miércoles, 25 de febrero de 2009

José Manuel Caballero Bonald | propuesta de Nuño

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....Coartada

La luz prensil de los espejos
atrapa a quien se mira.
...................................Al fondo
pululan turbios flecos, marcas
marchitas, falsos
indicios de la realidad,
la lenta lepra opaca del azogue.

Todo es ya su reflejo.
................................... ¿Quién
se hizo pasar por quién?

Cómplice de sí mismo,
el que se mira inculpa a quien lo observa.


....Entre dos luces

Vi el reverso del aire, un largo velo
incoloro, un rastro de cenizas
pendiente del vacío,
un agujero sin sus bordes.

Otra cosa no había.

¿Ha valido la pena
llegar hasta estas vecindades
inapelables de la certidumbre
sólo para volver a constatar
que la nada colinda con la nada?

Detrás del aire, el aire.
De esta parte ¿qué queda?

........................(Del libro Manual de infractores, 2005)

...........Comentario

Encuadrado en el denominado grupo del 50, este gaditano infractor, consumado heredero de los “hijos de la ira”, rompe la promesa de no volver a publicar más después de la segunda parte de sus memorias (“La costumbre de vivir”, 2001), acuciado por la ira que le produce la injusticia de las guerras y retoma el viejo tono libertario de muchos de sus poemarios, afirmándose de nuevo en ese sentido de la poesía como “subversión íntima” que fuerza al poeta en cada poema a quebrantar convencionalismos y normas irracionales y, al mismo tiempo, desbordar las fronteras del lenguaje recurriendo al uso de momentáneos hallazgos fugaces. Este último recurso, el lance lingüístico de recurrir a vocablos no acostumbrados y su gusto por la construcción a veces laberíntica muy cercana al barroco, le dota de un timbre tan personal que le alejan del carácter coloquial que define al lenguaje de sus compañeros del 50. He de advertir que en la elección de los poemas propuestos, he intentado en lo posible eludir ese tinte de ira que da motivo al libro.
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9 comentarios:

Fernando Broncano dijo...

"la lenta lepra opaca del azogue": me asusta y a la vez me aclara este verso que explica la naturaleza oscura que conforma los espejos. El espejo que somos y el espejo que son los ojos del otro que nos reconoce. Son espejos porque la lenta lepra opaca del azogue convierte su mirada en luz prensil. Me asusta e ilumina esta teoría del espejo enfermo, del cristal que oculta un secreto y que sólo por ello es capaz de reflejar, que hace que "el que se mira inculpa a quien lo observa", porque el acto de mirar se hace cómplice de un reflejo que siempre acusa enfermizamente. El juego de espejos que refleja el poema de Caballero Bonald me parece, sí, barroco, freudiano, inquietante.

Beatriz dijo...

Comparto lo que dice Fernando, yo pensaba al leer el poema en esos espejos viejos que uno se encuentra en un armario lleno de trastos o en un desván (si nuestro mundo de caos inmobiliario permitiera tener algo así)y en los que te reflejas de repente y quedas extrañado porque no te esperabas, el espejo es siempre una metáfora llena de oscuros secretos, a veces parace reflejar lo que no queremos que nadie vea... Por lo demás reconozco que me gusta más la "temática" de estos poemas que su forma: "prensil", "azogue" esa búsqueda del cultismo me echa para atrás, me extraña como el reflejo imprevisto, y ya sé que es buscado, pero yo soy más bien una chica sencilla... al menos para la escritura poética

meteco diletante dijo...

Como le ha pasado a Beatriz, las palabras "prensil" y "azogue" me han descolocado el primer poema. Puedo sacar ya muy poco de él, aunque de todas formas, también el tema espejos nunca me atrajo demasiado, tengo muy mala relación con ellos, sólo de vez en cuando me plantean una misma cuestión cuando me contemplo en alguno: ¿Es éste espejo el que me da la imagen correcta? Aunque sé que no tiene solución y simplemente señalan un momento muy aburrido. Por otra parte, no he acabado nunca de cogerle el gusto a lo de jugar a la copia y al original con los espejos.

El segundo poema me ha recordado terriblemente el examen de metafísica, el mal rato que pasé pensando que tenía que emborronar entre 10 y 15 folios hablando de la secuencia "no-negación-nada", terminos sin referencia física alguna. No termino de encontrar el mérito a esa habilidad, aunque me gusta el verso de "un agujero sin sus bordes", es capaz de lograr un vacío intuitivo si partimos de un agujerito y lo vamos ampliando hasta que dejamos de ver sus bordes.

saludos

Mª Jesúsearerine dijo...

El tema del primer poema que nos propone Nuño me atrae mucho más que el segundo y curiosamente las palabras prensil, pululan, azogue… pues también me gustan: tienen algo de artificio y complacencia que contrasta con las jergas juveniles a las que ya estoy más que habituada. Y el contraste me resulta agradable, de color sepia, esmerado.

Mi profesor de literatura en el instituto se llamaba don Narciso (siempre el don lo acompañaba) y aún recuerdo cómo, con la boca abierta, escuche de él la historia de su nombre. Desde entonces he aprendido a ver cómo algunos dedican gran esfuerzo en fabricarse disfraces de seda para contentar a los demás y lo ímprobo de su tarea. Algunos no dudan en reducir a los suyos a lo mínimo con tal de emerger triunfantes ante la opinión de los otros y así sean difundidas sus bondades. Y ¡caramba con los espejos! La imagen que les devuelve es espectacular, muchas veces mejor que la que se han fabricado. Y así siguen una y otra vez produciéndome, cuando los descubro, una fatiga inmensa.

Si la imagen que nos devuelven los espejos se empaña alguna vez (no lo suficiente como para no reconocernos), siempre he preferido la generosidad a la coartada (título del poema), al fin y al cabo, nadie es perfecto, y eso del autoengaño… ¡puf! Otro aburrimiento.

No hace mucho escuché a Caballero Bonald en una entrevista; comentaba que había dirigido una colección de libros de poesía para “El país”. Lo cierto es que compré los dos primeros pero ya no llegaron más; no sé si me falló mi “expendedora” o retiraron los libros. No creo que los retiraran por falta de lectores ¿no?

Con afecto.

gotamarina dijo...

Me gusta mucho más el de los espejos que el del aire; no porque me interesen especialmente los espejos (les tengo cariño como tema literario por Borges ("los espejos y la copulación son abominables, porque multiplican a los hombres") pero en mi vida cotidiana los uso poco). Me gusta "la luz prensil que atrapa a quien se mira", me gusta "la lenta lepra opaca del azogue" más por cómo suena que por lo que significa, me gusta el final desde "Todo es ya su reflejo" hasta "a quien lo observa": el extrañamiento producido por mirarse uno demasiado en un espejo, a mí me pasa que cuando me miro más de lo habitual todo empieza a parecer irreal, hasta yo misma. Me da la impresión de que el poema trasmite eso (pero con una dosis de narcisismo que no me gusta, aunque reconozco que ya me vendría bien tener). No me gusta tampoco lo que pulula, ni que pulule, verbo que me hace pensar en gusanos en materia en descomposición, y no es para tanto, para mí, la cuestión del reflejo (pero es propio de la poesía el exagerar, no? ;-) ).

Del segundo, me gusta "el reverso del aire", "el agujero sin sus bordes", "otra cosa no había" que suena antiguo, y los dos versos finales; pero no me gusta la larga pregunta que ocupa cinco versos, no logran una forma que me ilumine ni una profundidad que me haga reflexionar.

en fin... cada poema es un mundo, y cada lectura de un poema es un poema diferente. Hoy estoy Perogrulla, será que he comido demasiado.

Josep E. Corbí dijo...

He vuelto a los poemas de Juan Manuel Caballero con alguna asuidad durante esta semana, he acudido a www.amediavoz.com para familiarizarme con su estilo; todo ello con la esperanza descubrir el encanto poético que sin cesar se me escapaba. No lo he conseguido; a penas algunos detalles, la conexión entre la lepra, lenta y opaca, y el azogue en el espejo, la referencia a las vecindades de la certidumbre, pero, finalmente, poca cosa, ni el ritmo, ni las imágenes, ni los juegos conceptuales con el espejo y con la nada, lograron despertar en mí alguna pasión digna de ser fomentada. Y algo semejante parece haberles ocurrido a algunos de los que hasta ahora han comentado los poemas; por eso, Nuño, te agradecería que nos explicases el encanto que tú encuentras en ellos o, en su defecto, el sentido, más personal, de escoger los poemas que has propuesto.

Nuño dijo...

Me pide, Pepo, el encanto y, si no la hay, el sentido personal de mi propuesta. Puesto que cuando elegí esta propuesta no tuve en cuenta, ni en ninguna otra, la cuestión de su encanto (esta cualidad resulta tan evanescente que requiere de excesivos afeites personales para pegar tal etiqueta al margen de un poema),intentaré responder a lo último y quizás encuentre en esta respuesta argumentos suficientes que me permitan confesar que sí, que los poemas de J.M.C.B.tienen encanto.
Aunque los dos poemas propuestos eluden, en su tono textual, el sentimiento de ira y rabia que se respira en todo el libro al que pertenecen, no dejan de ser criaturas del mismo y reponden al contexto que explica la razón de su escritura. No hace falta que el autor lo explique: se palpa, se escucha, se siente, a lo largo de todo su poemario. (Contexto: Prestige, "nunca mais", armas de destrucción masiva y el aire inconfesable entonces de su mentira, del "trío de las Azores", guerra de Irak, la sociedad del riesgo, la sociedad de la comunicación que sólo comunica lo permitido... En fin, cada uno tiene su memoria y que extraiga de ella los calificativos oportunos).

"Espejo" y "aire" actúan de "alegorías" para representar la sociedad del contexto. El espejo, ese "espejo enfermo" de Fernando y al que aluden los demás comentarios, es el pozo donde se sume la sociedad y se reproduce ante el que mira haciéndose de algún modo a sí mismo sociedad. El azogue es la materia oscura, toda esa sociedad sumida en el pozo o la caverna, que hace posible el reflejo, el verse. Allí se ven esos flecos, bordes deshilachados de muchos sucesos dolorosos, esperanzas ("marcas") marchitas, indicios ("señales") de una realidad despreciada. Quien se mira no se ve a sí, se ve como reflejo del magma social allí sumido, y él mismo, desesperadamente, culpa a quien lo mira, porque se da cuenta de que cada mirar es condenarse a reproducir el mismo magma oscuro, esa sociedad "encantada" y ensimismada. "La luz prensil" es la luz camaleónica(por cierto, Cádiz es tierra rica en camaleones: Jerez, Puerto Real, Chiclana, tiene sus árboles poblados por ellos) es la trampa (¿coartada?)en la que caen los mirones.
Y el "aire" es también alegoría, múltiple en este caso, de la misma sociedad ensimismada y "encantada" (de encantamiento mágico y de encantamiento satisfecho), es el estilo, la manera, la costumbre que define a esa sociedad, una sociedad al aire del que manda ("a mi aire" decimos)lo que la hace distinta de la sociedad no tolerada. Y ¿detrás, en el "reverso" de esa sociedad ensimismada, qué hay?: cenizas; ¿sólo cenizas de qué?: de los sucesos, de los hechos de todos aquellos que formando la sociedad no tolerada, se afanaron (lucharon) contra la sociedad impuesta. Duele comprobar cómo la misma duda ("incertidumbre"), ese estado que al hombre le hace más humano, de nada sirve porque la nada, la incapacidad de la sociedad no tolerada, es amiga de esa otra nada, la nada de la sociedad impuesta. La amargura bien puede preguntar ¿qué queda detrás del "aire", detrás de esa nada impuesta? No me extraña el título de este poema:"Entre dos luces". De los dos significados, me inclino por el que se ajusta a ese tono jeremíaco: anochecer.

Y ahora sí, después de esta reflexión, mira por dónde puedo decir, ya que no lo hice en la presentación, que me encantan estos poemas que para mí son uno sólo pero con dos partes simétricas:"coartada" y "entre dos luces". No quiero extenderme más: habría que hablar de la maestría rítmica de J.M.C.B. Lo siento, Pepo, tendrás que leerlo en voz alta de nuevo.

También a mí, Mª Jesús, me pasó algo, en parte, parecido a tí pero de distinta índole. En mi etapa de la primaria, hace siglos ya, en los finales de los cuarenta, tuve un maestro, Don Vitorino,(nada tiene que ver su nombre con la victoria franquista) al que sigo aún adorando. Vivió el miedo de la depuración: hablaba en voz muy baja y al terminar por la tarde, repetía siempre lo mismo: "no os hablo de victorias; tampoco os hablo de chulerías; os hablo de esfuerzos, siempre de esfuerzos,ya lo sabéis, de sinceridad y de silencio, siempre de silencio. A todos, hasta mañana".

Salud para tod@s

Josep E. Corbí dijo...

Gracias, Nuño, por narrarme con esmero lo que tú ves en los poemas a partir del contexto en el que aparecen. Y, desde luego, me emocionan las palabras de don Vittorino. Dentro de un rato, me voy a un seminario donde hablaremos de silencios en una sociedad en la que todo parece poder decirse.

Mª Jesúsearerine dijo...

De la curiosidad de Pepo creo que tod@s nos hemos nutrido,Nuño.

Siempre con afecto.