miércoles, 22 de abril de 2009

José Hierro | propuesta de María Jesús

.
RESPUESTA
Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. 
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. 
Que tú me entendieras a mí sin palabras 
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde. 
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte, 
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú  no comprendes. 
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, 
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes. 
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. 
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve. 
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma, 
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese. 
Criatura también de alegría quisiera que fueras, 
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte. 
Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas 
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil, 
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, 
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde... 
Si ahora yo te dijera 
que es tu vida esa roca en que rompe la ola, 
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste, 
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha, 
aquel niño que azota la mar con su mano inocente... 
Si yo te dijera estas cosas, amigo, 
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente, 
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos? 
Y ¿cómo saber si me entiendes? 
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos? 
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte? 
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, 
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste? 
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

.........................................José Hierro, Alegría, 1947


.........Comentario

Ando revuelta últimamente. 
Si Hierro habla del “hombre dividido”, sería natural hablar también de “la mujer partía” en mi caso. Dicen que “Alegría” es un libro revuelto y desentonado. No me extraña, anclarse en la realidad y después subir a las cimas más altas del pensamiento neorromántico produce extrañas anomalías. La esencia de la poesía es para Hierro el ser humano, la vida. El sentimiento prevalece sobre las palabras, sobre la estética  “Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses”.  En el poeta las consecuencias  psicológicas de la guerra se perciben en muchos de sus poemas: la expulsión del paraíso produce perplejidad, y añado humildemente que  en otras guerras menores e íntimas, estupor y desasosiego. 
La contraposición de la realidad y los anhelos de felicidad ponen de manifiesto una vez más  nuestra dualidad, razón y vida,  y   la lucha militante por defender a esta última: “Criatura también de alegría quisiera que fueras”.  Ya en los versos de Gamoneda me atrajo fundamentalmente aquel que hablaba de  la mirada limpia de algunos seres humanos. 
A pesar de todo.
 La naturaleza resulta más que pródiga en sus ofrecimientos de belleza, de esa belleza que trastorna el alma y la llena de vientos, solo hay que estar atent@s  y con los sentidos despiertos para aceptar sus dones, pero nada es comparable a la emoción del encuentro con la ingenuidad. Y aunque el conocimiento pueda a veces velarla, creo que cuando surge, nos devuelve, aunque sea por unos instantes, a aquel territorio feliz de flores azules y de noches con luna. 
Ando revuelta y preocupada por mi ingenuidad, cada día más aparente.
¿Podréis, comentaristas, soportar tanto romanticismo?
Con afecto creciente.
Mª Jesús
.

7 comentarios:

Nuño dijo...

A pesar de esa alegría, cuánto dolor he vuelto a repetir de nuevo al releer el libro "Alegría", obligado por este poema que ya no recordaba y que ahora Mª Jesús le ha dado otra vez vida. Vienticinco años tenía entonces J.H., era su segundo libro (del primero,"Tierra sin nosotros", aclarador título sin duda, conservo un ejemplar, tamaño folio, muy sobado por cierto, que me regaló mi hermano) y los expertos siguen todavía colocándolo en su etapa de juventud. Pero de qué juventud se trata: ¿es que tuvo, de verdad, juventud el poeta? Algunos, evidentemente la tuvieron pero en ese grupo no había sitio para J.H. (Esto me hace pensar también en "aquella juventud" rebelde de finales del XIX y del primer tercio del XX de la que, los expertos, hablan, con palabras, claro está, aquellos, digo, "jóvenes intelectuales" que fueron los únicos que ejercieron de jóvenes, porque ese etiqueta de la juventud y su néctar no la disfrutó "la inmensa mayoría" de la población española). En fin, si hay que hablar de juventud, la juventud de J.H., como la de muchos otros, fue la guerra civil y la que empezó el uno de abril del 39. Tiempos de desolación, de silencio, "sin palabras", de cárcel. En fín, vuelve la memoria a hacerse herida.

Dos veces "muerte" (conviene recordar aquí a su amigo J.L Hidalgo y su libro "Los muertos") y dos veces "alegría" y tres veces "oscur@s" ("oscuras calles", "sueños oscuros" y "oscura tristeza" y también "invierno" y "noche" y "hondas razones" (evidente acusación), adoquines todos, sin duda, con los que J.H. construye esta desolada "Respuesta". Pero ¿qué pinta esta "alegría" en un campo de tanta desolación? En el libro al que pertenece este poema, J.H. lo aclara: "Somos alegres porque estamos vivos"; y "Pero es maravilloso/ en el dolor sentirse vivo"; y "Sé que nada está muerto/ mientras viva mi canto"; y "porque aunque todo esté muerto/ yo aún estoy vivo y lo sé". La alegría no es más que la máscara del dolor(dolor que, al menos, es vida) y la única respuesta, la válida, es que te conviertas en "criatura de alegría" y que yo, J.H., pueda "cantar tus sueños oscuros".
Salud para tod@s.

Josep E. Corbí dijo...

1. Cuando leí el poema por primera vez me vino a la cabeza la palabra inglesa 'ripples' y me quedé atrapado en una imagen 'la brisa enredada en un álamo verde'. La palabra 'ripples' se la oí a una amiga de estas tierras cuando trataba de describir con mi torpe inglés las ligeras ondulaciones que la brisa o los patos producen en el agua del estanque por el que paseo a menudo. Acabé por decirle que los 'ripples' (rizos, tal vez, en castellano, pero no exactamente) que en el agua se producen, se trasladan a la musculatura de mi pecho y abdomen y lo acompañan con un suave masaje, que, al mismo tiempo, es música. Y la palabra 'ripples' me vinó de nuevo a la cabeza (o, quizá, también a mi pecho y abdomen) cuando leí el poema por primera vez. Sentí su ritmo vivo y entrecortado por los movimientos aparentemente arbitrarios de los patos sobre las aguas del lago. A veces, el ritmo se acerca a la prosa, pero solo para sorprenderte con un requiebro o para darte la sensación de que entras en la salita de estar de quien te habla, puedes casi ver sus zapatillas desgastadas. Y ese ritmo el que veo recogido en la imagen 'la brisa enredada en un álamo verde', aunque en mi imaginación no solo la brisa juega con el álamo, si no también la luz o, más bien, son la brisa y la luz las que juegan en las hojas verdes del álamo, como dos amigos de la infancia, como un amor tierno que permance en la memoria para siempre (ayer vi sonrojarse a una mujer cuando salió en la conversación el nombre de un hombre del que no había tenido noticia desde que era una niña, tenía tan solo seis años, y del que estuvo enamorada).

2. Y, al leer el comentario de Nuño, he caído en la fecha en la que el poema fue escrito y he vuelto a leerlo. Al principio, me sentido avergonzado por la frivolidad de mi primera lectura, que olvidaba la dureza de un juventud que crece en la posguerra. He valorado más su esfuerzo por rescatar una alegría que no fuese vacía de la oscuridad y de la muerte; he comprendido mejor quién era ese amigo del que hablaba. Me he emocionado, he recordado mi propia infancia que, no fue tan dura como la suya, pero aún estaba plagada de miedos y oscuridad. Al final, he sentido que José Hierro perdonaría mi frivolidad, pues, al fin y al cabo, su poema había logrado sacar la alegría de los álamos verdes y que un lector despistado sintiese en su poema un ritmo en el que la vida se reivindica. Gracias, Nuño, por hacerme ver ese otro aspecto y por recordarme lo que está casi constantemente mi vida: que mirar de cara al dolor es imprescindible para poder compartir con un amigo 'la brisa enredada en un álamo verde'.

Fernando Broncano dijo...

A veces comienzo una clase con una frase que me permite comentar lo retorcido que puede ser el lenguaje, que llega a sus límites como las olas a la playa y se retira: "No puedo decir con palabras cuánto me alegro de estar co vosotros"...Esta paradoja del lenguaje que es capaz de cortar sus propios lazos con el mundo, es lo que habita en este poema de José Hierro: toda la cadencia melodiosa del poema desemboca en su propia negación. Poesía de los tiempos oscuros, como cuenta Jesús/Nuño: el poema es un misterio que se revela y a la vez se oculta en las palabras. ¿Se podrá cantar en los tiempos oscuros?- se preguntaba Bertold Brecht-- "sí, hijo, se cantará sobre los tiempos oscuros": lo que ocurre es que el canto no podrá ser con palabras.
Yo llegué a la poesía muy tarde, de hecho de adolescente tardío, y fue a través de un libro que me conmovió, Los muertos, de Jose Luis Hidalgo, compañero de fatigas y de grupo poético con José Hierro, en tiempos en los que todo era difícil: cuando los tiempos oscuros, ellos optaron por la poesía romántica, bella, profunda, que sin embargo sabe negarse a sí misma. 1947 fue un mal año: Hidalgo moría de tuberculosis y su libro se publicaba póstumamente. Ese año se publica este libro: La alegría de Hierro está en esa clave de rebeldía que después redescubre Pasolini, cuando realiza la trilogía de los tiempos oscuros: Las mil y una noches, El decamerón, Los cuentos de Canterbury: en los tiempos oscuros se cantará sobre los tiempos oscuros: "¿cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,/poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?/ Sin palabras, amigo: tenía que ser sin palabras como tu me entendieses." Formas en las que la belleza se convierte en la fuerza del resistente.
Un canto al silencio, pues el poema no puede comunicar la alegría. Sorprendente.
Me gusta el poema por esta paradoja: su ritmo es cadencioso, romántico, pero llama al silencio del que debe escuchar lo que el poema no cuenta.
Los poetas de la poesía social no escucharon estas voces que ahora nos llegan tan cercanas. Bellísima elección María Jesús.

Mª Jesúsearerine dijo...

A veces la contextualización de un poema nos ayuda a entenderlo en su origen, pero si el poema logra superar esa contextualización y puede superponerse a otras circunstancias, creo que es entonces cuando nos hallamos ante la expresión más intensa de la emoción. Casi nunca pongo la fecha ni el libro de donde procede el poema que os propongo y también ahora dudé en escribirla. Porque las “ciudades perdidas” y “las calles oscuras” pueden tener otras connotaciones que no merman la fuerza del poema y lo vuelven actual y eterno.

Poco antes de decidir si lo enviaba o no, fui a visitar a una compañera que está muy enferma. En una conversación muy cálida ella me contaba que muchas veces, al despertar, pensaba que todo lo que le sucedía era pura invención, que no estaba enferma, que vivía en un sueño real (la naturaleza, el pan y los seres queridos de Gamoneda) dentro de otro sueño irreal que de vez en cuando la perturbaba. Sin saberlo reprodujo la última página de “La tregua” de Primo Levi, cuando después de mucho tiempo regresa a Turín; pero en el universo de mi compañera prevalecía la “ingenuidad” sobre el sueño destructivo, la ingenuidad que nos devuelve al paraíso y a la “alegría de vivir”.
Sobre esa ingenuidad quería yo hablaros y que me hablarais, amigos. Me interesan mucho vuestras palabras.

meteco diletante dijo...

Cada aproximación al poema me ha sugerido un comentario distinto, aunque sobre una misma sensación, la del hierro candente en el ánimo, sin sentir nada de esa loca alegría en la luz que me envuelve. Querer ser comprendido sin palabras es tanto como querer ser amado, las palabras han de surgir donde el amor o algo de su misma esencia no hace su trabajo, hoy tenemos más necesidad que nunca de hablar.

Otro poema gnóstico, de alguien que sabe algo, aunque no sepa la forma de transmitirlo, porque decirlo lo dice muy bien. Sabe de los contrarios de la vida, de la unidad de ella en cada cosa, de la alegría que ha de surgir de la marca del hierro candente, del fuego de las palabras, ver surgir de ahí olores, colores y sabores. Siento el hierro y el fuego, pero no lo otro, no hoy. Leyendo vuestros comentarios, me di cuenta que leí fuera de contexto el poema, según lo dicho, debería haber leído estos versos:

“Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde..”

como descripción de un pasado, donde “había” que hacer eso, en la guerra. Sin embargo, durante unos días lo leí como “habría”, como predicción de un futuro, o más bien de un instante como el del eterno retorno, siempre así. Ahí veía el hierro candente, el fuego en la boca del poeta, y mi debilidad al no percibir la alegría. Me devolvió a un día, en el que cansado de ser el responsable de mi vida, lloré sentado en un parque deseando volver a ir cogido de las manos de mis padres, un paso por detrás de ellos. Quizás vuelva a pesarme otra vez esa carga, y cuando de un tiempo atrás pienso en conceptos como “encarrilar” (junto a otros), en “ceder” (ante otros, ante todos), vino este poema como un oráculo griego: “Si yo ahora te dijera…”, para siempre, aunque cedas, aunque unas tu camino a otros.

Por suerte sé lo que no siento ahora, que es verdad que del hierro candente surge la alegría, ya vendrá, como la flor del poema, vibraré y me llenaré de azul, aunque no haya logrado encarrilar nada, ceder ante nada. El poema tiene imágenes de enorme poder estético. Me gustó mucho el mismo que a Pepo, la brisa enredada en un álamo. Pepo, te propongo un experimento estético con los álamos y los ripples: si alguna vez puedes observar el casco oscuro de una barca recibiendo los reflejos del sol desde las leves ondulaciones del agua, verás que produce el mismo efecto visual que la brisa en las hojas de un álamo, no es casual que hayas hecho esa asociación. También me gustan los versos sobre la alegría que estalla en la luz, así como el dorado que produce en todo lo que está bajo el sol, como si nosotros también fuéramos frutos madurando.

Leyendo este poema, me acordé de una canción de Brendan Benson, que si hacemos abstracción de ese contexto de guerra, tiene muchas cosas que ver con este poema.

http://www.youtube.com/watch?v=N5WzRc3u5ac&feature=related

También tiene algo de poema visual.

Saludos.

Mi tio Celerino dijo...

Lo primero una aclaración “logística”. He caído en la cuenta de que mis comentarios, cuando los hay, aparecen como “Mi tío Celerino” pero mis propuestas aparecen, no todas, pero algunas, como “Pablo” o “Pablo Ferri”. Bueno. No son tres perezosos participantes que comentan y participan poco, sino tres escisiones particulares de un único perezoso contertulio. Hago esta aclaración porque algunas de las cosas del poema propuesto por Mª Jesús esta semana me impresionan o me emocionan como continuación de mi propuesta de la pasada.
Una de las cosas que me fascinaba del poema de Gamoneda fue la sensación de suspensión de la temporalidad, de instante que deviene eterno precisamente en su fugacidad (imagino que esta es una de esas frases retorcidas del lenguaje de las que hablaba Fernando), de mañana que penetra en el alma, de brisa que se enreda en los álamos. Y esa es la sensación que me produce el anhelo de comunicarse sin palabras de Hierro. Comparto con Nietzsche la sensación de que, nos pongamos como nos pongamos, el lenguaje tiene, fundamentalmente, una función poética y en nuestro esfuerzo por atrapar lo inefable de nuestra experiencia (otra de esas contradicciones) nos vamos deshaciendo en palabras que una vez dichas ni atrapan ni brillan como pretendíamos.
Claro que la contextualización del poema nos ayuda a comprender el proceso de su gestación, pero no creo que el desconocimiento de la misma mutile la experiencia de nuestra lectura. Al fin y al cabo, cada uno tiene sus propias ciudades perdidas y calles oscuras. Sin embargo, en mitad de la posibilidad de ese abismo, arde una loca alegría de luz que envuelve. Creo que el poema me llena de esperanza y de ternura. Creo que habla de toda la belleza que, a pesar de la proximidad oscura del abismo, crece en nuestra experiencia del mundo, nos redime y no nos puede ser robada. Esa belleza de lo mínimo que tan bien escribe Pessoa en el Libro del desasosiego. Creo que comparte con Gamoneda la convicción de que, al final, es una cuestión de perspectiva, de forma de mirar. El problema es comunicarlo. Y en ese sentido puede ser más … ¿eficaz?... la piel, o la mirada, o la proximidad, que las palabras. Hay ciertas experiencias, a veces las más sencillas y casi siempre las más hermosas, de las que no conseguimos hablar, de las que tenemos la sensación de que transcurren en la nebulosa de un sueño. Podríamos decir de la vida y sus entresijos lo que decía Borges hablando de El Golem de Meyrink: es una novela en la que se cuenta un sueño, dentro del cual hay otros sueños, dentro de los cuales (creo) hay otros sueños. Y nos encantaría poder comunicar “que es tu vida esa roca en que rompe la ola,/ la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste” o que la mañana ha entrado suavemente en mi vida, o que la nieve cruje como pan caliente… pero se escapa. Algunos de vosotros ya sabéis de mi obsesión por Beckett. Este poema no deja de recordarme la necesidad beckettiana de decir palabras hasta que nombren, por fin, aquello que sea mi historia, que me de voz. Al final de todo el proceso des desmenuzamiento del lenguaje, en el último poema que escribió, no encontramos más que retazos de palabras que buscan decir ese sentido que se escapa y, en un gesto final heroico, escribe el autor “comment dire—comment dire…”. Imposible decirlo.
Si bien Beckett puede dejar en la boca el sabor de la desesperanza, el deseo de Hierro de conseguir que “tú me entendieses” sin palabras, poder decir esa felicidad que arde, como dije antes, me llena de esperanza y de ternura. Gracias Mª Jesús por tu propuesta, un abrazo para ti y otro para tu compañera que sospecho también fue la mía. Un beso para tod@s.

Mª Jesúsearerine dijo...

Un gustazo saber de ti, Pablo. Deré un abrazo en tu nombre a nuestra compañera, se alegrará mucho, tenlo por seguro.
¿Podríamos conocernos en Denia todos los pendehumeros?
¿Es esto un sueño dentro de otro sueño ?