celan y dejaba que maceraran en mí. Hablaré explícitamente solo del primero.

2. Tomo estos versos como ilustración
"Nube de lluvia, ¿te demoras en los pozos?
Mi dulce madre llora por todos."

Uno de los días más tristes de mi vida fui a lavar el coche y me quedé dentro mientras se desplazaba por el tunel de lavado, me sentía agitado por sus inmensos cepillos que giraban amenazantes. Cuando cesó el estruendo, las gotas de agua empezaron a resbalar parsimoniosas y envolventes por el amplio parabrisas. Dije en voz alta 'Las lágrimas del mundo', al tiempo que comprendía que esas lágrimas eran solo las mías. Cuando el dolor es intenso, empaña el mundo y uno puede sentir que es el mundo mismo el que sufre. En esa misma época, en una noche de insomnio, oía a un perro que ladraba sin descanso; acabé por no saber si el ladrido se producía dentro o fuera de mí. Tantas ganas tenía de ladrar, que dislocaba el espacio en el que se daban los ladridos. De nuevo, mi yo y el mundo confundidos. Levi lo recordaba 'No somos islas'

3. Descubro este mismo mecanismo en el primero de los poemas. Las nubes todavía no son lluvia, pero parece que ya son llanto porque al poeta le desgarra el modo en que su madre murió. La desazón es tan grande que no es Celan quien llora a su madre, es su madre la que llora por todos, es el mundo, su nube de lluvia, el que llora y se convierte en un pozo de dolor en el que nuestras lágrimas se estancan y permanecen.

4. La poesía de Celan trata de poner en movimiento esas lágrimas, que afloren a través del diente de león, del álamo temblón, de la puerta fuera de los goznes. Si afloran, estamos vivos; si se estancan, nos convertimos en sombras aisladas.

5. Celan hace ese esfuerzo y nosotros lo leemos. Algo se mueve en nosotros o se estanca, como teme Bea. Creo que todos los gestos reveladores están siempre a punto de marchitarse. Es un misterio que nos acerca a la vida cada vez que se renuevan.