miércoles, 30 de septiembre de 2009

Pere Gimferrer | propuesta de Vicente

BORRASCA

Ahora que los dos somos nocturnos
y que no sabemos morir sin una motivación;
ahora que el cielo nos estremece
con una luna de raso;
ahora que el estio de calandrias
tiene un resonar de tonel oscuro;
ahora que el viento en los pasadizos
forma torbellinos con el amor;
ahora que en un copo añil
cabe el relámpago del mediodía
en el esmalte de las uñas del invierno;
ahora es el tiempo de amarnos:
tiempo de no morir de amor.

PERE GIMFERRER
7-XII-95
(Versión de Antonio Colinas)

Comentario:

Este poema petenece a la sección tercera (Leyes de Amor) del poemario El diamante en el agua (Cuadernos del Bronce, Ed Planeta, 2002). Tomando por título y testigo el verso de Rubén Darío, Pere Gimferrer pone en escena poética al monstruo, al raro (especie sobre la que escribió en 1985, el mismo año que ingresó en la Real Academia Española con solo cuarenta primaveras).

Devoto de J.V Foix, Darío, Octavio Paz... el arco temporal que recorre sus cuarenta años de escritura parece tensado con el mismo gesto: el refinamiento, la búsqueda del virtuosismo. Esa suerte de pasión obsesiva vuelca construcciones de una extraña "relojería poética" (en la versificación, en la combinatoria métrica, en el tempo...) Sin embargo, todavía busco la respuesta al porqué de tanta fatiga cuando lo leo, al porqué separo siempre enunciado y enunciación. Este poema me parece de los menos "helados" y, pese a ello, noto frío.

6 comentarios:

Nuño dijo...

De este Gimferrer a aquél que empecé a conocer con "Arde el mar", no han pasado en balde los años. No lo digo porque ahora recurra al catalán, sino por su sabiduría acumulada ("un culto lleno de medidas" dijo de él alguien y de heridas digo yo), ese "refinamiento" y "esa relojería poética" a la que se refiere Vicente y que precisamente, por todo ello, sus muchos lectores lo siguen siendo.
El cultivo de la personalidad, el mimo hacia el producto literario, el respeto a los modelos y la valoración del oficio de escritor son, ahora, las señas de identidad que hacen de P.G., "un guardián del patrimonio de las palabras", algo más que ser un poeta. (Gracias, Vicente, por habernos traído a un invitado de tal valía).

Tampoco a mí me emociona el poema en castellano; pero, en cambio, si recurro a su lengua original, siento una cierta satisfacción, sin llegar, es cierto, al embeleso
(cuesta mucho alcanzar este grado con los poemas de P.G.). No es lo mismo "y que no sabemos vivir sin una motivación" que "i per no res no sabem viure"; o "tiempo de no morir de amor" que "el temps de no morir d´amor". Todo ello significa que "la relojería poética" en la versión castellana (como me suele suceder) no aparece, pero sí brilla en el original.

Salud para tod@s y hasta que vuelva.

Fernando Broncano dijo...

Vicente y Nuño explican muy bien la sensación del poema: deslumbra, pero no alumbra. Uno sabe que el poeta lo sabe todo, y sin embargo sospecha que ignora lo realmente importante. No me atrevo a juzgar el poema: tiene una perfección que me desborda, me produce una envidia infinita. Y como a Vicente y Nuño, me deja indiferente.
Hay algo de cierto en la vieja cantinela: "no es un bello poema/un producto perfecto/ es lo más necesario/como el aire que respiramos/trece veces por minuto", como si uno le pidiese a ciertos poemas más aire y menos luz.

Mª Jesúsearerine dijo...

Después de un largo paseo por la playa con el mar sereno y claro a mi lado, después de haber conversado y comido, vuelvo en esta hora calma al poema que nos propone Vicente. No me conmueve hasta lo más hondo, pero me gusta lo que dice y cómo define el “ahora”.

La propuesta del poeta escrita en los dos versos finales más bien enfría los ánimos, es una serenidad que no acompaña, que no ilumina, como decir que “ahora toca esto”. Y, claro, dicho así, no me emociona: no me atrae ese amar sin morir de amor.
Me parece un bello poema razonable, con sentido común, en el que por conocer poco “el antes” no llego a apreciar “el ahora” que el poeta tan exquisitamente nos describe.

Saludos Vicente (¡cuánto tiempo!), Fernando y Nuño.
Y por descontado, a todas las personas del grupo.

gotamarina dijo...

Hola a todos, sólo quería decirles que no participo en esta propuesta no por desinterés sino porque tengo unos días muy complicados; a primera vista el poema me gusta, y también los comentarios de todos, pero no tengo neuronas disponibles para adentrarme en él por ahora. Saludos!

Josep E. Corbí dijo...

1. Me ocurre con el poema lo mismo que a Vicente, Fernando y Nuño, encuentro perfección, pero también estancamiento. Hay ideas que guían al poema, pero uno tiene la sensación de que no nacen de lo hondo, donde uno siente el desgarro o la intensidad.

2. "ahora es el tiempo de amarnos:/ tiempo de no morir de amor". Aparece en mi lectura como la idea de que da forma al resto de las imágenes, equilibradas, sorprendentes, pero sin que uno sienta que realmente añaden. Y la idea misma flota en el aire, no parece encarnada, sin algo que solo se dice. Tal vez, lo siento así por el ritmo tan perfecto, por la imágenes tan pensadas. Cuando acabo de leer, me quedo quieto, nada se mueve en mí. Prefiero la movilidad de la luz en las hojas endurecidas de la encina.

meteco diletante dijo...

Por más que lo he intentado no he conseguido sacar al poema lo que lleva dentro. Estoy de acuerdo con lo comentado hasta ahora, y ante esa belleza objetiva que todos reconocemos, cabría esperar encontrar en el poema algo “grande” –no se me ocurre ahora otra palabra para lo que esperaba encontrar-.

Por el lado formal, me alegra encontrar un poema que anula la oposición entre culteranismo y conceptismo, aúna en él las características de ambas tendencias. Pero quizás por eso mismo es realmente complejo hacer saltar las imágenes que el poema esconde. ¿Qué nota, qué sema paso de calandria a estío? ¿Cuál de añil a copo? ¿Cómo unir el sonido de un tonel al calor del verano? Esto sólo por poner unas pocas de las muchas dificultades que el poema tiene. Y sin embargo el poema lo vas leyendo y parece uno de esos cuadros surrealistas de figuras preciosas en las que te entretienes, aunque no sepas muy bien qué dicen, siempre invitándote a que rompas su hermetismo.

saludos